En Colombia se debe dejar de subestimar el periodismo. Hay que entenderlo como el pulmón de la democracia.
Aunque las estigmatizaciones, los señalamientos y los ataques a la libertad de expresión se hayan normalizado durante las semanas álgidas previas a la elección presidencial, en Colombia hay que empezar a entender que el respeto por la libertad de expresión no es cuestión de gustos personales y que la libertad de prensa y el derecho de expresión son derechos inalienables.
Hace unas semanas Gustavo Petro, el candidato que puntea las encuestas hacia la Casa de Nariño, llamó “neonazi” a RCN por publicar una columna de David Ghitis titulada “Petro nos quiere atracar” en la que opina sobre su propuesta de reforma pensional. Pese a que la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), lo calificó como un ataque de prensa, el exalcalde de Bogotá se justificó y cuestionó la libertad de expresión con la que los columnistas podían escribir comentarios xenófobos y calumniosos. Mario Morales, periodista, investigador y profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, se refirió a lo sucedido como un ataque “desproporcionado e injustificado de Gustavo Petro porque es preferible una prensa desbordada a una prensa controlada. Punto. No debería haber discusión al respecto”. Sobre lo sucedido, la Flip también rechazó lo dicho por Petro en un comunicado oficial y diferentes periodistas condenaron la acción del candidato presidencial.
Por otro lado, el también candidato a la presidencia, Enrique Gómez, hizo señalamientos irresponsables y falaces contra los periodistas que investigaron la operación militar que se produjo en Putumayo hace unos días y aseguró que lo que presentaron los periodistas fue una información parcializada, ya que, según él, los periodistas tenían vínculos con acciones ilegales como el narcotráfico. Estas declaraciones no solo buscan deslegitimar el trabajo de los periodistas, sino que ponen sus vidas en peligro. Este tipo de declaraciones irresponsables y autócratas develan la incapacidad de respetar y reconocer la tarea del periodismo contrapoder y son una amenaza evidente contra la libertad de expresión y de prensa por parte de figuras con poder de movilización masiva. Pero, además, estos episodios han traído a colación el rol del periodismo en el siglo XXI y las fronteras, cada vez más desdibujadas, entre periodismo y activismo.
Mario Morales aseguró que la prensa está en peligro desde hace muchos años, “pues no hay garantías para ejercer la dura tarea de ser un contrapoder sano en Colombia”. Según estudios de Reporteros Sin Fronteras (RSF), Colombia es de los países más peligrosos para ejercer el periodismo en el mundo y el segundo más peligroso de América después de México. Además, agregó que: “ahora más que nunca el periodismo es una profesión usurpada y manipulada. Como tiene difusión, penetración y alcance, es usado por las personas que quieren ser visibles, especialmente los políticos”. “Se disfrazan de periodistas y se hacen llamar periodistas” Para Morales, si bien la libertad de opinión es indispensable, también es necesario que el periodismo dé el debate sobre a quienes se les llama periodistas y qué implicaciones y responsabilidades tiene. “El debate hay que darlo. Si bien el activismo fue fundamental para el nacimiento del periodismo, el oportunismo desdibuja todo el quehacer periodístico. No se trata de ejercer como un tribunal y dedicarse a decir quién sí es un verdadero periodista y quién no, pero sí ser más selectivos con quien ejerce y tiene visibilidad”.
Según el director de la Flip, Jonathan Bock, los dos episodios anteriormente mencionados son aún más graves porque vienen de líderes políticos a quienes les compete una responsabilidad mayor, mucho más alta porque mueven masas y aspiran al poder. “La libertad de prensa promueve tener tantas voces y tanta pluralidad como sea posible, de eso se nutre el debate público y de eso se nutre la información que termina recibiendo la ciudadanía. Es un derecho en doble vía: no solo es la libertad que tengo yo para promover un ejercicio periodístico, sino también la ciudadanía es la que termina enriqueciéndose”.
Ese es el núcleo de la libertad de expresión. En ese sentido, la libertad de expresión no puede limitarse a estar de acuerdo o no. La idea es aprender a debatir al contrario, no a usar el silenciamiento que exige un bloqueo y una cancelación al otro. El pluralismo que debe existir en una democracia se alimenta de los discursos contrarios incómodos porque eso es lo que hay en una sociedad. Y el valor del subjetivismo es fundamental en el debate, pero condenarlo, estigmatizarlo y silenciarlo hará que ejercer el periodismo siempre sea un riesgo.
Cancelar una opinión por no estar de acuerdo es el reflejo más evidente de una censura autoritaria. La libertad de prensa es un eje fundamental en las democracias y el periodismo salvaguarda y nutre el derecho a la existencia de una opinión pública, a una verdadera diversidad de perspectivas y se encarga de la vigilancia al poder. Los ataques y estigmatizaciones hacia la prensa son la muestra del deterioro de los valores democráticos y son una verdadera amenaza.
Fernando Ramírez, profesor y miembro de la asamblea de la Flip, también coincidió en que uno de los retos que enfrenta el periodismo del siglo XXI es la diferenciación con el activismo, pues el activismo está más cerca de la opinión que del ejercicio periodístico per se. “Hay mucha gente que quiere ser activista sin haber hecho periodismo. En Colombia, muchos líderes de opinión y grandes columnistas no son periodistas, pero se les trata así. Cuando un medio arranca con sesgo y una postura ideológica frente a la forma de informar, los matices se van perdiendo. El mejor periodismo es el que más tiene fuentes, el que contrasta, el que interpela verdaderamente al poder. Todo eso exige de un rigor y de un ejercicio independiente al que, al confundirse con el activismo que lo ha impregnado, desfigura y deslegitima el rol esencial del periodismo”.
En ese sentido, los periodistas necesitan trabajar con rigurosidad, ética y transparencia. La audiencia, que es quien tiene el derecho a la información, debe saber desde qué lugar está contando un medio los hechos o la información. Pero los funcionarios públicos tienen que actuar en consecuencia con sus discursos de libertad y diversidad, pues son ellos quienes más pueden incurrir en discursos de odio y la estigmatización que hacen pone en verdadero riesgo la vida de los demás ya que ellos tienen capacidad real en términos de recursos, de armas del Estado, de expedición de normas. Lo primero no excluye lo segundo y la opinión no debe ser cancelada ni estigmatizada a menos de que incumpla con los parámetros legales que ya están estipulados en Colombia.
Pelear con los medios y con el periodismo siempre resulta muy productivo. Es una fórmula sistemática de los líderes autoritarios para lograr la concentración de poder a través del silenciamiento y la cancelación de sus contradictores. “Los medios no son los malos ni los que dicen mentiras. “Esa es la forma que los políticos tienen de antagonizar y deslegitimar a la prensa que no les favorece”, dijo Morales en entrevista para El Comején. Una alternativa responsable, en vez de ese ataque, sería incluso atreverse a escuchar los argumentos del que piensa distinto. Y que el debate se dé así. Eso sería inmensamente útil para la democracia. Como ciudadanos merecemos un mejor debate público.