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Manual para perder elecciones

La izquierda colombiana, en una estrategia equivocada, lo único que está ofreciendo es antiuribismo.

Imagen de Reimund Bertrams en Pixabay

Imagen de Reimund Bertrams en Pixabay

Martín Marchand es un millonario con aspiraciones políticas. En su casa de campo ha reunido a un grupo de asesores y creativos para diseñar la campaña de un nuevo partido. Un chico, que parece o se hace el tonto, pregunta en la reunión sobre la ideología de la nueva formación. El asesor principal, luego de mirar al chico y al candidato, responde que son de centro. A veces un poco más a la izquierda, a veces lo contrario, explica sonriente. El candidato mira a su asesor. Piensa un rato. Dirige la mirada hacia el chico. Se produce un silencio en la sala de reuniones. Yo preferiría ser de extrema derecha o de extrema izquierda que ser de centro, dice el candidato. El centro no atrae a nadie, la gente busca extremos, concluye. 

El fresco anterior se puede ver en El candidato, filme dirigido por el rioplatense Daniel Hendler. La película trae un recado: la ideología se está convirtiendo en mero suplemento de la estrategia electoral. Un millonario, como Trump, logró seducir y ganar el voto de millones de proletarios estadounidenses. Un bocazas, como Bolsonaro, pudo someter la voluntad de cientos de miles de brasileños que habitan en las favelas. Reducionistas, como Salvini en Italia o Johnson en Reino Unido, consiguieron voltear a la opinión pública a su favor. Con plata, verborrea o reduccionismo se ganan elecciones y plebiscitos. Con estas tres cosas la extrema derecha colombiana ganó un plebiscito y la Presidencia.

El activismo de izquierda se mueve fácil en la lucha callejera pero en las urnas se dispersa. Potente lucha social pero insuficiente renta electoral. ¿Por qué este desnivel?

¿Cómo ganarle la partida a la derecha colombiana? No es fácil, Comején. La izquierda colombiana no tiene músculo financiero, en sus filas hay charlatanes pero no tantos como en la derecha y es dada a volver complejo lo que a simple vista es simple. Pero el principal problema que tiene la izquierda en Colombia es su estrategia electoral. El activismo de izquierda se mueve fácil en la lucha callejera pero en las urnas se dispersa. Potente lucha social pero insuficiente renta electoral. ¿Por qué este desnivel? Te voy a dar, Comején, tres explicaciones.

La primera tiene que ver con algo que podría llamarse “Síndrome Uribe”. La izquierda colombiana lo único que está ofreciendo es antiuribismo. La retórica está centrada en lo que hizo, hace y hará el ex presidente Álvaro Uribe. Existe una pléyade de analistas, columnistas y caricaturistas que llevan años pensando, opinando y caricaturizando a Uribe sin que esto se haya traducido en una debacle o desmovilización de la extrema derecha. Por el contrario. Ocurrió en Estados Unidos y Brasil. Mientras la izquierda corporativista desacreditaban la retórica de Trump y Bolsonaro y se ensañaban contra sus extravagantes figuras, los estrategas de la extrema derecha conquistaban a millones de electores.

La segunda explicación guarda nexo con la comunicación. La izquierda está contaminada por los grandes medios. Sus principales dirigentes son influenciados y reseteados conforme a las ideas dominantes. La revista Alternativa murió y desde entonces la izquierda no ha podido crear un medio independiente de alcance masivo. Lo que hay son portales para pequeñas cofradías. La izquierda se queja del sesgo de los grandes medios pero sigue alimentándose de ellos y no confía en los pocos medios independientes que existen. No hay en Colombia medios como Página 12 de Argentina, Público o diario.es de España que hacen contrapeso a la ideología dominante. No hay en Colombia un canal o programa on line, con marca de izquierda, que tenga un seguimiento notable. Tampoco es alternativa ese genero de portal web en los que tres individuos, que son parte del sistema, –Los Danieles- sean tomados como los salvaguardas del activismo antisistema. La comunicación es un asunto que la izquierda colombiana no se lo ha tomado en serio. Sin contrapeso mediático el juego político se hace más difícil.  

A la mayoría de votantes les importa un comino o no entienden los debates identitarios alimentados por la izquierda. Es la tercera explicación, Comején, del porqué la influencia de la extrema derecha aumenta entre sectores de la población que, por su condición económica y social, debería optar por la izquierda. Mientras la extrema derecha simplifica su retórica, la izquierda bienpensante se esfuerza en crear más y más identidades cuyo objetivo no van más allá del que puedan conseguir para los miembros de su tribu. Autores norteamericanos como Mark Lilla y Bret Easton Ellis achacan al ilimitado debate identitario la derrota del progresismo y la izquierda de los Estados Unidos ante el hiperbólico Donald Trump. Mientras Trump hablaba para que lo entendiera el pueblo norteamericano, la izquierda sólo ofrecía mensajes para el dilatado arco identitario. La izquierda antes se dirigía principalmente a la clase trabajadora, ahora le habla básicamente a las capas que tienen ingresos altos y medios, lugar en los que cada individuo se cree una vedette y ocurren enredadas polémicas identitarias. La trampa de la diversidad, como tituló el madrileño Daniel Bernabé a su exitoso libro, en la que ha caído la izquierda.

Escritor y analista político. Blog: En el puente: a las seis es la cita.

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