Si yo digo conciliación, tú dices que sabes cambiar pañales.
Si yo digo violación, tú dices que nunca sin consentimiento.
Si yo digo carga mental, tú dices que lavas los platos cada noche.
Si yo digo brecha salarial, tú dices que también vives de un sueldo.
Si yo digo feminicidio, tú dices homicidio.
¿En serio? ¿No te cansas de ir a la defensiva cada vez que te explico los motivos que me llevan a marchar el 8 de marzo? A mí sí me cansa tu cantinela perpetua de “no todos los hombres somos así”.
Te estoy hablando de patriarcado y tú me sueltas el discurso del siglo XXI con todos los derechos y libertades adquiridos. Visto desde tu óptica las mujeres salimos a trabajar cada mañana y a votar cada cuatro años, pero tus limitaciones te impiden ver lo que pasa dentro de casa. Además de la jornada laboral, asumimos las labores domésticas con toda la logística que suponen y además vigilamos que todos, incluidos mascotas y niños, estén sanos, limpios y alimentados. ¡Los cuidados, vaya! Esos que llevamos liderando desde que salimos de la cueva. Cuando estás en casa, entras en la categoría de “ayudador” y necesitas que te indiquemos exactamente qué hacer, cuándo y cómo para sentirte plenamente integrado al engranaje familiar. Prefieres no hacer cosas por iniciativa propia, porque asumes que en casa manda ella, que ha sido así desde siempre. De manera que si el niño o la niña se enferma y llaman del colegio es ella la que debe pedir permiso en el trabajo para recogerle y, después de tantos permisos, es ella la que debe pedir reducción de jornada porque ¡quién mejor que mamá para sacrificarse!
Y sabes que las medidas de conciliación laboral y familiar son insuficientes. Has visto a algunas compañeras de la oficina llorando en los pasillos porque no les permiten hacer teletrabajo y tampoco tienen con quién dejar a sus hijos. Las escuchas y les ofreces tu hombro, pero no puedes hacer más. Porque tú eres muy comprensivo y detestas el machismo, pero cuando te llega un vídeo con las imágenes que alguien grabó en un baño público de mujeres, las tienes que compartir con tus amigos porque será el tema de conversación de esta noche en el bar. ¡Y los chistes, claro! ¿Cuántos chistes de zorras te sabes? ¡Triunfarás con tu repertorio! Por supuesto te repugna la noticia que circula todo el día en la tele sobre la violación masiva a aquella chica, pero también piensas que nada tenía que hacer en la calle a esas horas y que ¡pobrecita! ella misma atrajo la desgracia con esa manera de vestir.
Yo te creo cuando me dices que te preocupa el bienestar de tu bebé o que te aseguras de que tus relaciones sexuales sean consentidas. Pero, aunque hagas algo decididamente valiente por las mujeres que tienes a tu alrededor, no te has dado cuenta de que esa tendría que ser la actitud normal, no la excepción. No voy a colgarte una medalla ni a borrarte de las estadísticas del patriarcado porque bien sabes que ostentas unos privilegios solo por el hecho de haber nacido hombre. En una entrevista de trabajo nunca te han preguntado si eres padre o planeas serlo; cuando triunfas nunca se ha cuestionado con quién te acuestas o no; nunca has tenido miedo a ser violado cuando vuelves a casa por la noche…
Deja de gritar “¡no todos los hombres somos iguales!” como si mis reivindicaciones tuvieran que ver exclusivamente contigo. Si en serio quieres desmarcarte del machismo, demuestra que has entendido que esta lucha la libramos juntos, tú y yo. Empatiza. No quiero ni tu cátedra ni tu compasión ni tu indiferencia.