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La casa de Mama Icha

¿Qué es eso de tener raíces en un lugar que no conoces o que apenas recuerdas? ¿Se puede vivir toda la vida en un lugar soñando con vivir en otro? 

Ilustración de Cami Marín

Ilustración de Cami Marín

Si Mama Icha hubiera sabido que pasaría tanto tiempo antes de volver a Mompox no se hubiera ido. El destierro la engañó con la promesa de que el viaje sería corto, solo una temporada para acompañar a su hija y cuidar de sus nietos; pero el destino es caprichoso y Mama Icha se quedó 33 años en Filadelfia, en Estados Unidos. Si aguantó todo ese tiempo fue porque siempre tuvo la ilusión de volver. 

Mama Icha cumplió su deseo y con 93 años regresó a su casa. Su cuerpo invadido por el tiempo anhelaba despertar con el canto del gallo en la madrugada; balancearse en la mecedora en la terracita; sentir la brisa de diciembre en la piel, como cuando era niña. Atravesó el océano, la ciudad, las montañas, la trocha y el río para volver a Mompox a ver sus plantas; las únicas que guardan los recuerdos de la vida interrumpida.  

El director Oscar Molina acompaña a Mama Icha en su viaje de regreso a Colombia donde la espera una realidad desconocida. La casa familiar que se construyó con el dinero que Mama Icha enviaba desde Filadelfia está deteriorada, llena de deudas y reproches pendientes, al igual que los vínculos familiares. 

La hija y la nieta le reprochan a Mama Icha que se vaya, ya está vieja para esos trotes; aunque la hija acaba cediendo, quizá con algo de culpa por persuadirla para que se quedara a vivir en Filadelfia. La nieta, en cambio, le insistió para que no viajara. Dijo a su abuela que no valía la pena recuperar la casa. Está embrazada y le parece que hay que dejar de pensar en el pasado, ahora lo que pesa es el futuro. 

¿Vale la pena reconstruir la casa? ¿Vale la pena reconstruir la familia? ¿Qué es eso de tener raíces en un lugar que no conoces o que apenas recuerdas? ¿Se puede vivir toda la vida en un lugar soñando con vivir en otro? 

La casa de Mama Icha pone de manifiesto el efecto de la migración en la construcción de los sueños propios que acaban sacrificados por construir sueños para otros. Sueños que se gestan en otro espacio y otro tiempo. ¿Qué hacer con el pasado si no se puede corregir? ¿Cómo llenar el vacío que impone la distancia? 

Si Mama Icha no se hubiera ido tal vez se hubiera pasado la vida extrañando, como un árbol seco y abandonado, sin su hija y sin sus nietos; pero estar lejos de su casa le imprimió el impulso que la mantuvo con vida. 

El amor por su familia marcó las decisiones de su juventud. Pero el amor por la tierra resultó ser más fuertes que la vejez, y marcó el impulso final de volver a sus raíces para poner orden en casa.  

Periodista

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