El contagioso virus de la extrema derecha no se combate con lamentos. Hacerse la víctima no la hace retroceder; por el contrario, la envalentona. La táctica del “cordón sanitario” empleada por la izquierda europea fue un rotundo fracaso. El catenaccio o cerrojo italiano empleado en el futbol no funciona en política. Una izquierda que sólo se defiende y no ataca está condenada a perder todos los combates. En la historia del boxeo ningún púgil ha ganado un combate sin atacar. Contra la peste cuenta más la vacuna que el aislamiento. Contra el virus de la extrema derecha, Comején, aplica cinco vacunas:
1. Con la ley penal en la mano
En octubre de 2020 el Tribunal de Apelaciones de Atenas condenó a trece años de prisión a la cúpula de Amanecer Dorado, el partido neofascista que incitó y ejecutó actos violentos. El asesinato del rapero Pavlos Fyssas desencadenó una ofensiva legal contra esta agrupación de extrema derecha. Sus líderes fueron vencidos en juicio. Amanecer Dorado fue declarada “organización criminal”. Su sede y página web fueron cerradas. La izquierda griega pasó de la mera indignación a la acción penal. Con el código penal en la mano derrotaron a una agrupación que tenía como objetivo reducir a la democracia.
Francia Márquez, la vicepresidenta de Colombia, fue víctima de un ataque racista. La imputada, Luz Fabiola Rubiano, debería acabar en prisión. Cometió un delito tipificado en el código penal colombiano. La vicepresidenta dijo que no aceptará, en este caso, conciliación. La denuncia penal contra los extremistas de derecha que transgreden la ley es un camino correcto y democrático. Iván Cepeda puso contra las cuerdas al ex presidente Álvaro Uribe a mero código penal. Gustavo Petro ha sido un legalista a ultranza. La Constitución y la ley es una vacuna contra la violencia. Los colectivos de abogados deben actuar. Pasar del bla bla en los medios a la denuncia penal.
2. Cuerpo a cuerpo
Nada más desconsolante que una izquierda llorona, malcriada, histérica, enclaustrada en talleres y tertulias sobre lo terrible que son los extremistas de derecha. El lobo, el lobo, vociferan. Como aquel pastorcito mentiroso. Jean-Luc Mélenchon, el insumiso francés que visitó a Colombia, entendió que los “cordones sanitarios” contra la extrema derecha estaban pegados con babas, como se probó en Suecia e Italia. Mélenchon fue hasta la cueva del monstruo para desafiarlo. Demostró que de la cueva sólo salían rugidos y fanfarronerías. Un tigre de papel o un oso con pies de barro, en lenguaje de la vieja izquierda. A un tipo como Jair Bolsonaro no se le derrota llamándolo “fascista” sino destrozando su retórica con ideas claras, como lo hizo el candidato Petro en Colombia. Hablándole a los trabajadores, mediopensionistas, desempleados y pobres, allí donde cuela la demagogia de la extrema derecha. Una izquierda que le habla a su propia élite o chapotea en las cofradías identitarias está perdida. ¿Por qué los pobres votan por la extrema derecha? Porque no entienden los jeroglíficos de cierta izquierda. Los muñequitos que les pinta la extrema derecha son más fáciles de entender. Manos a la obra, Comején.
3. Superando la velocidad del sonido
“Prefiero que me critiquen por hacer el cambio que por no hacerlo”, resumió Petro luego de una reunión con su equipo de gobierno. “Hoy superamos la velocidad del sonido”, tuiteó el presidente luego de volar en un avión de combate. La izquierda y las fuerzas progresistas de Colombia deben convencerse de que estamos en un gobierno de cambio y hay que darse prisa. Convicción, responsabilidad, mística, austeridad y manos limpias, es lo mínimo que se le puede pedir a los líderes, lideresas y cientos de activistas que conforman la fuerza del cambio. Un buen gobierno es la manera de sellarle la jeta a la extrema derecha. Obras son amores y no buenas razones, titulaba el poeta y dramaturgo Lope de Vega.
4. Pelea de gallos
Hace unos días, Comején, me invitaron a una asamblea de activistas colombianos. Me llevó un rato encontrar el sitio. Una callejuela del laberíntico barrio El Raval de Barcelona. Se trata de una sede comunal por la que no entra un solo rayo de luz, lo cual daba un aire conspirativo a la reunión. Comenzó, como es habitual, a deshora. Fue una reunión caótica. Agarrados en minucias e historietas personales. Dónde te has metido, meditaba sin decir palabra. Era tanto el barullo que por momentos me veía en una riña del patio 2 de la Cárcel Modelo de Bogotá o en la cafetería de la Universidad Libre de Barranquilla batallando con los maoístas y trotskistas por el color de una pared. En qué siglo estoy, pensaba. Esto te lo cuento, Comején, para recalcarte que la extrema derecha se beneficia de la atomización de la izquierda. Hay que vacunarse contra eso. La extrema derecha italiana se aprovechó de la dispersión de la izquierda para ganar. Es muy sencillo de entender.
5. El cobertor de plumas o el encuentro con Blinken
Para el público colombiano fue más relevante el debate sobre el precio de una cobija que la visita de Tony Blinken, el secretario de Estado norteamericano. La extrema derecha consigue posesionar entre el público un tema bobo en detrimento de lo importante. El ruido en los medios y las redes ensordece, confunde a la opinión y hace caer en la trampa al gobierno. Consiguieron que el presidente de la república, Gustavo Petro, trinara sobre un trapo viejo; mientras que la apertura de la frontera con Venezuela, la reanudación de los diálogos con el ELN, la entrega de tierras a los campesinos, la reanimación de Monómeros, la intervención de las tarifas de energía y el plan de ayudas sociales se volvieran hechos irrelevantes. Vuelvo e insisto: las fuerzas aglutinadas alrededor del Pacto Histórico deben crear pronto un medio digital profesional, masivo, moderno y gratuito como vacuna contra el virus de la extrema derecha.