En tiempos de Covid-19 las redes sociales multiplican sus contenidos. Es fácil encontrar en Facebook publicaciones en las que hombres de distintas nacionalidades graban videos o postean imágenes “quejándose”, con aparente sentido del humor, por cómo han tenido que asumir algunas tareas de la vida doméstica. Estas imágenes no son fortuitas, reflejan el machismo estructural, ridiculizan el cuidado reafirmando estereotipos de género en el hogar, insistiendo en que las actividades del cuidar implican un sometimiento y una responsabilidad, y son únicamente las mujeres quienes las deben asumir.
En tiempos de Covid-19 no solamente preocupa el aumento del índice de contagiados y de muertes a causa del virus, sino también la exacerbación de las condiciones de desigualdad en un sistema capitalista, neoliberal y feminicida, violento por antonomasia, en el que las mujeres siguen siendo explotadas e invisibilizadas en los espacios públicos y privados, muy a pesar del virus.
A las mujeres les han delegado los oficios del cuidado, y esa heredada carga social en sus manos ha reproducido y legitimado condiciones de violencia estructural (…)
Hay más que una sola pandemia. Las estadísticas referenciadas por algunos medios reflejan, cómo en el aislamiento preventivo o en el confinamiento obligatorio, las mujeres están enfrentando una sobrecarga respecto a las labores del cuidado. En el artículo Violencia contra las mujeres, una pandemia en crecimiento se refieren datos alarmantes sobre las condiciones que las mujeres, siendo afirmadas históricamente como las únicas responsables del cuidado, viven en la cotidianidad actual. “En el caso de Colombia las llamadas a la línea 155 se han incrementado en un 142% a nivel nacional, en Bogotá aumentó 42%, el volumen de llamadas a la línea púrpura ha aumentado en un 200%, informó revista Semana.” [1]
A las mujeres les han delegado los oficios del cuidado, y esa heredada carga social en sus manos ha reproducido y legitimado condiciones de violencia estructural, siendo ellas asumidas siempre como las únicas encargadas de la exigencia invisible[2], que no es otra cosa que ocuparse sin descanso de todo lo concerniente al hogar: niños, cocina, reproducción, limpieza… labores del cuidado que se relacionan, lamentablemente, con la división de actividades según los roles de género tradicionalmente asumidos por hombres y mujeres.
Según la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLC), alrededor de un 67% del personal de salud son mujeres quienes, como médicas o enfermeras, están enfrentando los impactos de la pandemia en sus trabajos.
Reflexionar sobre el cuidado es sin duda evidenciar cómo las lógicas hegemónicas no solamente han llevado a la humanidad a la depredación de la naturaleza, amparada en la falacia del desarrollo sino también como se ha restringido el cuidado de la vida, haciéndole creer a un gran porcentaje de la sociedad, que las mujeres son la primera línea del cuidado, sustentando con esta idea las condiciones de opresión que implica el patriarcado, agudizando las desigualdades e imposibilitando en los espacios considerados como privados (la casa, el hogar), el equitativo reparto de la carga de cuidados, de las labores que recaen, de manera desproporcionada, en las mujeres.
Las ideas que corroen son aquellas que incitan a la reflexión. Se le atribuye, a la palabra cuidado, una raíz etimológica relacionada con el pensamiento, con la reflexión, es decir, que quien cuida reflexiona. En plena pandemia, hablar del cuidado nos debe movilizar a la reflexión, instigándonos a controvertir las lógicas acumuladoras y violentas desde aprendizajes tempranos, estimulando la corresponsabilidad de quienes conforman un hogar para hacer parte de la red de cuidado. El cuidado no es una labor exclusiva de las mujeres, es un imperativo colectivo, y es tan urgente como la necesidad de abrir espacios decisivos sobre políticas locales y globales en los que las mujeres estén incluidas, espacios en los que se disputen las lógicas de poder legitimadas y reproducidas en lo cotidiano vital, en las narrativas machistas, las mismas que se vuelven virales en publicaciones profundamente misóginas, donde se afirma que lavar los platos, preparar el alimento, encargarse de los niños, asumir las tareas básicas del hogar es una cosa de mujeres o es un hecho extraordinario que otros solo pueden asumir en condiciones extraordinarias.
Lo interesante también es que las mujeres, en medio de esta crisis, no hemos dejado de pensar y accionar la ampliación del cuidado. Ollas comunitarias, iniciativas de solidaridad e intercambio, colectivización de las tareas para apoyar a quienes más lo necesitan, son parte del abanico de acciones comunitarias protagonizadas por mujeres para enfrentar la pandemia.
Que la pandemia no nos paralice la reflexión. Que a pesar de la pausa aparente en la que dicen, ha entrado el mundo, le otorguemos movimiento a la reflexión política de los actos cotidianos. Cuidar no es solamente responsabilidad de las mujeres, cuidar es en este punto de la historia un compromiso vital que debemos asumir en todos los espacios, públicos y privados, pues es en últimas el cuidado el sustento de lo que está vivo.
Que las ideas acerca del cuidado como decisión vital política, en este panorama 2020, puedan empezar a corroer la estructura capitalista, patriarcal y violenta, que ya se ha visto, es obsoleta.
[1] Disponible en https://pares.com.co/2020/05/06/violencia-contra-las-mujeres-una-pandemia-en-crecimiento/#:~:text=Otro%20punto%20que%20se%20debe,de%20parar%20o%20tener%20un
[2] https://reddesalud.org/es/novedades/mujeres-la-primera-linea-del-cuidado