El huerto urbano autogestionado que había cerca de mi casa terminó su actividad hace alrededor un año. Donde había lechugas y pimientos empezaron a poner cemento para construir un hotel. Otro más. Donde había música en directo ahora solamente se escuchan los ruidos de las máquinas que utilizan para las obras. El modelo de Barcelona, pero también del resto de Cataluña y del Estado español, es un modelo de turismo que arrasa los espacios colectivos y los pone al servicio del capital.
“Pero ¿qué más da? Generará empleo y riqueza para todo el mundo. Toda la economía será más próspera”, dirán los convencidos neoliberales. ¿Seguro? Una mirada crítica y mínimamente profunda permite ver que eso no funciona así y que el modelo turístico y hotelero es excluyente e injusto. Y los beneficios que genera son solamente para unas pocas personas a costa de la precariedad de muchas otras, como es común.
Por suerte hay quien ha sabido leer esta situación a la perfección y ha hecho lo único que puede hacerse para combatir estas lógicas: organizarse, reivindicar y construir modelos alternativos. Hablo de Las Kellys, una asociación de limpiadoras de hoteles. Su nombre nació de la necesidad de dar la vuelta al clasismo popular que se refiere a la que limpia como la Kelly. Cogieron el estigma y lo llenaron de dignidad. Eso es orgullo: no desmerecerse sino al contrario, honrar lo que una es.
El nacimiento de Las Kellys se dio en el 2016. Lo que hasta entonces había sido una red de apoyos y un espacio para el desahogo, pasó a ser un espacio de lucha y autoorganización: si querían transformar precariedad que permeaba su realidad, debían pasar a la acción. Desde el asamblearismo, el trabajo en grupos territoriales y la dedicación de horas y energía, Las Kellys han ido construyendo unos objetivos que pretenden, como ellas mismas dicen, poner los intereses humanos por encima de los mercantiles.
Los años de experiencia en la reivindicación de derechos y la subversión del modelo de precariedad existente están llegando hoy en día a un punto de inflexión fundamental. Las Kellys se han propuesto alzar un modelo turístico y hotelero ético y responsable a través de una Central de Reservas autónoma vinculada al Sello de Trabajo Justo y de Calidad. Desde esta Central de Reservas, los usuarios podrán contratar alojamiento en todos aquellos hoteles que se ciñan a los requisitos del Sello, que son, entre otros, el cumplimiento del Convenio Colectivo, la igual retribución entre hombres y mujeres, la no externalización ni subcontratación o el fomento de las contrataciones indefinidas.
Para poder poner en marcha el proyecto se ha iniciado un proyecto de micromecenazgo y cofinanciación que, a través de donaciones, ha superado ya el mínimo de recursos necesarios para que esta Central de Reservas pueda ser una realidad. Casi 2.500 donaciones han supuesto hasta el momento 77.000€ que servirán para poder lanzar el proyecto. Parece, por lo tanto, que el modelo de turismo hotelero ético va a empezar a abrirse paso y a disputar la lógica tradicional del sector. Todo apunta a que en 2022 la Central de Reservas de las Kellys estará ya operativa.
El éxito del proyecto es ya inapelable y debe ser motivo de celebración. Pero tratando de ir un poco más allá podemos (y debemos) preguntarnos: ¿cómo han llegado a este éxito? De las muchas claves me gustaría incidir brevemente en dos. La primera: la crítica y la impugnación de lo existente es condición necesaria, pero no suficiente. Es fundamental la construcción de modelos alternativos a través de la autoorganización. La segunda: esta construcción de nuevos modelos requiere de objetivos claros, concretos y asumibles. Lo abstracto, en la lucha política, puede difuminar, confundir o desmotivar.
Las Kellys son ejemplo. Y los ejemplos están para que podamos aprender de ellos y tomarlos como referencia. Y para multiplicarlos por cientos y por miles, claro. Solo así, tomando estos ejemplos que construyen desde lo colectivo, lo cooperativo y lo autoorganizado, podremos conseguir nuevos espacios en los que la lógica imperante no sea la del capital, sino la de la dignidad de las personas.