Por Mariken Lauvstad (traducido del noruego por Andrea Ramirez Stangeland)
Publicado originalmente en el periódico Klassekampen en la edición 29.06.23
Al abrir la puerta del clásico cine Gimle en el noroccidente de Oslo para ver la muy publicitada película Barbie de Greta Gerwig, no esperaba otra cosa que lo que me he encontrado tantas veces anteriores: La imagen de parejitas elegantes y pequeños grupos de amigos sentados en los taburetes de la barra, charlando tranquilamente mientras toman sus copas de vino o café. ¡Disculpe!, sonríe una alegre mujer con un sombrero de vaquero rosado mientras se desliza junto a mí. Es en este momento cuando miro la sala de cine y de repente me encuentro parada, tiesa como una especie de Sigbjorn Obstfelder confundido: Delante de mí se arremolina la gente vestida de rosado. Chaquetas vaqueras rosadas. Gafas rosadas. Gorras rosas, vestidos rosas, pelo rosa, botas rosas. Saludo con la cabeza a la multitud rosa y comento: «¡Mira qué ropa!».
Tú también vas de rosado, responde mi amiga. Miro asombrada mi vestido. Es cierto. Llevo un vestido corto con grandes flores rosadas que hacía años no me ponía. ¿Por qué precisamente hoy? Se me ocurre que últimamente he empezado a preguntarme si el rosado no es en realidad un color fresco y posiblemente muy subvalorado. También he sentido una necesidad casi irresistible de ver esta película de Barbie: Imagínate ver las versiones en tamaño real de la casa de ensueño de Barbie de los años 90 (que no me interesaba en absoluto de niña), ¿no sería increíble? Por no hablar de la interpretación de Ryan Gosling en el papel de Ken, digna de un Oscar, el adorable compañero de Barbie. Algo me dice que la película de Barbie ha tenido una campaña de marketing por encima de la media, pienso al entrar en el cine.
La idea de rodar un largometraje sobre Barbie partió de Margot Robbie, quien finalmente se convirtió en la actriz principal de la película. Como productora de cine, vi un enorme potencial en Barbie como marca, dijo Robbie en una entrevista reciente con Vanity Fair. Probablemente sólo Coca-Cola es más conocida que Barbie a nivel mundial, agregó. La empresa productora de Robbie, LuckyChap, lanzó la idea a la compañía de juguetes Mattel en 2018. En ese momento, LuckyChap no tenía un concepto concreto en mente. Pero, por supuesto, queríamos honrar los 60 años de historia de Barbie, subrayó Robbie a la revista. Pero ¿cuál historia es esta, exactamente?
La historia de Barbie comenzó en la década de 1950, con lo que a todas luces fue un plagio. Su creadora, Ruth Handler, acababa de fundar junto con su marido la empresa Mattel que producía muebles para casas de muñecas. Estando de vacaciones en Suiza, su hija vio una muñeca de plástico que representaba a una mujer adulta, esbelta y voluptuosa. Se trataba de Bild-Lilly, una muñeca tridimensional de poliestireno encargada por Alex Springer, un grupo mediático alemán, y producida por la empresa de juguetería Greiner & Hausser. La muñeca era un producto derivado de una tira cómica popular lanzada con la primera edición del periódico de derechas Bild-Zeitung de Springer en 1952. El dibujante Reinhard Beuthien había recibido el encargo de idear un concepto que pudiera convertirse en la tira cómica emblemática del periódico. El resultado fue una una mujer joven y sexy con una coleta alta y rubia que decía cosas muy estúpidas. Como el personaje de Bild-Lilly era tan popular entre los lectores masculinos, la muñeca se fabricó como una especie de mercancía, para tenerla en el salpicadero del coche, por ejemplo. Se vendieron tan bien que Greiner & Hausser empezó a fabricar trajes para ella. Fue entonces cuando los niños empezaron a reconocer a la muñeca: veían a Bild-Lilly como la versión tridimensional de la muñeca de papel.
Handler compró varias muñecas Bild-Lilly que se llevó a Estados Unidos, y la primera Barbie lanzada por Mattel se fabricó utilizando a Bild-Lilly como prototipo. Aunque Barbie, tal y como era en 1959, estaba fabricada con un plástico de vinilo más blando y carecía de los pezones que tenía Bild-Lilly, las dos muñecas eran casi idénticas. Rápidamente se convirtió en un gran éxito en Estados Unido, y entonces las cosas se torcieron: Greiner & Hausser demandaron a Mattel en 1961. En 1964, sin embargo, las dos partes llegaron a un acuerdo y Mattel pudo comprar los derechos de Bild-Lilly: Al ceder los derechos, renunciaron a definir la historia de la creación de Barbie. La empresa demandó posteriormente a Mattel en varias ocasiones, pero sin los derechos de su producto original, no tenían chance.
Desde el lanzamiento de Barbie, la historia tanto de la muñeca como de la empresa Mattel ha sido llena de escándalos y paradojas problemáticas. En 1955, Ruth Handler contrató al antiguo ingeniero de armamento Jack Ryan como diseñador de juguetes. Como la pareja fue lo bastante ingenua como para ofrecer a Ryan un contrato que le garantizaba el 1,5% de los beneficios de las ventas, Ryan hizo una fortuna con Barbie. En las décadas siguientes, Jack Ryan y Ruth Handler discutieron constantemente sobre quién de los dos era el verdadero creador de Barbie (al parecer, ambos habían olvidado que en realidad no era ninguno de los dos). Con el tiempo, Ryan dedicó la mayor parte de su energía al consumo exorbitante de cocaína y fiestas frívolas en su pomposa mansión de Bel Air, California, donde cada fin de semana se le podía encontrar con el brazo alrededor de una nueva y joven doble de Barbie. Ruth Handler, por su parte, fue acusada y condenada por evasión de impuestos en 1978. Para entonces, sin embargo, Mattel ya se olía el escándalo y la pareja Ruth y Elliot Handler ya habían sido expulsados de todo el imperio.
Pero, por supuesto, esta no es la historia que se cuenta en la película Barbie de Greta Gerwig. En ella, Ruth Handler aparece como una cálida y sabia figura de madrina. La película comenta algunos de los puntos del historial de Mattel, pero no los problematiza. Margot Robbie ha declarado a varios medios de comunicación que ella nunca pensó que Mattel aceptaría el guion de Gerwig. Al hacerlo, establece la narrativa de que el guion es original, intrépido y feminista a ultranza. En realidad, Gerwig ha cumplido la tarea en beneficio de todos los implicados, incluida Mattel. La película es una metapelícula inteligente y satírica sobre los roles de género que hace que el fabricante de juguetes parezca consciente de sí mismo y actualizado para estos tiempos. Con la película de Barbie, Mattel ha aumentado radicalmente su alcance demográfico sin tener que tomar partido ni responsabilidad por nada. La dirección de Gerwig ha dado a la marca algo que Mattel nunca fue capaz de generar por sí misma: capital cultural.
En estos momentos, Barbie es la película más vista del mundo, y es un poco irónico que fuera el filme el que llevara a la primera mujer directora a batir récords en el fin de semana de estreno. Ahora todo el mundo piensa que Barbie está de moda, desde Chanel hasta el fabricante de maletas Béis, pasando por Burger King, Crocs y Superga. Mattel ha firmado más de cien acuerdos comerciales para el lanzamiento, Robbie ha ganado 12,5 millones de dólares, Gerwig recibirá nuevos contratos con presupuestos de superproducción y Gosling ha creado «Kenergy» (que nadie sabe muy bien qué es, pero mientras tanto al menos los hombres pueden comprar sudaderas con la etiqueta «I am Kenough»).
¿Qué será lo próximo? Mattel ha contratado a Lena Dunham para dirigir Polly Pocket, protagonizada por Lily Collins. Tal vez deberíamos alegrarnos de que las películas sobre juguetes parezcan ser la excepción en la que las directoras de Hollywood consiguen hacerse con los grandes presupuestos. ¿Y yo? Bueno, al menos he decidido por un rato mermarle al Fucsia.