No se me ocurre otra forma para titular esta columna, y eso que nunca me ha gustado utilizar insultos para comunicarme, pero es que hoy, adoptando el improperio local de la ciudad en la que vivo desde hace veinte años, me cago en todo. Estoy harta, furiosa, triste, y me siento impotente porque no puedo hacer otra cosa que expresar mi cólera en un texto.
Poco antes del confinamiento compré dos billetes de avión para viajar a Colombia por 1.500 euros. Dos semanas después se cerraron las fronteras y se cancelaron todos los vuelos. Avianca me envió un correo con un enlace en el que podía cambiar la fecha del viaje. Completé el formulario y recibí una respuesta en la que decía que esperara veinte días para recibir confirmación, pero la notificación no llegó nunca. La estoy esperando desde hace dos meses. Y sí, ya revisé también el spam de mi correo.
Uno se deja arropar por ese lenguaje cariñoso tan propio de la cultura colombiana. Si mi amor, si mi vida, tranquila mami que yo le resuelvo.
He llamado no sé cuántas veces a la oficina de atención al cliente, pero nunca responden. Marque uno si quiere hablar con un operador. Marco uno, pero solo consigo escuchar la misma voz autómata que me dice que mis datos personales están protegidos por no sé quien. He intentado hacer la gestión por Internet, pero el número de reserva que tengo no es admitido. Vuelva a intentarlo. Y he vuelto a intentarlo varias veces, pero no funciona.
Ayer estuve una hora chateando con Jennifer, quien me pedía que le brindara cinco minuticos más para hacer la gestión. Cuarenta minutos después me escribió Diego, quien también me pidió que le brindara cinco minuticos más para hacer la gestión. Dijo que lo único que podía hacer era darme un número nuevo de reserva, y que si quería viajar sin pagar un impuesto adicional debía hacerlo antes del 30 de noviembre, de lo contrario, deberá abonar 89€ doña Erika, que pase buena tarde y gracias por confiar en Avianca.
También les escribí en Twitter, aprendí a hacer un hilo que nadie leyó porque no tengo por costumbre insultarme frecuentemente con nadie, mucho menos en redes; pero tan pronto como nos sea posible nos comunicaremos con usted, doña Erika. Gracias por confiar en Avianca.
Fui al aeropuerto para poder hacer la gestión personalmente. Por supuesto, casi no me dejan entrar porque solo se permite el acceso a los viajeros, pero puse mi cara de beneficiaria de UNICEF y el vigilante me dejó pasar. En el mostrador, un operario protegido con mascarilla, guantes y placa transparente sobre la cara me preguntó si había llamado, si había intentado hacer la gestión por internet. En ese momento escuché la sabia voz de mi madre hablando desde el otro lado del mundo diciéndome que me calmara, que se consigue más con miel que con hiel. Antes de que me dieran las gracias por confiar en Avianca di la vuelta y me fui.
Bogotá está ardiendo y la intelectualidad barata de Twitter dice que la protesta debe ser pacífica, silenciosa, ordenada. Vaya coma mierda.
Volví a casa en silencio, frustrada porque no he podido resolver el problema. En el metro pensaba en lo mucho que Avianca representa a Colombia. Luce con orgullo el rojo sangre que la caracteriza. Siempre tiene una sonrisa para ofrecer soluciones que no llegan, protegida y amparada por la ley que siempre se acomoda al poderoso. Prometen, engañan, marean, no cumplen, pero gracias por confiar en nosotros. Y lo peor es que uno confía en Avianca y en el país. Por eso se firman acuerdos de paz, por eso se hacen programas de reinserción para ex combatientes, por eso todos los amigos que soñaban con trabajar en el posconflicto corrieron a hacer doctorados en derechos humanos. Porque uno confía, pero siempre pasa lo mismo.
Uno se deja arropar por ese lenguaje cariñoso tan propio de la cultura colombiana. Si mi amor, si mi vida, tranquila mami que yo le resuelvo. Pero la respuesta a la confianza es una puñalada con moñito, porque eso sí, Avianca me ha jurado que me va a resolver el problema, y la policía está jurando que va investigar la muerte del abogado al que mataron ayer. Y usted y yo sabemos que ninguna de las dos cosas va a pasar. Vaya coma mierda.
Veo las noticias y no puedo evitar la angustia y el asco que me provoca ver a los medios hablando con eufemismos, a la alcaldesa diciendo que va a poner a la policía en su sitio, al presidente haciéndose el pendejo. “Procedimiento policial” llaman a la paliza despiadada propinada a un ciudadano desarmado. “Asesinato múltiple” se llaman ahora las masacres de toda la vida. Timochenko dice que la guerrilla nunca reclutó niños. Mancuso dice que va a cantar hasta La traviata. Que quiere contarle al país los detalles de la relación de Uribe con los paramilitares, pero la fiscalía se va a hacer la de la vista gorda y ajá, ya sabemos que la notificación de la verdad no va a llegar nunca. Vaya coma mierda.
Bogotá está ardiendo y la intelectualidad barata de Twitter dice que la protesta debe ser pacífica, silenciosa, ordenada. Vaya coma mierda. Se cagaron el proceso de paz, la corrupción tiene al país al límite, Hidroituango esconde miles de muertos bajo sus aguas, la miseria devora a los campesinos, las empresas de salud cobran medio millón de pesos mensuales a los usuarios, pero los deja morir en la puerta de los hospitales; ya van más de 300 líderes sociales asesinados desde que se firmó el acuerdo de paz, y la costumbre de resolverlo todo a punta de plomo ya no espanta a nadie; pero la protesta debe ser pacífica, silenciosa, ordenada y sumisa. Vaya coma mierda.
Yo no puedo hacer nada desde acá más que escribir, desahogarme y asumir que esta tarde me va a llegar un WhatsApp con la convocatoria para ir a protestar a la Embajada de Colombia en Madrid por la brutalidad policial, sabiendo que en la oficina diplomática nadie nos va a escuchar porque la protesta siempre se hace de noche cuando no hay nadie trabajando. Vaya coma mierda.
Si a usted le parece terrible que se quemen autobuses y se rompan los vidrios del CAI en Villa Luz, pero no se despeina con la muerte de un hombre desarmado, ni con lo que pasa en Colombia desde hace un siglo, vaya coma mierda. Si cree estoy exagerando, que estoy loca, histérica y que mi lenguaje es soez, que debo mantenerme serena, callada, pacífica, silenciosa y sumisa, mejor vaya coma mierda.