En extraordinaria jornada, las fuerzas alternativas principalmente agrupadas en el Pacto Histórico obtuvimos la victoria electoral más grande en la historia del país: de este tamaño es el logro alcanzado.
Por primera vez, una coalición de izquierdas es mayoría en el Senado de la República. Así mismo, los resultados de las consultas para la Presidencia consolidan la enorme esperanza de que Gustavo Petro sea el próximo presidente de Colombia, incluso en primera vuelta, como una posibilidad cierta. Los casi 800.000 votos de Francia Márquez la posicionan a ella y lo que representa; el antirracismo, el antipatriarcado, el anticapitalismo, como un gigante referente de la política nacional. Tanto así, que obtuvo más votos que el ganador de la consulta de la Alianza Centro Esperanza, Sergio Fajardo.
En las pasadas elecciones, el punto de inflexión tuvo lugar en las consultas de aquella ocasión, cuando el entonces candidato Iván Duque sacó 4’000.000. de votos; y Petro, alrededor de 2’800.000. El panorama es similar al actual, pero a la inversa: Petro, con 4’500.000, y el candidato de la derecha, Federico Gutiérrez, 2’200.000. Estos magníficos resultados, pese a la falta de garantías para hacer la campaña y la corrupción rampante en beneficio de los clanes políticos mafiosos, agazapados en los partidos tradicionales.
Ahora bien, la euforia del momento y lo histórico del avance, no pueden ocultar otras realidades preocupantes: en primer lugar, el objetivo de contar con 55 curules en Senado y 86 en Cámara, para garantizar mayorías alternativas que permitan la gobernabilidad, en este momento, es distante. En Senado, los votos del Pacto Histórico, la Coalición Centro Esperanza, Comunes y la Circunscripción Indígena, que apoya al Pacto, serían alrededor de 38. En Cámara, sumadas las curules alternativas, algo más de 50. Alarmante.
Como segundo punto, las fuerzas de la derecha y la extrema derecha agrupadas en el llamado Equipo Colombia, sin contar toda la capacidad del Centro Democrático, lograron una votación importante, de más de 4’100.000 votos en la consulta presidencial. Sabemos que las derechas suelen tener mucha más conciencia de clase que las izquierdas, y dejan sus diferencias a un lado para defender sus intereses comunes, lo contrario de lo que sucede en los sectores alternativos. Finalmente, la inminencia de un fraude electoral obsceno, de un montaje judicial e incluso del magnicidio de Gustavo Petro, dada la nula independencia de los órganos de control, la podredumbre de las FF.MM. y el inmenso poder institucional y parainstitucional de las mafias, son riesgos latentes que no pueden obviarse.
Ante este panorama, ganar la presidencia y garantizar la gobernabilidad, pasa por atraer a los sectores más liberales del establecimiento, reunidos en el Partido Liberal, en la U y en Cambio Radical. Sin embargo, aunque para algunos suene inverosímil e inaceptable, en la práctica esto ya viene ocurriendo. En Comisión Primera de Senado, y en gran medida en la Plenaria, en este momento Colombia Humana, Alianza Verde, Comunes, el Polo y los sectores autodenominados socialdemócratas del Partido Liberal, La U y Cambio Radical, conforman una suerte de bancada que vota casi todo de manera uniforme. Si eso es posible siendo oposición, mucho más viable lo será siendo gobierno, pactando bajo las condiciones de una mayoría de izquierdas: pasar de un momento histórico transicional a una profundización democrática implica hacer concesiones; no puede ser de otra manera.
Así mismo, no podemos dejar de hacer mención y reconocimiento a los partidos y movimientos Fuerza Ciudadana, Nuevo Liberalismo y Estamos Listas; que, pese a no obtener el umbral en Senado, lograron aproximadamente 440.000, 320.000 y 110.000 votos, respectivamente. Este gran caudal alternativo de 870.000 votos es también una impugnación a las izquierdas tradicionales y un reclamo justo y urgente para que sus agendas sean incluidas en un congreso y gobierno alternativos.
Por otra parte, por razones que merecen ser analizadas en distinta columna, el Partido Comunes ha disminuido aún más su ya escasa fuerza electoral, al sacar la mitad de los votos que había logrado en 2018, porcentualmente hablando. Sin lugar a dudas, un golpe durísimo. Por ahora, mencionar que el partido surgido como consecuencia del Acuerdo de Paz ha sido excluido de los esfuerzos unitarios del resto de las fuerzas democráticas, tanto por incoherencias de estas, como por graves errores de cuadros de Comunes, así como lo recientísimo del fin del conflicto y de las heridas aún abiertas por la guerra, que ha implicado, entre otras, el asesinato de cientos de firmantes y la consecuente falta de garantías para la actividad política, lo que, en todo caso, no excusa la exigua votación. Pese a ello, las 10 curules pactadas en el Acuerdo para esta colectividad toman un valor supremo para el Pacto Histórico, dada la gran dificultad en alcanzar mayorías. Este margen de maniobra será muy importante para el futuro inmediato.
Finalmente, al terminar de escribir esta columna, se confirman las curules CTEP (Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz), para Willam Aljure, de Mapiripán; y Orlando Castillo, del Naya; dos líderes ejemplares que llevarán las voces de las víctimas y de los territorios más apartados al Congreso de la República.
Así, por primera vez en la historia republicana del país, es posible e inminente derrotar a los clanes mafiosos de los partidos tradicionales y al uribismo. Para ello es necesario aunar esfuerzos, como nunca antes, en aras de construir la convergencia más amplia posible y alcanzar mayorías progresistas en el Congreso y así, viabilizar el avance de un nuevo poder institucional alternativo.
Vamos a lograrlo.