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La experiencia solidaria de las ollas populares en Uruguay

Las ollas comunitarias son una mezcla de algunos de los principales valores que se pueden ver en la sociedad uruguaya, como el marcado espíritu organizativo, la constancia y la solidaridad militante

Cerrito, Montevideo

Cerrito, Montevideo. Imagen de Greta Schölderle Møller en Unsplash

Nadie la esperaba, no porque no hubiese ocurrido antes, sino porque el sistema en que vivimos ha enseñado a sus vasallos que la meta es la felicidad, y esa felicidad se materializa en cosas, objetos, elementos con brillo, con luces, con números y letras, medidas, tallas, referencias y modelos. 

Incluso con las guerras hay más memoria, una especie de soberbia histórica en que se recuerda que las tragedias que merecen estar presentes en el imaginario colectivo son las que creó el ser humano. Las que simplemente “ocurren” parece que no merecen ser recordadas. La pandemia de gripe española y la Primera Guerra Mundial ocurrieron durante los mismos años, pero sobre la primera no se tiene tanta memoria como sobre la segunda.

Solo un puñado de gente tiene presentes esas cosas, saben que ya ocurrió, que está ocurriendo justo en este momento y que sin ninguna duda volverá a ocurrir. La humanidad ya había perdido la memoria sobre las posibles consecuencias de una pandemia, ya había ocurrido antes de 1918 también, pero es poco lo que quedó en la memoria de la humanidad.

Al final del día, cuando cae la tarde, se ven las filas de la gente que llega con una bolsa, o a veces llega solamente con la esperanza de que, al menos por ese día, no pasarán en blanco.

Cuando la novedad y el terror se combinaron y la humanidad entera se vio encerrada, la naturaleza empezó a reclamar su lugar, gracias a los medios se vio en tiempo real los cielos azules, las criaturas silvestres paseándose por las calles y los centros urbanos. Entonces se habló del fin del capitalismo, el surgimiento de una nueva sociedad, la construcción de un nuevo y mejor orden y unas nuevas formas de relacionarse en función de la vida.

Muy poco de eso pasó, el sistema no solo se mantuvo, sino que la discusión filosófica quedó a un lado suplantada por el hambre. Los que acumularon siguieron acumulando y los que sacrificaban sacrificaron aun más. El encierro y el aislamiento son posibles solo gracias a las posibilidades materiales que tiene la población para subsistir en esas condiciones.

Cada país ha mostrado la manera en que se gestionan las manifestaciones de esa crisis. En países como Colombia, las familias que estaban en crisis, ponían una tela roja a la vista para que la solidaridad de organizaciones y vecinos, les diera una mano con alimentos e implementos de aseo.

En Uruguay, durante la crisis de 2001-2002, surgió una modalidad de organización comunitaria que ha logrado frenar un poco la situación más cruda por resolver en el creciente número de personas que viven por debajo de la línea de pobreza en el país. Las ollas comunitarias son una mezcla de algunos de los principales valores que se pueden ver en la sociedad uruguaya, como el marcado espíritu organizativo, la constancia y la solidaridad militante.

El número de ollas comunitarias es variable, algunas nacen y otras se pueden terminar por diferentes causas, pero en este momento alimentan a cerca de 50 mil personas en todo el Uruguay. Las proyecciones nos son halagüeñas, la contracción económica producto de la pandemia, catalizadas por las decisiones de un gobierno que le apuesta a la concentración de la riqueza en manos de los sectores más poderosos bajo la fórmula clásica neoliberal, la misma que, dicho sea de paso, fue la que generó la crisis de 2001, harán que seguramente el regreso de las ollas populares haga parte del paisaje durante los próximos años.

Las estadísticas se pueden acomodar, maquillar y puede haber todo un discurso dispuesto para transmitir por todos los canales en franja triple A, que todo no es como parece. Pero al final del día, cuando cae la tarde, se ven las filas de la gente que llega con una bolsa, o a veces llega solamente con la esperanza de que, al menos por ese día, no pasarán en blanco.

El Uruguay es solidario, la gente ayuda, pero no hay que tomar la foto desde el lado más cómodo, la gente no debería tener que ir a una olla comunitaria, el Estado puede darle la vuelta a la situación generando mecanismos alternos que le den otro rumbo a la situación. Pero todo termina siendo una decisión política tomada por gente que conoce las ollas populares solo en relatos y fotos.

Periodista, ilustrador y artista visual de Caras y Caretas.

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