La estrategia del técnico: Estadio Ernest Happel de Viena, domingo 29 de junio. 20:45 hora local.
El espectáculo de verano no podía ser más esplendoroso: una muchedumbre multicolor agitando banderas colma las tribunas del imponente estadio de la antigua capital del Imperio Austrohúngaro. Los gladiadores del siglo XXI están listos para el match. El árbitro italiano Roberto Rossetti hace sonar el silbato al tiempo que extiende los brazos con la misma teatralidad de un torero. Con el pie derecho un atleta rubio pasa suavemente el balón al compañero de equipo que está a su lado a escasos cuatro metros. Un rugido espontáneo, ensordecedor, proveniente de la sumatoria de miles de gargantas se extiende como una onda explosiva y los satélites se encargan de propagarlo a todo el planeta. Ha comenzado el duelo de once contra once. El estratega Luis Aragonés es optimista: luego de 44 años España aspira a alzarse nuevamente con la Eurocopa.
La estrategia del comandante: base militar “General Urrutia”, Qala-i-Naw, Afganistán, domingo 29 de junio. 23:57 hora local.
A pesar de los informes de inteligencia que daban cuenta de la presencia de irregulares en la remota y polvorienta provincia de Badghis, el comandante del contingente español ha cedido al ruego de sus subalternos y ha permitido que estos se concentren alrededor de un televisor instalado en una de las barracas del fuerte con el fin de presenciar la final de la Eurocopa. El número de relevantes y centinelas se ha reducido, pues nadie ha querido perderse el juego y todo parece indicar que la noche transcurrirá sin novedad. Sin embargo, la estrategia del oficial se ve interrumpida por una explosión, luego otra, seguida por tres más. Una granada de mortero de 81 milímetros ha estallado muy cerca del grueso de legionarios que presenciaban el partido. Segundos después: confusión y desconcierto. Se ven caer dos cuerpos mientras la pantalla del televisor sigue reproduciendo las imágenes captadas a miles de kilómetros de allí. Apenas sucedía el minuto 27 del primer tiempo y los equipos aún no habían abierto el marcador. La vida de los aficionados del onceno nacional transcurría eufóricamente en los bares de Barcelona mientras que en tierra afgana los soldados morían.
La estrategia de la mujer: Cartagena de Indias, domingo 29 de junio.14:35 hora local.
En el populoso barrio de chabolas “Nelson Mandela” del caribeño puerto colombiano la música champeta que sale de una radiograbadora se encarga de alegrar la tarde. La mujer que cocina un caldo sobre un fogón de piedras escucha unos fuertes golpes contra la puerta de su miserable vivienda. Sin soltar el cuchillo con el que está pelando las patatas camina hasta la puerta y la abre con cierta precaución. En el vano de la puerta se ha plantado la figura enteca de su vecina quien sin mediar saludo le vomita en la cara: “Mataron a Genaro, lo acabo de escuchar por la radio”. Como si la hubieran fulminado con un pinchazo en la columna, la mujer deja caer el cuchillo al suelo y antes de desplomarse se arrepiente de la estrategia de permitir que Genaro, el hijo, se enrolara como soldado profesional en las filas del ejército peninsular. La promesa de su primogénito de volver por ella al cabo de dos años y llevarla a vivir a Barcelona quedó convertida en lo de siempre: un mero espejismo.