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El aula es la calle: Democratización del conocimiento en el Hip Hop gracias a la tecnología

“El hip-hop nació en las calles de Nueva York como un movimiento transgresor que se aloja cómodamente en las ciudades. Es herencia de hombres afrodescendientes y latinos. Inmigrantes y subalternos que, bajo la posibilidad de agremiarse en torno a la creación, fueron construyendo un movimiento cultural que desde el ritmo reivindicaba el espacio público como lugar de la diversidad, la etnicidad, el origen y la innovación.” (1)

Diana Avella en concierto.

Diana Avella en concierto.

El Hip Hop es un movimiento cultural que nace el 11 de Agosto de 1973 en las calles de Nueva York, extendiéndose alrededor del mundo a través de las tecnologías de almacenamiento que, partiendo desde su formato análogo y pasando al digital, se han encargado de transportar la digna rabia e inconformidad de los barrios periféricos de todo el mundo, convirtiendo sus reivindicaciones sociales en Rap, graffiti, Break Dance, música, y llevada de la calle a los grandes medios de comunicación y de éstos, a los espacios de formación autónomos e independientes de líderes jóvenes que desde el Hip Hop han propiciado la producción de conocimiento desde el empirismo con algunos acercamientos a la academia.

El Hip Hop es una herramienta para la producción de conocimiento y su conexión profunda con la tecnología como una vía para su independencia y distribución de contenidos tanto en saberes artísticos como sociales. Por eso es necesario propiciar una reflexión sobre la riqueza educativa de éste movimiento cultural. Estas palabras son, también, una invitación a académicos, docentes e investigadores a reflexionar sobre las voces que priman en el soporte teórico de las producciones académicas, dejando por fuera todo un universo de producción textual que se encuentra en letras, creaciones y producciones artísticas.

La migración del aula a la calle, por la dificultad de diálogo entre las metodologías y las habilidades diversas de jóvenes raperos, graffiteros, B Boys y Djs, produjeron el desarrollo de espacios no formales para el estudio de contenidos históricos y artísticos disciplinares que se reflejan en producciones artísticas conceptuadas en lo social y lo político.

La circulación de estos contenidos se evidencia en ejemplos como el Hip Hop durante la Primavera Árabe en 2011, los procesos creativos de Rap durante la exigencia del movimiento independentista catalán en 2017 y 2018, las canciones y escuelas urbanas que surgieron en el paro cívico en Buenaventura en 2017 y la oleada de acciones creativas en el proceso de movilización social, incluyendo el graffiti durante 2019 en toda América Latina.

Dichos fenómenos del Hip Hop, como vehículo y animador de la movilización, parten del vuelco que dan iconos del Hip Hop internacional hacia acciones culturales políticamente comprometidas como KSR ONE en la dedada de los 80, quien desde acciones como el Stop The Violence Movement extiende a nivel global mensajes de resistencia, movilización, producción de conocimiento en contextos no escolares y democratización del conocimiento. La causa o el porqué de la extensión del Hip Hop como una herramienta que anima y acompaña la movilización social es la difusión de estas creaciones a través de dispositivos tecnológicos como: Vinilo, cassete, VHD, conversión de archivos sonoros y visuales a MP3 y MP4, hasta la llegada del CD y las plataformas digitales como: Facebook, Twitter, Instagram, Youtube, Spotify, Deezer.

Generar un diálogo con el arte que durante mucho tiempo ha encontrado en las plataformas de almacenamiento digital la única ruta posible para ser visible y extenderse de manera masiva y contundente por el mundo entero.

Éste fenómeno fue migrando a América Latina cargado de dimensiones explícitamente políticas a diferencia de sus ramificaciones europeas, donde encontró un desarrollo más académico. “Posiblemente llegó a Colombia hacia 1983-84 por distintas vías, en las minitecas, donde sonaba lo último producido en Nueva York.”[1]. La situación social y económica de éste continente fue un terreno propicio para abonar su llegada y desarrollo al contexto colombiano, convirtiéndose en una gran influencia para jóvenes que desde el arte proponen creaciones que plasman críticas sociales y animan también al acompañamiento de movimientos reivindicativos, como es el caso de la importante influencia de Malena D´Alessio en Argentina, como una de las raperas más destacadas del continente frente a la importancia del movimiento de Madres de Plaza de Mayo, respecto de la detención y desaparición forzada de más de 30.000 personas durante la dictadura.

En Colombia, el Hip Hop ha construido maneras alternativas de asumir los procesos de formación como una posibilidad de subvertir los sistemas educativos tradicionales y ligarse más a los procesos sociales y comunitarios. Ha sido más cercano a las iniciativas de educación popular, lo cual también le ha permitido generar creaciones cargadas de temas relacionados a los problemas estructurales del país, incidiendo así en procesos de movilización desde el arte, pero además, con la herencia creativa y discursiva de experiencias como la Universal Zulu Nation de EE.UU., que a través de tecnologías de almacenamiento digital permitieron a jóvenes de América Latina desarrollar un movimiento Hip Hop más ligado al movimiento social.

Las representaciones del Hip Hop y su aporte a la cultura, tomadas desde la academia y particularmente desde las investigaciones desarrolladas por agentes externos al mismo o “agentes especializados” en términos de Villa (2013), lo que generan es una visión parcial del potencial del Hip Hop, una especie de expresión subalterna que surte efecto en las políticas sociales para combatir el consumo de drogas y la delincuencia, más no un agente artístico y cultural que ha transformado lógicas de industria cultural alrededor del mundo entero y aportado en visiones artísticas y políticas.

Es indispensable identificar las posibilidades creativas e innovadoras de éste movimiento cultural, reflexionar desde la posibilidad de generar investigación contando con autores y validadores académicos diversos que comprendan y examinen el arte, la cultura y particularmente el Hip Hop como un agente independiente, con una historia propia que no solamente está ligada a lo social sino también a la riqueza cultural.

Es necesario entonces contar con la posibilidad de generar espacios para el desarrollo de documentos académicos que resalten las voces de líderes, artistas y creativos. Generar un diálogo con el arte que durante mucho tiempo ha encontrado en las plataformas de almacenamiento digital la única ruta posible para ser visible y extenderse de manera masiva y contundente por el mundo entero.

Es necesario explorar desde el campo de la Ciencia, Tecnología y Sociedad el impacto del Hip Hop en la América Latina que sigue resistiendo, que requiere de voces diversas y jóvenes que acojan sus reivindicaciones donde la tecnología, el arte y el conocimiento comunitario se ven reflejados también en modelos pedagógicos emergentes que validan ésta inteligencia colectiva (Levy, 2004). Es importante que desde la interacción, la creación, la calle y la historia barrial que nos permiten formar identidad, podamos construir significado, trabajar en conjunto para que nuestros procesos educativos también hablen el lenguaje de los jóvenes, sus vivencias, sus miedos e inconformidades.

*Avella, D. (2016). Hip Hop el ritmo de las calles bogotanas. Revista El Malpensante, Número 181, Diciembre 2016, Bogotá Colombia, Editorial Delfín S.A.S p. 4.

*Ruiz, C y Caycedo, S (2010) Soñando se resiste, Hip Hop en la Calle y al Parque. p 37, Bogotá, Colombia, Editorial Liebre Lunar.

*Villa, W (2013). Memoria y pedagogización del mal-decir: una aproximación a los recorridos literarios que inventan mundos, p.88, cuadernos de filosofía latinoamericana Volumen 34.


[1] Ruiz, C y Caycedo, S (2010) Soñando se resiste, Hip Hop en la Calle y al Parque. p 37, Bogotá, Colombia, Editorial Liebre Lunar.

Mamá, rapera, licenciada en Lengua Castellana y aspirante a magister de Educación en Tecnología, equipo Centro de Memoria Paz y Reconciliación Bogotá.

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