“Un hilo de sangre salió por debajo de la puerta, atravesó la sala, salió a la calle, siguió en un curso directo por los andenes disparejos, descendió escalinatas y subió pretiles, pasó de largo por la calle de los Turcos, dobló una esquina a la derecha y otra a la izquierda, volteó en ángulo recto frente a la casa de los Buendía, pasó por debajo de la puerta cerrada, atravesó la sala de visitas pegada a las paredes para no manchar los tapices, siguió por la otra sala, eludió en una curva amplia la mesa del comedor, avanzó por el corredor de las begonias y pasó sin ser visto por debajo de la silla de Amaranta que daba una lección de aritmética a Aureliano José, y se metió por el granero y apareció en la cocina donde Úrsula se disponía a partir treinta y seis huevos para el pan”.
Yo vi una cinta roja que partía del cuerpo de un maniquí y se extendía por los diferentes pasillos del auditorio de la facultad de economía de la Universidad de Barcelona, se estiraba por las sillas, se metía a los rincones más inusitados de la inmensa sala, se pegaba a los zapatos de los invitados, asustaba a los desprevenidos y hacía desviar el camino y daba, sobre todo, una imagen de desorden como la historia misma. La cinta, como el hilo de sangre de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, terminaba en la conciencia de Úrsula Iguarán, otro maniquí en el otro extremo de la sala.
Entre la cinta, las maletas de viaje, las fotografías que ocupaban los asientos vacíos reservados al virus de la Covid-19 y las bancas ocupadas por los vivos, apareció una inmensa imagen de Jaime Garzón, el humorista asesinado en 1999, indicando con sus inmensas manos el destino que deberíamos seguir.
Así se iniciaba el VI Seminario Internacional de Pensamiento Crítico, esta vez centrado en la celebración del quinto aniversario de la firma del Acuerdo de Paz entre las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el Gobierno de Juan Manuel Santos. El acto de apertura estaba dedicado a García Márquez y a Jaime Garzón, cuyas existencias dedicadas a la creación y a la paz siempre reivindicaron el derecho a la vida como esencia misma del ser humano.
Poco a poco el recinto se fue llenando de exiliados, excombatientes, defensores de derechos humanos, consejeros de paz, sobrevivientes de guerra, fundadores de movimientos armados en la diáspora colombiana, torturados, expresidiarios, literatos, intelectuales, cantores, payasos, negociadores de conflictos y soñadores empedernidos. Hombres y mujeres que de una u otra manera se vieron involucrados y enredados por la cinta roja que se hacía ver por todas partes y que no dejaba dar paso alguno sin que sea tocado por ella, igual que aquel cordón de sangre que ha recorrido a Colombia desde los tiempos del coronel Aureliano Buendía hasta los últimos asesinatos de excombatientes de las últimas guerrillas desmovilizadas y de líderes sociales. Esa cinta roja que recordaba la más cruda violencia de las últimas décadas en Colombia, puso el toque de expectativa que tenía el Seminario y la curiosidad de lo que ha pasado y, sobre todo, lo que viene después de estos cinco años en los que el grito de la comunidad nacional e internacional ha impedido que el Gobierno uribista de Iván Duque haga trizas el Acuerdo de Paz, como lo prometieron y lo quisieron hacer.
Y sí, hubo respuestas a los interrogantes. Una, que la movilización popular y la valentía de un pueblo unido no solo es capaz de sobreponerse al miedo que quieren imponer las élites políticas y militares, sino que también puede despejar el camino hacia la esperanza, y que la imaginación logra dar rienda suelta a la creación de herramientas para derrotar el desasosiego a través de la construcción de un nuevo modelo de abordar la realidad concreta. El optimismo, ese que mueve conciencias y montañas, no solo es posible, sino que ya está en marcha. Así lo dejó claro Héctor Mondragón, economista e investigador de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo, cuya ponencia sobrecogió al público y desbordó toda expectativa.
Después, el Seminario continuó en una masía, (casa de campo en Cataluña), a 90 kilómetros de Barcelona, donde los invitados compartieron dormitorios comunes y sueños de paz. Alegres mujeres y hombres daban la bienvenida a toda iniciativa de convivencia común, y visibilizaban entre un café y un salón de actos el nivel de incumplimiento del acuerdo final de paz y sus consecuencias en el conflicto armado que sigue en Colombia.
Había colombianos venidos de todas partes: de Suecia, Noruega, Francia, Inglaterra, Colombia, España, El Salvador, Guatemala, Estados Unidos y otros países, y todos llevaban y compartían la misma exigencia al Estado colombiano de implementar ya, sin dilación alguna, el Acuerdo Final de Paz y pedir a la comunidad internacional un estricto seguimiento y acompañamiento de todo lo pactado en La Habana, Cuba, en 2016, recordando que el incumplimiento no es solo con los colombianos sino con el mundo entero, pues ese acuerdo fue firmado, incluso, por el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, ONU.
La convivencia armoniosa fue la norma. Los amigos que no se veían hacía años se sentaban a escuchar a los ponentes con toda su atención y después se les veía recordando a aquellos que ya no están, a los que se quedaron en el camino hacia la paz y siempre llegaban a la misma conclusión: respaldar al sistema integral de paz con especial reconocimiento a la CEV (Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad), que se dispone a la entrega de su informe final.
Todos tenían algo que recordar, decir o proponer, tanto que los moderadores no encontraron un sistema para escuchar a todos y todas y tuvieron que limitar ese torrente de interpretaciones, ideas y propuestas de quienes querían hacerse oír; para que sus peticiones sean tenidas en cuenta, sobre todo aquellas que exigían el respeto a la vida de los líderes y lideresas sociales y de su labor en favor de los derechos humanos y la paz, así como el respeto a la integridad de los manifestantes retenidos y la claridad inmediata sobre el paradero de las personas dadas por desaparecidas en el marco del Paro Nacional.
Unanimidad en la solicitud de que se retome con urgencia la mesa de diálogos de paz con el grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional, ELN, y se inicien conversaciones con los demás grupos alzados en armas que tengan vocación de paz. Este VI Seminario Internacional de Pensamiento Crítico se realizó como preámbulo a la celebración del quinto aniversario de la firma del acuerdo final de La Habana entre las FARC y el Estado colombiano, acontecimiento que tendrá lugar de manera simultánea en San José de Costa Rica, Nueva York, Bruselas, Quito y Montevideo, así como en todo el territorio nacional. ¿cuándo?
Para que ese hilo de sangre que ya era sangre desde la masacre de las bananeras deje de saltarse los umbrales de las puertas, recorrer bajo las alfombras, atravesar las plazas públicas y los campos de Colombia; para que ese hilo de sangre deje de saltarse las leyes y los derechos humanos, el honor y la esperanza de nuestros pueblos, los congregados recurrieron a la memoria de Jaime Garzón y todos los asesinados para darnos una segunda oportunidad de construir un nuevo país, en paz y con justicia social. Y para que pare la máquina de violencia en Colombia se debe estar activo en las instituciones, en las calles y tener un relato apropiado a nuestro tiempo, como el que pretende salir de este extraordinario Seminario.