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Petro y el espejo hondureño

Como en una revancha de la historia, JOH fue sacado de su propia casa como un delincuente, tal como los militares hicieron con Manuel Zelaya en el 2009. A los amigos y amigas del Pacto Histórico les debe quedar claro que hay decisiones que siempre estarán fuera de su alcance, así sean gobierno.

Captura del expresidente de Honduras José Orlando Hernández.

Captura del expresidente de Honduras José Orlando Hernández. Imagen MSN

De los recientes e históricos resultados electorales en Colombia habrá mucho para discutir, escribir y comentar. Basta recordar que, salvo una efímera excepción en el lejano siglo XIX, Colombia es el único país de la región que jamás ha sido gobernado por alguien fuera de las élites tradicionales.

Una izquierda que jamás ha tenido la responsabilidad de conducir el Estado está obligada a levantar la cabeza y observar de cerca los ejemplos de otros procesos que han sido exitosos a la hora de llegar al poder presidencial. Proyectos que se han enfrentado y se enfrentan a los mismos retos que hoy se le presentan a la candidatura presidencial de Gustavo Petro. Son lecciones que tanto los dirigentes, como sus organizaciones y simpatizantes, deben incorporar a su acción y reflexión política. No es momento para dogmatismos.

Si bien hoy se habla de Chile y el caso Boric, recién posesionando como presidente, las similitudes con Honduras, el proceso del Partido Libre y su presidenta Xiomara Castro, son una lección obligatoria para el Pacto Histórico y sus seguidores. En EL COMEJÉN hemos tenido la oportunidad de seguir muy de cerca ese proceso, y ante las incógnitas que surgen luego de las elecciones del pasado 13 de marzo en Colombia, hemos vuelto a conversar con Héctor Ulloa, joven militante del Partido Libre en el exilio, quien hace poco estuvo en su país acompañando la transición de poder.

Los antecedentes

“Se puede decir que Honduras es la Colombia de Centro América”, sentenció Héctor pasando un trago de cerveza luego de verse acorralado por mi arsenal de preguntas. “Honduras es el país de las bases militares gringas en Centro América, tienen el verdadero mando de las fuerzas de seguridad nacionales y su financiación. Junto con Israel se encargan de la doctrina, el entrenamiento y les proveen las armas y equipamiento. Desde Honduras se coordinó y ejecuto la acción contrainsurgente y contrarrevolucionaria en Centroamérica. Fue en mi país donde se entrenaron y coordinaron los “contras” que le hicieron la guerra a la revolución nicaragüense, y más recientemente, fue allí donde los gringos ensayaron por primera vez los golpes de Estado, que luego se extenderían por todo el continente”, recuerda Héctor.

Se refiere al golpe del 2009 contra Manuel Zelaya, que entregó Honduras al Álvaro Uribe centroamericano: Juan Orlando Hernández (JOH), con el apoyo de Estados Unidos en tiempos de Obama. “Después de ver los primeros capítulos de la serie Matarife no me queda ninguna duda del paralelo exacto entre lo que pasó en Honduras con JOH, del 2009 al 2021, y lo que ha vivido Colombia con el uribismo desde el 2002”, me dice Héctor sorprendido por las similitudes.

Un político de provincia, de familia terrateniente, de mano dura, que se presentó como el único capaz de detener la amenaza “castrochavista”, y que, a pesar de sus alianzas con narcotraficantes y corruptos, fue aceptado por la élite tradicional como el mal necesario. Ese es JOH. El problema es que ese mal necesario se tomó el Estado y todos los poderes públicos con su pandilla de traquetos, corrompiéndolo todo. A pesar de los enormes escándalos de corrupción, las evidencias, y de tener un hermano preso por narcotráfico en Estados Unidos, JOH se mantuvo en el poder gracias al apoyo norteamericano y las armas de la república.

Fue en oposición a ese Estado mafioso que se creó el Partido Libre. Persiguieron, asesinaron y encarcelaron a sus dirigentes. Les robaron las elecciones en varias oportunidades. Pero, por fin, gracias a un apoyo abrumador en las elecciones del 2021, el apoyo de un sector de las élites tradicionales y el guiño aprobatorio de los gringos, logró la presidencia de la república, aunque sin alcanzar la mayoría en el Congreso.

Aliarse con la élite

La figura de Xiomara Castro creció y se posicionó como la alternativa en la calle, en las huelgas, en la lucha contra el Estado mafioso. El Partido Libre se define como un partido socialista y antimperialista, no hay duda de su compromiso con un cambio de fondo en Honduras, pero no le alcanzaba para llegar al poder y desalojar a JOH. Por eso el partido debió entregar la vicepresidencia y algunos ministerios claves a Salvador Nasralla, representante de las élites tradicionales arrepentidas, que fueron desplazadas por la élite traqueta emergente al mando de JOH. “Con Nasralla y su partido nunca hubo una relación amistosa, los insultos y desconfianzas eran la moneda de cambio entre dirigentes y simpatizantes de ambos partidos. Basta recordar que Nasralla, de raíces chilenas, tiene fotos con Pinochet en su época de juventud. Ya te imaginarás el nivel de confrontación. Además, Nasralla es la conexión directa con los EE.UU., por eso la desconfianza, pero también por eso la necesidad de unirnos con él para las elecciones del 2021”, me aclara Héctor.

La discusión sobre la vicepresidencia nunca fue lo más importante para el Partido Libre. Lo importante siempre fue el programa de gobierno. “Bajo esas condiciones no se puede hacer política solamente basado en los principios, teníamos que ser pragmáticos y centrarnos en lo fundamental”, dice Héctor con una sonrisa medio nerviosa. Tragarse unos buenos sapos, le decimos a eso en Colombia.

Un gobierno de reconciliación nacional

El programa del Partido Libre es un programa radical, pero el momento actual es un momento de transición. “Así lo hemos dicho y lo repite permanentemente la presidenta Xiomara. La labor de este gobierno es sanar las heridas, reconstruir la democracia y dejar sentadas las bases para seguir avanzando en transformaciones más radicales. Hoy es el momento para la reconciliación, ya vendrá el momento de la revolución”, me confirma Héctor, totalmente convencido de que el Partido Libre no abandonará sus objetivos estratégicos. “Para poder llegar hasta allá, primero debemos pasar por este gobierno de reconciliación nacional, primero debemos recuperar la vía democrática que se perdió en el 2009, nuestra garantía de que esto será así es Xiomara”. La seguridad y confianza en los dirigentes es pieza clave de este rompecabezas.

Los gringos y la cárcel

Al Partido Libre se le alinearon los astros. Camino a las próximas elecciones legislativas gringas, las elecciones de “mitaca”, Biden y los demócratas deben resolver el problema migratorio. La presión sobre la frontera sur es munición demoledora en manos de los republicanos. Las caravanas de migrantes son resultado directo del golpe militar del 2009 y el ascenso de JOH al poder. Típico de los gringos, crean monstruos parricidas especialistas en destruir pueblos, lo hacen en el Medio Oriente, lo hacen en Asia, en África y en América Latina. Álvaro Uribe es uno de ellos, impulsado por la plata del Plan Colombia y la guerra contra el terrorismo.

“Lo que pasó es que se unieron varios intereses. El pueblo hondureño necesita recuperar su democracia, la élite hondureña necesita instituciones transparentes y limpias que no afecten sus negocios, y Biden necesita resolver el problema migratorio. Las elecciones se las hubieran robado si el jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas hondureñas no hubiera dado la orden clara de que los resultados debían ser transparentes y respetados, y esa orden vino de Washington, esa es la realidad”, me revela Héctor con firmeza.

El acuerdo con los gringos es sencillo, Xiomara recompone el país y controla la hemorragia migratoria y los gringos aseguran la transición de poder dándose la pela y apoyando a un gobierno abiertamente socialista en el país que históricamente usaron para combatir a la izquierda en Centro América. Que Kamala Harris, la propia vicepresidenta, haya estado en la posesión de Xiomara, mientras que funcionarios de medio rango fueron a la posesión de Boric, demuestra la importancia de Honduras para el Gobierno de Biden. En el caso de Colombia, Petro tiene una gran oportunidad gracias a la crisis originada por la guerra expansionista rusa, que obliga a un cambio en la agenda norteamericana con Venezuela y en la región.

“Lo que nunca se habló fue la cárcel para JOH y su pandilla”, añade Héctor. “Eso fue una sorpresa para todos, nadie en el Partido ni en el gobierno se esperaba que eso se diera tan pronto y de esta manera tan abrupta, aunque la cárcel para los corruptos es parte del programa de gobierno. Es más, la captura de JOH era secreto hasta para las mismas fuerzas de seguridad hondureñas, porque si esa orden de captura se filtra a la policía o los militares hondureños JOH se escapa, eso fue decisión autónoma de los gringos”, remata. Como en una revancha de la historia, JOH fue sacado de su propia casa como un delincuente, tal como los militares hicieron con Manuel Zelaya en el 2009. A los amigos y amigas del Pacto Histórico les debe quedar claro que hay decisiones que siempre estarán fuera de su alcance, así sean gobierno.

La corrupción es un problema de todos

Finalmente, Héctor expone otro punto que para el caso colombiano es trascendental. “En países como Honduras y Colombia el deterioro ético de la sociedad es profundo, la corrupción y el narcotráfico operan un cambio en la tabla de valores del que no escapan los militantes de izquierda y los activistas sociales. En Honduras, al momento de asumir la conducción del Estado, mucha de nuestra gente también está pensando que es el momento de aprovechar y sacarle jugo al presupuesto nacional. Ese es un peligro que no se puede dejar de observar”.

Desde la popa del Titanic. Historiador colombiano residente en Noruega.

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