Hagamos un poquito de memoria, porque los jóvenes de la primera y segunda línea no tienen porqué saber estas cosas, si es que nadie las ha contado la genealogía de su propia rabia: los autores del paro sí existen. Los más conocidos se llaman César Gaviria y Álvaro Uribe. Otros, los de la sombra, se llaman Sarmiento Angulo, o se escudan en acrónimos.
César Gaviria, que llegó a la presidencia en 1990 por un albur (era Luis Carlos Galán quien debía ser elegido, pero lo mataron), es el gran iniciador de varios de los mayores desastres sociales cuyas consecuencias se extienden hasta hoy. ¿Por qué? Porque es uno de los presidentes que más impronta neoliberal ha dejado en el país. Esto significa: privatizar todo lo que es rentable para la nación. Hacer crecer al sector financiero en desmedro de los sectores productivos. Desinteresarse por la desigualdad. César Gaviria fue quien privatizó el sistema de pensiones en Colombia. Bajo su gobierno la salud se volvió un buen negocio. Fue bajo su gobierno que la precaria economía agrícola colombiana se abrió al mercado mundial, causando su ruina. Bajo su gobierno, se persiguió con el cargo de “terrorismo” a sindicalistas que hacían paro para evitar la privatización de Telecom. Fue su gobierno el que privatizó los puertos. César Gaviria fue precursor en fumigaciones con glifosato y en equiparar a campesinos cultivadores de amapola con “narcotraficantes”.
¿Hubo protestas? Sí, en los noventa había protestas contra toda esta ola neoliberal, pero eran tímidas y la prensa no las seguía de a mucho. ¡Pero sí que las hubo! Por ejemplo, el primer cacerolazo (año 92) que hubo en Colombia lo hicieron mujeres de la Costa Pacifica, mujeres negras que salieron a bloquear durante cinco horas la vía. Protestaban contra el aumento del IVA, contra los malos servicios públicos, contra el puerto de Buenaventura. Ellas presagiaban que ese puerto iba a servir a los grandes negocios y a alimentar mafias, sin dejar nada positivo para ellas o sus hij@s. Nadie las escuchó.
Hoy, de hecho, César Gaviria no tiene mala prensa. A lo sumo, los jóvenes de hoy no saben quién es el director del Partido Liberal, y sobre todo ignoran que sus medidas, el “revolcón” (o sea, invertir las prioridades del país para beneficio de unos pocos millonarios) las logró aprobar con una excelente treta publicitaria. César Gaviria logró sus objetivos porque exhibió una bonita Constitución. A la par que privatizaba y generaba empobrecimiento, sacaba comerciales en la televisión defendiendo la tutela, el talismán con que los colombianos creen que ejercen sus derechos. En realidad, la tutela es una demostración de lo mal que están los derechos fundamentales. Recuérdese por ejemplo que el primer motivo de tutela, la tercera parte de todas las cientos de miles de tutelas invocadas, son justamente… ¡Para lograr obtener una cita o fórmula médica, una operación! En suma, para obtener un derecho, porque los derechos no son rentables en el sistema de salud que el propio gobierno Gaviria, con ponencia del congresista liberal Álvaro Uribe, impulsaron.
Así que la multitud empobrecida, los manifestantes que no tienen de dónde ahorrar para pagar la educación que debería ser gratuita, la rabia en las calles porque algunos hacen negocios con los ahorros y el trabajo de los colombianos, todo esto tiene un primer autor y se llama César Gaviria. Sus sucesores, por supuesto, siguieron estos lineamientos.
De Álvaro Uribe existe mayor memoria, porque su gobierno es más reciente y porque la estela de su proceder ha calado en toda Colombia. ¿Sus modales? mandar el puñetazo antes que perder. Políticamente, bajo el tema de la “seguridad”, ha enviado un mensaje muy claro: “la fuerza antes que el diálogo”, o “manda el más fuerte”. La lección he hecho mella. Por eso, si hoy hay sectores que aplican estos métodos, que se niegan a dialogar y en vez de eso usan la fuerza, es porque utilizan este repertorio de acciones. Claro está que Álvaro Uribe también utilizó el poder para hacer aprobar medidas lesivas para la mayoría de los colombianos, como una reforma laboral en la que el trabajador sale perdiendo, las reformas tributarias regresivas, gabelas a las grandes empresas o la firma de tratados de libre comercio, que terminaron de arruinar a las empresas que no habían sucumbido en años anteriores.
La consecuencia de estas «reformas» son el empobrecimiento generalizado, a la par que hay un enriquecimiento descarado de los señores de la finanza y los acrónimos de Aval, GEA, etcétera. Los jóvenes de primera, segunda y siguientes líneas no tienen futuro, pero los amigos millonarios de los políticos tienen asegurados años de beneficios delante suyo.
Lo que las primeras líneas sí perciben es que esos Gaviria, Uribe y compañía, están incrustados en el poder. Saben que manejan las riendas de sus desacreditados partidos, que son la correa de apropiación de la salud, la educación, las pensiones, el transporte, el suelo y el subsuelo. Y es que en la mayoría de los partidos colombianos, la política es sinónimo de cambiarle el destino a lo público. Los “dueños” de estos partidos se comportan como un club cerrado. Han hecho inmensas fortunas, en capital económico y en capital social, con la política electoral. Son expertos en mantener las reglas opacas de funcionamiento de esos partidos, que hoy no son más que la patente necesaria para hacer grandes negocios. Los políticos llevan años intrigando para perpetuar su poder en esas organizaciones. Intrigan también para perpetuar esa apropiación por medio de sus descendientes. Gaviria y Uribe llevan empollando un buen rato y nos quieren embutir a sus vástagos.
A dos meses del inicio del paro, estos señores deben entender que el pueblo colombiano está hastiado de este sistema. De la primera línea con cascos de colores a la olla comunitaria, del pensionado inquieto a la que lleva desempleada varios años, del estudiante que hace pintas al periodista curioso, todos reclaman un cambio. Dicen, decimos “no más” a esos simulacros de partidos políticos; “no más” a esos barones; “no más” a la apropiación de lo público; “no más” a la privatización de lo que les pertenece a los colombianos. El pueblo colombiano les dice «no va más» a estos señores apoltronados. Dice no más a los cargos hereditarios, no más a la riqueza de los señores de la sombra en desmedro de las mayorías. ¡No más robo a la nación!