Sofía, la capital búlgara, está viviendo desde hace dos meses una serie de protestas contra el Gobierno y la fiscalía general de Bulgaria. La ciudadanía los acusa de ser instrumentos de la oligarquía económica del país balcánico, el más empobrecido de la Unión Europea. El Gobierno de Boiko Borisov, apoyado por una coalición de ultraconservadores y ultranacionalistas, vive su peor crisis. La ciudadanía pide la renuncia de Borisov, el hombre que controla la política de Bulgaria desde hace más de veinte años, y del fiscal Iván Geshev por no tomar cartas contra la corrupción. En esta nota para EL COMEJÉN, la fotógrafa y artista búlgara Mariana Stoichkova, destaca lo esencial de las protestas:
He estado participando como ciudadana en las protestas de mi país. Me refiero a Bulgaria. Hablo de los búlgaros. Soy búlgara. Bulgaria, un país de la Unión Europea, cuya suerte no parece interesarle a nadie. Llevamos más de dos meses protestando, tomando las calles y las plazas de las ciudades principales y realizando plantones frente a la sede del Parlamento.
Usaré la palabra IMPORTANTE porque la voz de los búlgaros no es importante para el Gobierno búlgaro. El primer ministro Boiko Borisov no ha estado en el lugar de trabajo durante más de dos meses, probablemente no quiera conocer a los ciudadanos que lo esperan pacientemente. Para el ministro es igual estar o no en su trabajo. Usaré la palabra IMPORTANTE porque Europa está cerrando los ojos ante lo que ocurre en Bulgaria, porque consideran que es un país irrelevante, sin importancia.
Bulgaria ha perdido hace mucho tiempo su rostro como una hermosa niña con una rosa en el pelo y una canasta llena de productos de la tierra fértil y limpia. La imagen idílica de vacas y corderos en medio de interminables campos cultivados y montañas boscosas se ha roto. El Estado también perdió la dignidad con la que los jóvenes pueden llamarse búlgaros. Jóvenes que poseen una mente aguda como el filo de una navaja, un sentido innato de la justicia, un corazón enorme y la fuerza para levantar nueve montañas.
El mal gusto del Primer Ministro Boiko Borisov se ha impuesto de forma apabullante en la vida y el patrimonio publico del país.
La Plaza Slaveykov, más conocida como la Plaza del Libro, está sin libros. El Consejo de Ministros está sin techo, puesto que los valores arquitectónicos e históricos han sido demolidos, eliminados y destruidos por gente sin esperanzas. La estandarización que llegó de la mano de la globalización le impone a Bulgaria héroes extranjeros en lugar de los han significado mucho para el país. La “Nueva Bulgaria” que le están vendiendo a los búlgaros es un caramelo envenenado cubierto con una envoltura engañosa. La “Nueva Bulgaria” es una consigna que propaga la división y el miedo. La retórica insultante ha reemplazado a las buenas formas. Bulgaria ha perdido su identidad, sus valores, su historia, su arquitectura, su talante. El mal gusto del Primer Ministro Boiko Borisov se ha impuesto de forma apabullante en la vida y el patrimonio publico del país.
¿Por qué protesta el búlgaro? Protesta contra el Primer Ministro y sus políticas. Para recuperar la poca dignidad que queda. Para preservar el escaso bosque que aún queda en el territorio. Para detener el envenenamiento de los ríos y el suelo. Para proteger el patrimonio público. Para preservar la lengua, la tradición, la cultura y la historia. Para dar a luz a niñas y niños sanos y pensantes. Para cultivar el espíritu de los que habitamos el país. Por la unidad de los búlgaros y búlgaras que están dentro y fuera del país. Por evitar que el país se siga desmoronado económica, política y moralmente. Para recuperar el prestigio del país y el buen lugar que ocupábamos en el PIB europeo.
Los que hicieron el programa de la Nueva Bulgaria no merecen nuestro respeto porque han llevado al país al retroceso. Los que dirigen actualmente a Bulgaria no son importantes, los verdaderamente importantes somos la ciudadanía búlgara. Tenemos la esperanza de volver a sonreír.