“Historias no menos que reales”.
“La invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario”
El arte de la guerra. Sun Tzu
Seis de abril de 1992 y el cielo está nublado omayormente nublado. La probabilidad de lluvia se hace presente y se declara la guerra en Bosnia.
Allí se encontraba Amela, sentada tranquilamente en el corredor de su casa tomando una taza de café bosnio de los Balcanes. No llegaba a la edad de 20 años y estaba recién casada con muchas ilusiones esperando su primer bebé.
De pronto mira a unos hombres corriendo desesperadamente, podría decirse que eran sus vecinos, que agresivamente entraron a su casa y se llevaron a su padre, un hombre anciano y frágil, y a sus hermanos.
Desearía olvidar ese día, dijo Amela, mientras una lágrima besaba sus mejillas y recordaba ver los cuerpos de su padre y hermanos muertos brutalmente al lado de su casa.
A Amela la llevaron a un campo de violación donde los grupos paramilitares la violaron cada día. No solo yo viví ese infierno, cuenta. Éramos centenares de mujeres golpeadas y violadas a menudo en grupo.
Llevaban pasamontañas y me preguntaban si podía adivinar cuál de ellos estaba encima de mí, pero nunca vi sus rostros. Solo sé que perdí a mi bebé, y que las lesiones en mi columna hasta el día de hoy no me dejan dormir, dice Amela con los ojos cerrados y la voz entrecortada. Yo era fuerte, y un cuarto de siglo después me sigo sintiendo vulnerable, olvidada y abandonada por el gobierno y hasta por mi comunidad.
Durante los tres años del conflicto en Bosnia al menos 20 mil mujeres y niñas fueron violadas y abusadas, otras tuvieron que ver torturas y asesinatos de familiares, y algunas aún siguen buscando con esperanza los restos de sus seres queridos que nunca regresaron.
En un proyecto de la UNAM junto a artistas visuales, realizaron unas series de video-relatos, a las que llamaron: Historias sobre vulnerabilidad.
Y, ¿Qué es la vulnerabilidad?
Se viene a mi mente la canción de Joan Manuel Serrat que habla por muchos, dice por todos:
“No piden limosna, noNi venden alfombras de lanaTampoco elefantes de ébanoSon pobres que no tienen nada de nada”.
Normalmente asociamos la vulnerabilidad con las “minorías sociales” por tratarse de tener una condición frágil donde los demás son el blanco para recibir abusos, heridas y golpes, donde se borra metafóricamente la identidad del otro-otra y su identidad sexual.
Tampoco podemos dejar por fuera la condición laboral o la inseguridad económica o social, que es uno de los problemas con mayor desventaja en el resto de la población; y es que es bien sabido que entre más vulnerables nos encontremos, mayor ventaja para el enemigo.
Pero la vida misma nos ha enseñado que una guerra, una pandemia o un desastre natural nos ubica a todos y todas sin clase social en una posición vulnerable donde el miedo, la inseguridad y la falta de certeza pone nuestra vida en el pétalo de una flor.
El miedo debilita a algunos y fortalece a otros, y si logran intimidarnos, punto a favor para ellos y mayor dosis de vulnerabilidad para uno, ya que logran hacernos sentir pequeñitos y que obedezcamos ante el gigante que nos amenaza y, si obedecemos, nos hacen creer que escapamos de la lista negra.
A la vez, ante ciertas situaciones que nos ubican en una posición vulnerable dentro de la sociedad, nos damos cuenta cómo los gobiernos no reconocen su responsabilidad y siempre “la culpa es de otros”, dejando a la incertidumbre libremente vagar por las calles sin posibilidad de sentirnos seguros, en cierta medida.
Dice el dicho popular: “La esperanza es lo último que se pierde”, pero hoy en día, uno de los grandes problemas que enfrentamos en la sociedad es la falta de esperanza ante gobiernos que nos ubican en un estado de vulnerabilidad constante.
No hay nada seguro, ni el trabajo, ni los títulos obtenidos con tanto esfuerzo, ni la salud misma, todo pende de un hilo.
Y la canción continúa:
“Disculpe el señorSe nos llenó de pobres el recibidorY no paran de llegarDesde la retaguardia, por tierra y por mar”.
Hoy vemos cómo el cansancio moral y físico en los educadores, trabajadores del área de salud, arte, cultura y demás, nos ha puesto en un estado vulnerable donde las fuerzas son muchas y las herramientas son pocas.
Aún así, gritamos, bailamos y escribimos con la fuerza de creer que el pétalo de una flor puede ser tan resistente como la vida misma, que los movimientos sociales nos abrazan con su fuerza y no estamos solos, que la solidaridad nos ha llevado a un caminar que reconoce que solo juntos y juntas se puede buscar un bien común y que en la individualidad no está el mejor futuro.
No nos encontramos en el mejor escenario escogido, ni pedimos sentir este vacío llamado “incertidumbre”, como tampoco lo estuvo Amela o las 20 mil mujeres abusadas o violadas en la guerra de Bosnia. “Re-Existir” a todo pulmón, replantear los modelos obsoletos y transformar de manera integral a la sociedad con sus dimensiones económicas, sociales, culturales, ambientales y políticas, nos llevará a derrocar Estados y gobiernos corruptos para así, en medio de la vulnerabilidad de la vida, podamos pronunciar como dijo el poeta:
“Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad”.
Paul Eluard