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Amenazas en Uniatlántico, un flagelo que se recicla

Mary es docente universitaria y de escuela, es matemática pura y tiene varios postgrados encima, varias especializaciones, una maestría y un doctorado que casi culmina. Se puede decir que ella vive por y para las matemáticas.

Colombia en el punto de Mira

En el punto de mira. Obra del maestro Duván

El lunes pasado llegaron a mi número de WhatsApp personal y al de mi compañera sentimental unos mensajes en los que advertían que, de seguir apoyando el paro, su vida correría peligro. Ella es docente universitaria y de escuela, es matemática pura y tiene varios postgrados encima, varias especializaciones, una maestría y un doctorado que casi culmina. Se puede decir que Mary vive por y para las matemáticas.

Es increíble ver cómo se desprecia tanto la vida en Colombia y cómo las amenazas en la Universidad del Atlántico recuperan terreno en un campus golpeado por los grupos paramilitares, dejándolo como la universidad pública con mayor número de víctimas mortales y un sinnúmero de víctimas de desplazamientos, amenazas y demás.

De parte de la institución universitaria recibimos un parco mensaje del vicerrector de Bienestar que sonó más a una palmadita en el hombro que a una manifestación de preocupación porque la vida de uno de los suyos corriera peligro. Las asociaciones docentes brillaron por su silencio al igual que las diversas expresiones estudiantiles, que poca trascendencia le dieron al asunto. Solo la Coordinación del Programa de Matemáticas al que Mary está adscrita se pronunció en contra de las amenazas y le manifestó su solidaridad, que es lo que en últimas se espera en estos casos, pues, por la modalidad de las mismas casi siempre es imposible identificar a los victimarios.

Es como si existiera un ambiente generalizado de indiferencia e insensibilidad ante la suerte de nuestros pares, como si poco o nada nos importara lo que pudiera llegar a sucederle a nuestros compañeros y compañeras.

Desconocemos las causas de estas amenazas, pues, éstas también afectaron a por lo menos otras tres docentes, que optaron por guardar silencio y mantener su nombre en el anonimato, que no fue nuestro caso, ya que decidimos exponer ante las redes sociales y la opinión pública esta situación de amenaza, porque precisamente es lo que buscan quienes ejecutan estos crímenes, generar terror en las personas y paralizarlas.

En nuestro caso, causó y sigue causando en nuestra familias mucha preocupación estos hechos que se dan ad portas de la escogencia de un rector o rectora en propiedad, que por primera vez en la historia de la universidad tendrá un período de por lo menos cuatro años, lo que indica cómo será esta campaña por el poder en la institución con el cuarto mayor presupuesto de la ciudad y el departamento, superada por la Alcaldía de Barranquilla, la Gobernación del Atlántico y la Alcaldía de Soledad (municipio vecino).

A pesar del miedo, Mary acudió a la emisora de mayor difusión de la ciudad a exponer el caso, gracias a lo cual tuvo amplia difusión a nivel local y nacional. A raíz de ello se prendieron todas las alarmas y en honor a la verdad las instituciones como la Defensoría del Pueblo, la Gobernación del Atlántico, la Policía Nacional y la Fiscalía General de la Nación han sido sumamente diligentes en la atención del caso, brindándonos el apoyo que cada una de ellas puede darnos.

Ojalá las autoridades puedan encontrar a los responsables de estos graves hechos que apuntan a enlutar nuevamente el alma mater, ya de por sí venida a menos por sucesivas administraciones caracterizadas por el desprestigio y la corruptela más voraz.

Las fuerzas oscuras que promueven estos hechos no vacilaron en el pasado para sacar de su camino a quienes se interpusieron en su afán por hacerse al poder universitario, así mataron a Lucho Meza, Alfredo Castro, Lisandro Vargas y decenas de líderes estudiantiles, profesorales y de trabajadores en un exterminio de casi 30 personas en menos de cinco años.

La Comunidad Universitaria debería hacer causa común por la vida y exigir de la administración universitaria un pronunciamiento serio y de fondo sobre estas amenazas y asumir con responsabilidad el papel de conductor político y veedor de los derechos humanos de todos y cada uno de los miembros del alma mater.

Un punto para comenzar debería ser la exigencia contundente y pública sobre las responsabilidades que estarían detrás de la muerte violenta y aún por esclarecer de la joven Madelayne Ortega, quien perdió su vida en medio de un paro universitario en diciembre de 2019.

Un pacto por la vida tiene que ser un punto de encuentro de todos y todas las universitarias de la UdeA.

Abogado natural de Barranquilla, Colombia. Maestrante en Protección Social. Activista social y columnista.

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