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Los cuidados en el centro de la vida

Lo vemos en el contexto actual, en países que expulsan y países que acogen, donde se generan las cadenas globales de cuidados, que involucran especialmente a las mujeres migrantes que dejan a sus familias en origen y llegan a países de acogida a cuidar las familias de otros, a hijos y abuelos de otros.

Barcelona. Arte Callejero.

Barcelona. Arte Callejero. Imagen de José Cabeza en Pixabay

Mucha agua ha corrido por los cauces feministas desde que en el siglo XV Christine de Pizan se valiera de su privilegiada posición, que para la época le otorgaba la licencia del acceso a la educación, para plasmar en sus escritos algunas reivindicaciones en defensa de los derechos de las mujeres en la Corte de Carlos V. Y muchos puentes se han cruzado desde que en su ensayo El segundo sexo, la filósofa francesa Simone de Beauvoir analizara la condición femenina desde distintos puntos de vista y nos acercara a la comprensión de la situación de las mujeres y su papel en la sociedad. 

Para 2019 un estudio citado por el diario El País, a pocos días de celebrarse el 8M, situaba a España como uno de los países donde la creencia de la igualdad entre hombres y mujeres estaba más extendida.

Históricamente la iniciativa de las mujeres a la hora de tender esos puentes ha sido el punto de partida para alcanzar todo lo que, especialmente en el siglo XX, han conseguido, dado que el sistema patriarcal, (neo) colonial y capitalista en el que se ha estructurado la sociedad no ha tomado la iniciativa y tampoco se lo han puesto fácil. Sin duda alguna, mujeres como las estadounidenses Angela Davis, Judith Butler, la mejicana Gloria Anzaldúa, las españolas Concepción Arenal, Celia Amorós, o la dominicana Ochi Curiel -por citar sólo algunas- han sido determinantes para que las mujeres no solo tiendan los puentes, sino que los crucen conquistando para sí derechos que de manera “natural” no les habían sido reconocidos. 

El feminismo tardío de España

Dadas las condiciones políticas de España y la fuerte influencia de la Iglesia católica, el feminismo tardó un tiempo en abrirse paso. En el siglo XIX la figura de la mujer no tenía cabida, algo muy distinto a lo que comenzaba a pasar en Europa. Por ello, el feminismo español se centró inicialmente en conseguir derechos sociales tan elementales como la educación, el trabajo, o la autonomía económica de las mujeres casadas, y no tanto en las demandas de igualdad política como el voto por el que, desde Rosalía de Castro, mujeres como Clara Campoamor o Emilia Pardo Bazán trabajaran tanto. 

Que a las dos semanas de la muerte del dictador Francisco Franco se realizara en Madrid el “Día de la Liberación de la Mujer” dice mucho de la necesidad de las españolas por reivindicarse y en todo lo que soterradamente habían estado trabajando, hasta llegar al punto en que para 2019 un estudio citado por el diario El País, a pocos días de celebrarse el 8M, situaba a España como uno de los países donde la creencia de la igualdad entre hombres y mujeres estaba más extendida. Pero, llegar a esta sensación no ha sido tarea fácil y aun así queda bastante camino por recorrer. 

Cuentos de la criada
Imagen de Denise Litchfield en Pixabay

De las movilizaciones en contra de la violencia machista que tímidamente fueron tomando forma a partir del asesinato de Ana Carabantes en 1997, hasta llegar a la trascendencia que tomó el caso de “la Manada”, las españolas se han empoderado en sus reivindicaciones, ya no solo por la hegemonía masculina, sino por temas tan importantes, pero aun así silenciosos, como el techo de cristal, la desigualdad y las discriminaciones múltiples, que ni términos como “feminazis”, acuñados para restar importancia al movimiento, pueden silenciar o detener.  

El feminismo hegemónico, aquel que se centraba únicamente en el género, ha dado paso a nuevos modelos y alianzas con otros movimientos periféricos como el LGTB, que permiten hablar de una nueva epistemología para entender los feminismos. De la misma forma, la globalización cultural ha permitido que en España hayan irrumpido movimientos como el Me Too que, entre otras cosas, se puede decir que comenzó un poco antes que en Estados Unidos, no con el mismo nombre, pero sí como una gran ola feminista de rechazo al patriarcado y a la violencia; o el “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, que más que el derecho al aborto, lo que reivindica es: educación para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto seguro para no morir. 

Los cuidados y las migraciones

Así como el movimiento feminista en España se ha visto permeado por otros movimientos globales, también a él han llegado voces como las de las mujeres inmigrantes, muchas de ellas provenientes de zonas en conflicto, de países en los que lo siguen teniendo muy difícil a la hora de hacer valer sus derechos y sean escuchadas sus reivindicaciones.  

De tiempo atrás, el feminismo plantea que lo personal es político, y es así como entra al debate el tema de los cuidados como parte fundamental de la vida. Visto no solamente como un trabajo remunerado, sino que se pone sobre la mesa el planteamiento de qué pasaría en esta sociedad si nadie cuidara a nadie, si no hubiese quién atendiera, por ejemplo, a los mayores, a la infancia o a las personas dependientes. 

Hemos hablado con Mercedes Rodríguez, psicopedagoga colombiana y líder feminista exiliada en Madrid, quien hace parte del órgano rector de La Comala, cooperativa madrileña de economía social feminista que trabaja en el sector de cuidados y en la consultoría en temas de educación para la transformación social. Desde la articulación con la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe y el Grupo de Turín, desde hace más de una década vienen trabajando, proponiendo e incidiendo en agendas y escenarios para posicionar las reivindicaciones del trabajo de los cuidados.

Para la activista, estos son trabajos fundamentales para el sostenimiento de la vida y siendo conscientes de ello, el feminismo plantea el autocuidado como comienzo fundamental, seguido del trabajo reproductivo (dado que se realizan en el espacio privado del hogar) de cuidar y de limpiar que son, además, productivos, esto si la sociedad asigna el valor social y económico, lógicamente.

En España existe la Ley de Cuidados, pero se quedó en el papel sin desarrollo. Estamos convencidas de que los cuidados son el centro de la vida y por lo tanto se les debe asignar el valor que merecen para que, entre otras cosas, nuestros mayores no sufran tanto abandono como vemos a diario. 

“El 90% del trabajo de cuidados lo realizan las mujeres y de ellas, el 68% son mujeres inmigrantes. Normalmente, el mandato de género patriarcal sobre ellas es ‘ser para los demás’, e históricamente se le ha asignado su función social de cuidadoras por ‘naturaleza’. Pero una vez la mujer se ha incorporado al mercado laboral, continúa asumiendo este mandato, por tanto, sigue asumiendo su trabajo productivo de ocho horas, más el trabajo reproductivo del hogar. Esto cuando no tiene el privilegio de contratar el servicio de una empleada del hogar y la limpieza. En la mayoría de los hogares la distribución de dichas tareas sigue sin tener un reparto equitativo. Así entonces, el trabajo del hogar y los cuidados no goza de reconocimiento, ni social ni económico” -señala Mercedes. 

La legislación al respecto también es discriminatoria hacia las mujeres que cuidan 

-afirma-.  Las trabajadoras del hogar en España están bajo el régimen especial, donde sus derechos son mermados, por ejemplo, no cotizan al paro y no cuentan con políticas de prevención de riesgos laborales, entre otras cosas. Es decir, sus condiciones de trabajo no son las mismas que las de cualquier trabajador del régimen general, de tal forma que, en términos de derechos, es una discriminación laboral bastante clara. 

Mercedes reflexiona sobre lo que ha significado para las mujeres el trabajo productivo fuera del ámbito del hogar y la importancia de las políticas públicas para los cuidados de la infancia, de las personas mayores o la conciliación de la vida familiar y laboral, algo fundamental para zanjar los desequilibrios en el reparto de las tareas y los roles, además de la integralidad de los cuidados. “La cuestión es que la Ley de Conciliación tal como está planteada no favorece a la mujer inmigrante trabajadora del hogar, pues está pensada sólo para el ámbito empresarial, negándosele este derecho a las trabajadoras del hogar. Lo que planteamos, es que se generen políticas que respondan realmente a los criterios de igualdad y no discriminación. 

“Las feministas proponemos que, para generar un verdadero Estado social de derecho, el cuarto pilar de la sociedad debe ser el de los cuidados y que, de manera transversal, existan como política pública. En España existe la Ley de Cuidados, pero se quedó en el papel sin desarrollo. Estamos convencidas de que los cuidados son el centro de la vida y por lo tanto se les debe asignar el valor que merecen para que, entre otras cosas, nuestros mayores no sufran tanto abandono como vemos a diario. 

Por otra parte, en España existe la Ley de Igualdad de Oportunidades, pero al respecto surge el debate de cómo impacta esta Ley a las mujeres inmigrantes, cuando les atraviesa una Ley de Extranjería, cuando les afecta una Ley de Trabajo del Hogar especial que discrimina en protección, garantías y derechos. Si la intención con la Ley era que nadie se quedara atrás, ésta se quedó corta, pues no incorpora un pilar tan importante como son las trabajadoras del hogar y los cuidados”. 

El cuidado global

La sicopedagoga es contundente al afirmar que cuando ellas plantean que los cuidados son el centro de la vida, lo hacen por la correlación que existe entre las múltiples crisis globales, como la ambiental, fruto de un modelo depredador que agota recursos finitos, no solo naturales sino también de mayor explotación de humanos. Por la correlación con las crisis de refugiados y la movilidad humana, con leyes como las de extranjería, con la externalización de fronteras con su modelo de securitización y, ahora con la emergencia sanitaria. Así entonces ¿dónde queda la interdepencia? 

Es relevante como los cuidados nos interpelan por lo que tiene que ver en lo personal y colectivo, y el cómo superar la lógica individualista que atrapa a Occidente, algo totalmente en contravía de lo que somos los seres humanos, que somos sociales, relacionales, que sin este tejido colectivo no somos nada. Lo vemos en el contexto actual, en países que expulsan y países que acogen, donde se generan las cadenas globales de cuidados, que involucran especialmente a las mujeres migrantes que dejan a sus familias en origen y llegan a países de acogida a cuidar las familias de otros, a hijos y abuelos de otros. 

Myanmar
Myanmar. Imagen de sippakorn yamkasikorn en Pixabay

La invitación que nos hacen los nuevos feminismos, hoy en debate, es al cambio de la lógica individualista de competición de las políticas neoliberales -señala Mercedes- que nos lleva a competir por migajas sin que nos solucione lo verdaderamente importante, pues lo que necesitamos es un tejido social que nos arrope y nos auto cuide, más especialmente a las mujeres inmigrantes. 

Entonces, la cuestión es cómo reconstruir tejidos sociales de otra manera, desde lo subjetivo, sabiendo que lo personal es político, reconociendo que somos seres interdependientes, como lo demostró la pandemia. Todo está conectado y se requiere poner el cuidado en el centro de la vida, no solo para lograr bienestar físico, emocional y social, sino para el buen vivir y el buen convivir sin ningún tipo de discriminación y opresiones. 

“Yo invito a que la gente se ponga en el papel de una trabajadora del hogar interna, que piense que ella tiene vida propia y que tiene derecho a conciliar su vida laboral con la familiar y que pensemos si un día, o día y medio de descanso a la semana se lo permite. Nosotras no proponemos acabar con su trabajo. Lo que proponemos es que haya un Estado social de derecho justo, que se asemeje al de los países nórdicos, donde la figura de la interna no existe, porque el Estado ofrece dispositivos como centros de atención a la infancia, a personas mayores o con discapacidad funcional, suficientes guarderías y atención a domicilio que permiten cuidados integrales para quienes lo demandan, a la vez que permiten a las trabajadoras ejercer todos sus derechos y, eso, estamos seguras, no es nada descabellado, por supuesto si hay voluntad política” concluye Mercedes Rodríguez. 

Periodista, comunicadora social y grafóloga bogotana. Trabajó en varios medios y oficinas del Estado colombiano. En Oviedo, España, fue la cara visible de la Revista "Gente de Asturias", publicación del desaparecido Periódico "La Voz de Asturias". Desde España ha sido corresponsal y colaboradora para diversos medios colombianos. Actualmente escribe para Planeta Futuro del Diario "El País" y, desde el espacio personal de su blog www.ypensandolobien.com, nos cuenta su particular manera de entender el mundo. 

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