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La sostenibilidad es el nuevo caballo de Troya

Este artículo sería un ejercicio banal si pretendiera demostrar que la sostenibilidad fue un invento de la izquierda. Nada de eso. Sin embargo, hay cuestiones que forman parte del patrimonio ideológico, tanto en la izquierda como en la derecha. Como la igualdad de género, en el primer caso, o el derecho a portar armas, en el segundo.

Marine Le Pen con granjeros de Isla Reunión. Imagen de Richard Bouhet, AFP

Marine Le Pen con granjeros de Isla Reunión. Imagen de Richard Bouhet, AFP

La ultraderecha hace cultura, decía hace unos días Sami Naïr, en un artículo de opinión para el diario El País.

Como las olas del mar, vuelven cada cierto tiempo los rumores de que la extrema derecha ha ganado la batalla cultural en Occidente. Que la izquierda no tiene ideas frescas, que no tiene respuestas frente a la crisis, que es ambigua cuando alcanza el poder, que es blanda ante los nacionalismos identitarios, en fin, que a falta de una revolución a la vista, parece haberse contentado con unos cuantos escaños aquí y allá.

Con un poco de memoria se puede ver de otra manera. Una de las principales preocupaciones de la agenda política mundial, el desarrollo sostenible, es el resultado de aportaciones de intelectuales y líderes progresistas en todo el mundo. Sin embargo, esta historia no se ha contado al gran público.

El más grande fracaso de la ultraderecha, la caída del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, dio origen al concepto del desarrollo sostenible. No sólo fue derrotado el régimen de Hitler, también un conjunto de valores científicos que hoy serían el argumento perfecto para un thriller psicológico, pero que entonces eran ampliamente aceptados por la comunidad científica. El darwinismo social fue empleado para explicar el dispar desarrollo socio económico de los países, mediante el vínculo entre la eugenesia biológica con la idea de Estado-Nación.

Tenía que ser un biólogo inglés el encargado de desmontar aquella locura. Jules Huxley -un burgués ilustrado y hermano del visionario novelista Aldos Huxley- tuvo que deshacerse de esta creencia, como primer director de la Unesco, cuando el organismo tomó una posición al respecto en 1950:

“El mito de la ‘raza’ ha creado una enorme cantidad de daño humano y social. En los últimos años, ha cobrado un gran precio en vidas humanas y ha causado un sufrimiento incalculable. Todavía impide el desarrollo normal de millones de seres humanos y priva a la civilización de la cooperación efectiva de mentes productivas.”

Los destrozos dejados por la guerra aún estaban siendo recogidos, cuando Huxley asumió en 1948 la tarea de crear la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), para estudiar el impacto de la actividad humana sobre el medio ambiente. Era la señal inequívoca de una nueva prioridad para la comunidad internacional. La propia trayectoria del biólogo fue un viaje moral, un reconocimiento de que creer en la superioridad de unos hombres sobre otros, sólo traería destrucción al planeta. Los primeros informes de la UICN realizados por encargo de las Naciones Unidas (ONU) ya denunciaban los efectos nocivos de la industria de los pesticidas.

Estos documentos circularon durante décadas en los despachos de la burocracia internacional, sin mucha pena ni gloria, hasta que un acontecimiento sin importancia aparente aceleró el cambio. En 1981 la socialista Gro Harlem Brundtland llegó al poder en Noruega. Era la primera vez en la historia que una ministra de medio ambiente ocupaba el primer cargo de un país. Además de ser la primera mujer y la más joven en su país. En su informe Brundtland para la ONU, afirmó en 1983:

“La degradación medioambiental, considerada en primer lugar como un problema que atañe principalmente a las naciones ricas y como un efecto secundario de la riqueza industrial, se ha convertido en una cuestión de supervivencia para las naciones en desarrollo. Se trata de una parte de la espiral descendente de un declive ecológico y económico conjunto en el que se encuentran atrapadas muchas de las naciones más pobres. A pesar de las esperanzas oficiales expresadas en todas partes, actualmente no se identifica tendencia alguna, ni programa o política, que ofrezca verdaderas esperanzas de colmar el creciente foso que separa a las naciones pobres de las ricas. Y como parte de nuestro ‘desarrollo’ hemos acumulado unos arsenales de armas capaces de desviarnos de los caminos que la evolución ha seguido durante millones de años y crear un planeta que nuestros antepasados no reconocerían”.  

Brundtland reconocía el trabajo de otros socialistas para llegar a estas conclusiones, como el de las comisiones del alemán Willy Brandt y el sueco Olof Palme, ambas orientadas a cuestiones como las desigualdades y la seguridad, con ramificaciones en la gestión de los recursos naturales. Hubo excepciones, como Margaret Tatcher, que señaló públicamente los primeros indicios del calentamiento global. Pero en general, la derecha se apuntó al bando de los negacionistas, resumida con desparpajo en la tristemente célebre frase del expresidente norteamericano George Bush (hijo): “El crecimiento primero, la ecología después”.

Este artículo sería un ejercicio banal si pretendiera demostrar que la sostenibilidad fue un invento de la izquierda. Nada de eso. Sin embargo, hay cuestiones que forman parte del patrimonio ideológico, tanto en la izquierda como en la derecha. Como la igualdad de género, en el primer caso, o el derecho a portar armas, en el segundo. Lo dice el Real Instituto Elcano en su estudio Los españoles ante el cambio climático. Mientras que los negacionistas del cambio climático llegan a ser un 16% entre los votantes de derecha, entre los de izquierda es solamente del 7%. 

“En el extremo más preocupado por el medio ambiente estaría un adulto de entre 30 y 44 años, licenciado universitario y de izquierdas mientras que en el otro se encontraría una persona mayor, jubilada o ama de casa, con bajo nivel educativo y de derechas”. (Fuente: el Ágora, diario del agua).

El reto para los votantes es elegir a los gobernantes adecuados. En tiempos de post verdad, fake news, antivacunas, esto es todo un reto para los ciudadanos con una memoria histórica configurada por los stories de Instagram. Pero, ¿votarías por Abascal si te dijera que está dispuesto a subir el impuesto a la gasolina? No tendría mucho crédito el diputado bilbaíno, luego de haber dicho que el cambio climático es una “excusa para decirnos qué tenemos qué comer, cómo nos tenemos que mover”.

El lobo con piel de oveja se llama Marine Le Pen. Ante la creciente relevancia de la sostenibilidad en los resultados electorales, la francesa hace una apuesta cada vez más notoria por la protección del medio ambiente, pero en clave nacionalista. Los verdaderos patriotas, según el nuevo programa de su partido Agrupación Nacional, son los que cuidan la tierra para ofrecer cultivos sostenibles a los franceses. Los nómadas, o los inmigrantes y los refugiados, serían aquellos seres sin interés por cuidar aquella tierra que los acoge porque no es suya.

“Los partidos de la derecha radical se han convertido en partidos electoralmente importantes y se dan cuenta de que por toda Europa, y más allá, la ecología tiene el viento en popa, porque responde a interrogantes profundos de una parte importante de la población”, dice Camus, director del Observatorio de las radicalidades políticas en la Fundación Jean Jaurès. “Es un terreno que desean ocupar porque creen que durante demasiado tiempo lo ha monopolizado la izquierda y la extrema izquierda”. (Fuente: El País).

Algunos pasajes del Informe Brundtland parecen escritos un día cualquiera de esta pandemia. Ya entonces se señalaba que uno de los principales obstáculos para las políticas medioambientales eran aquellos mismos políticos encargados de ponerlas en práctica: 

“Muchos problemas económicos internacionales continúan sin solución: la deuda de los países en desarrollo continúa siendo seria; los mercados de materias primas y del petróleo son sumamente inestables; la afluencia financiera hacia los países en desarrollo es gravemente deficiente; el proteccionismo y las guerras económicas se ciernen amenazadoras. En una época en las que instituciones multilaterales, y su normativa, son más necesarias que nunca, se las ha desvalorizado. Y la noción de responsabilidad internacional para el desarrollo ha desaparecido virtualmente. La tendencia hacia las relaciones multilaterales está en baja y se afirma la predominancia nacional.”

Periodista para medios como diario El País y Público en España, y desde 2016, director de All Media Consulting, agencia de marketing especializada en movilidad eléctrica.

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