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¿Qué podemos aprender de las cucarachas?

Hace unos años en un viaje a China, vería a un amigo comerse una cucaracha frita, me dijo que sabía a maní, tuve la tentación de tomarme la foto sosteniendo el pincho de madera donde la servían para aparentar ser la más ruda de las rudas, pero el olor casi me hace vomitar.

Cucaracha

Ilustración de Tatiana Blanco

Un estudio científico afirma que las cucarachas prefieren habitar espacios de personas de avanzada edad y de bajo nivel socio-económico. No obstante, ni las mansiones de millonarios se escapan de estas inquilinas tan variadas que pasan inadvertidas.  Son vistas como plagas que hay que erradicar por el miedo a la transmisión de enfermedades. 


Es común escuchar que esta pandemia nos ha obligado a pensar en muchos asuntos.  Entre tantos que han merodeado mi cabeza, se suma el de las cucarachas. Mi apartamento hasta hace unos días estaba infestado de estos seres que me producían repugnancia.

El miedo a no poder ir a una sala de urgencias por una alergia respiratoria y tener el riesgo de contagiarme por Covid, evitó que contratara un servicio especializado de control de plagas.  Hubiera podido quedarme como un centinela toda la noche con una chancleta en la mano y no hubiera servido de nada. Esa fue la antesala de doce meses de convivencia con estos insectos. 

Se escondían en el día pero al anochecer salían a colonizar los gabinetes de la cocina.  Cada faena culinaria tenía que iniciar con el lavado de todos los enseres nuevamente.  

Descubrí sus guaridas porque dejaban su rastro en forma de polvo negro minúsculo que resulta ser el popó con el que alimentan a sus crías.

Como promete su slogan publicitario, el Raid Max las mataba al instante, pero pensaba, esto también me puede matar a mí a largo plazo con alguna sustancia tóxica cancerígena oculta, al sentir una sensación de ahogo en cada aspersión. 

No obstante, vencía mi paranoia y lo aplicaba, pero el nivel de infestación era tal que eso no servía. (Hasta el momento, no hay evidencias científicas que el contenido de ese producto, los piretroides, produzcan cáncer).  

Otra noche, mientras había una quema habitual del parque Isla Salamanca (reserva natural, supuestamente protegida, ubicada en la Costa Caribe colombiana) dejé las ventanas abiertas por accidente.  El olor asfixiante del humo entró en compañía de más cucarachas pero esta vez medianas y voladoras.  Se completaba mi colección de plagas diferentes a las cucarachas miniaturas color ámbar (Blattella germánica) y las otras pequeñas, regordetas y oscuras (Blatta orientalis), que habían colonizado los sitios más minúsculos, oscuros y recónditos de mi casa.

Por suerte, de las 4500 especies de cucarachas clasificadas en el mundo, solo tenía cerca de 3 tipos, al menos eso es lo que pude apreciar.

Ejecuté una misión imposible, la de limpiar a profundidad y a diario todo el apartamento para dejarlo reluciente sin ninguna migaja y así matarlas de hambre en la noche.  

¡Qué ingenua!  

Las cucarachas pueden practicar el canibalismo si es necesario.  Y si una bomba atómica no las había matado de inanición no se iban a morir en mi casa.

Con todo esto mi pareja hacía bromas, haciendo voces infantiles a manera de fábula:

-Por fin una casa reluciente, este es el lugar perfecto para nosotras.  Esto es un hotel boutique.

Lejos de causarme risa, el tema ya me afectaba.  Me daban demasiado asco, me sentía frustrada de sentirme viviendo en un lugar sucio por tenerlas a ellas de cohabitantes y con la idea de estar gestando alguna infección con algo que se salía de mi control.  

Hasta que un día empezaron a salir de día, esto indicaba que la infestación era muy alta.

Yo había agarrado un frasco de orégano cuando sentí una leve caricia en el brazo. Era el roce de una cucaracha como de  un centímetro y medio, mi grito ha podido ser ambientado con la banda sonora de Psicosis de Alfred Hitchcock.

En el chat de vecinos del edificio nos recomendaron un veneno muy efectivo que funciona como atrayente sexual.  La batalla duró una semana hasta que dejé de ver cucarachas medianas y muy pequeñas por toda la casa.  

Pero hubo una víctima colateral. En un rincón encontré una lagartija muerta, la posición en la que estaba parecía a la de una persona muerta en combate.

Este episodio al que a más de uno le parecerá una tontería me puso a pensar en toda clase de disertaciones filosóficas sobre el desequilibrio que en algunas ocasiones los humanos desencadenamos en la naturaleza en nuestra hegemonía racional.

Entendía la importancia de la lagartija como limpiadora natural de este hábitat doméstico, con ella no tenía prejuicios estéticos porque si bien es intimidante como todo reptil, no despierta el sentimiento que inspira una cucaracha.  Y mi instinto primitivo capaz de asesinar a un ser vivo, al igual que lo hace un depredador, afloró y no pude evitarlo. 

Y en ese sentido, ya lo advertía Nietzsche, el hombre debe aceptar las implicaciones de su instinto connatural porque su temor lo ha llevado a vivir frágilmente.

Los atributos de las cucarachas

Hace unos años, en un viaje a China, vi a un amigo comerse una cucaracha frita. Me dijo que sabía a maní, tuve la tentación de tomarme la foto sosteniendo el pincho de madera donde la servían para aparentar ser la más ruda de las rudas, pero el olor casi me hace vomitar.  No sé si por las cucarachas o por el resto de animales exóticos que se servían en esa fritanga a cielo abierto en una calle popular de Pekín.

Se calcula que las cucarachas llevan 300 millones de años habitando la Tierra, tuvieron el privilegio de habitar con los dinosaurios y sobrevivir a esa extinción.  Su resistencia es su mayor rasgo evolutivo.  Ellas si que pueden aplicar el cliché de “reinventarse”, porque hasta pueden vivir sin cabeza unas semanas, vuelan, se orientan por el olor, reducen a la mitad su esqueleto para poder entrar en cualquier espacio diminuto y hasta vencen toda cantidad de obstáculos para aparearse en sitios muy oscuros gracias a que sus antenas están conectadas a sensores de olor que tienen en sus circuitos neuronales.

Luego de los ataques con bombas atómicas a Hiroshima y Nagasaki, despertaron la curiosidad de los científicos al verlas circular entre las ruinas. Después se comprobaría que son capaces de soportar un nivel de radiación 10 veces superior al que destruiría a un ser humano corriente.

Si el deseo de aniquilarlas por completo se cumpliera, nos meteríamos en un gran aprieto ambiental. En China se encuentra una granja cálida y húmeda que cuida a mil millones de estos insectos.  La meta es que gestionen la basura de centros urbanos, evitar el uso de vertederos, proporcionar alimentos más nutritivos para el ganado y buscar la cura de algunas enfermedades. Las pruebas biotécnicas muestran cómo devoran toneladas de restos de basura al instante. 

En modo de broma le dije a mi hijo que está obsesionado con crear e interpretar superhéroes:

-Deberías hacer el Hombre Cucaracha, ese si sería indestructible.

-Nadie vería la película, a todos les daría asco. 

Fue muy tarde, ya le había inoculado mis prejuicios sobre las cucarachas.  

Días después circularía por Internet  la noticia curiosa de un hombre que había llevado al veterinario una cucaracha malherida que había encontrado en la calle.  Tal vez esta persona alcanzó cierta “iluminación” al desprenderse de mitos, prejuicios y códigos estéticos preestablecidos al sentir verdadera compasión por ese ser viviente que hemos despreciado toda la vida. 

Como dijo el sanitario esta es una gran lección para entender que cualquier vida es valiosa.

Periodista.

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