“Darlo todo aquí y ahora”, se lee en una de las últimas piezas gráficas de Teck24, reconocido grafitero de Bogotá, tomada a su vez de la canción En las calles del dolor, del grupo de rap Reincidentes BTA, es consigna que sintetiza, en gran medida, el sentimiento y la convicción de actuar, de las multitudes de jóvenes que se han volcado a las calles a hacerlas suyas.
Entre muchas otras cosas, el paro nacional ha sido también una explosión de creatividad: de teatro, de performance, de danza, de batucadas, de orquestas, de grafiti y de rap. El sentido común de la ciudadanía lo hemos venido ganando también desde la disputa por la estética y el relato cultural de la nación. Y allí, el movimiento hiphop ha jugado un papel cada vez más importante, tanto en sus expresiones gráficas, mediante el grafiti, como musicales, con el rap. La banda sonora de las barriadas y pobrerías volcada de manera decidida a apoyar las reivindicaciones del paro nacional.
Este protagonismo inusitado nos recuerda lo sucedido a finales de 2014 en Cuba, cuando ese gobierno descubrió que Estados Unidos, por medio de la USAID, intentó, entre 2008 y 2010, generar e impulsar un movimiento juvenil en la isla, principalmente a partir de la promoción, difusión y visibilización de artistas críticos con el gobierno: el grupo de rap Los Aldeanos y Silvito el Libre (hijo de Silvio Rodríguez), sin que estos supieran de lo que hacían parte. Según el portal CubaDebate, “Todo giraba en torno a una estrategia de manipulación sutil. Su objetivo: hacerse al mando del movimiento hiphop de la isla (…) Habían estudiado el entorno del hiphop cubano y llegado a la conclusión de que, por ser una fuente de disenso, ofrecía una oportunidad poco común y con un potencial para desarrollar la misión de “promoción de la democracia” de USAID”. Hay que reconocer que, desde su perspectiva, era acertada la estrategia de los gringos; y, en un ejercicio autocrítico, debemos también constatar que, en Colombia, históricamente, al interior de las izquierdas, el papel dado al arte y la cultura ha sido accesorio y subsidiario a la discusión política propiamente dicha, cuando no residual e incluso inexistente; más aún si se trata de expresiones culturales juveniles. Y, pese a ello, día a día la realidad nos demuestra que, en la actualidad, la lucha de clases es también -y, sobre todo- una lucha cultural, en la que los jóvenes, además, tenemos un rol fundamental. El momento actual del movimiento hiphop en Colombia así lo ratifica.
Nacido de los barrios marginales de Nueva York, y después popularizado a nivel mundial, las letras del género han narrado siempre la cotidianidad de quienes sufren la exclusión, la violencia, la estigmatización y sus consecuencias. En ocasiones, de manera cruda, evidenciando más un anhelo de ascenso social que de cuestionamiento a la estructura que perpetúa la segregación que se denuncia; en otras, con un contenido abiertamente antisistema, de protesta, y propuesta de transformación profunda. En todo caso, en ambos escenarios, el rap es hoy por hoy, la “música del barrio”: símbolo de juventudes populares que relatan experiencias compartidas y que se ha convertido en un sentimiento identitario de jóvenes en todo el mundo.
Así, en los barrios, en los puntos de resistencia, en las movilizaciones, en parlantes, pancartas y arengas, el rap ha estado en la primera línea del paro nacional, como un actor político fundamental. Ha habido eventos propios que son ya hitos de la historia de la escena, como El Rap se Manifiesta, que llegó a congregar a alrededor de 15 mil jóvenes, en medio de un concierto móvil; o El hiphop colombiano resiste, en Medellín, también de enorme asistencia. En ambos casos, y en otros muchos más convocados en estas y otras ciudades, se hizo énfasis en que más allá de una fiesta o un festival, estábamos frente a una toma cultural.
El carácter rebelde y emancipador del hiphop, además de su demostrado poder movilizador, no termina de ser asimilado, valorado, ni comprendido por las izquierdas tradicionales. La juventud movilizada reclama también un relevo generacional del movimiento social y popular, que conlleva la necesidad urgente de revisar prácticas, de renovar liderazgos y, sobre todo, de ejercerlos de manera distinta. El paro es también una impugnación a la izquierda tradicional que, lamentablemente, parece no sentirse interpelada.
Entre tanto, el movimiento hiphop se continuará posicionando como referente revolucionario y juvenil de la necesidad de cambios. Como dijeron los parceros de Alkolirykoz: “El rap siempre tuvo la razón”.
El hiphop de la revuelta
EL COMEJEN le pidió a Manuel Garzón que curara una lista de los temas de hiphop que han puesto el ritmo y el rumbo en la revuelta popular juvenil en Colombia. Esperamos que disfruten del resultado y que visiten nuestra cuenta de Spotify, donde también encontrarán los primeros episodios de nuestro podcast «Ideas que corroen».
Y la ñapa: