Cuando mi grito se haga plano,
romperé el paracaídas de la perfidia,
inundaré los lagos de la sierpe
y bajarán fétidos,
los latidos y los látigos de la miseria.
La semblanza nos abrazará como los conos que se estiran
en el relieve abstracto del maullido,
cuando los gusanos mordisqueen
los rincones de nuestras venas.
Será el camino perenne de la soledad metálica;
Serán los pies desnudos
de las acariciadas rampas prodigiosas.
Lloverá al principio y
nevará al final.
Se multiplicará el sonido doliente de las servilletas
en su intento por imitar las hermosas rosas.
Mi muñeca dejará de moverme con espasmos cortos y
el dedo de la Creación señalará distraído,
el camino irreversible de la palabra y su suicidio.
Cuando mi grito se haga plano,
vocearan, desde las alcobas,
mis amigos voraces,
mis centinelas cojos.
Será el momento del flujo,
será la verdad
en los ojos del verdugo.
Nos comerá la Jota y se juntarán los naipes
como escuadrones visionarios de caballos atrasados,
de leones inmaduros,
de moscas devoradoras de ojos rojos
estrelladas en el firmamento con su última lágrima
en el momento de la Risa.