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Uruguay: el éxito de logros ajenos

La conducción del Estado por parte del Frente Amplio sacó al país del abismo y dejó un Estado fuerte y un sistema social dirigido a la población más vulnerable.

Montevideo: Marihuana legal

Montevideo. Marihuana legal. Imagen de Greta Scholderle Moller en Unsplash

CNN, Clarín y otros medios a nivel internacional resaltaron a cuatro columnas los logros del Uruguay en cuanto al control de la pandemia. Las bajas cifras de contagios y decesos en medio de un panorama desastroso en los cuatro puntos cardinales alrededor, confirmaron ante los ojos del mundo que este país se ha convertido en una isla por la que el tiempo y las incertidumbres de la modernidad no pasan.

¿Siempre fue así? Y ¿por qué?, son las principales preguntas que surgen a la hora de ver este país en la época que vivimos. 

Los orígenes del Uruguay como nación son, sin duda, muy particulares. En los albores del siglo XX fue el primer país de la región y el segundo del continente en que la mujer ejerció el voto, el primero en terminar con el matrimonio por la sola voluntad de la mujer, y la educación gratuita y universal hace parte de los valores fundantes de la nación y no se considera solamente como un servicio a prestar.

Lo que permitió que un país con una población sensiblemente envejecida (más del 20% pasa de los 65 años) no fuera presa de la tragedia que vivieron otros lugares, no fue otra cosa que el sistema de seguridad social que dejó el Frente Amplio. 

Es decir, que sea el único país de la región donde el aborto es legal; haya una ley de inclusión de personas con discapacidades en el ámbito laboral; el reconocimiento de los derechos y la necesidad de reparación a la población trans sean una ley; y esté regulado el consumo recreativo del cannabis, no fue algo que ocurrió únicamente por un impulso coyuntural de un gobierno o un sector político.

Es cierto que fue necesario que el Frente Amplio llegara al Gobierno para potenciar ese acumulado y convertirlo en política estatal luego de décadas de resistencia por parte de los sectores más conservadores. Pero, sin duda, el Uruguay se formó sobre una sólida base social que pudo ser aprovechada.

Sin embargo, padeció también, igual que los demás países del Cono Sur, la crueldad de una dictadura de 12 años que dejó tras de sí más de 200 desaparecidos, cuya búsqueda no cesa. También Uruguay, debido a la dependencia extrema de sus vecinos más cercanos, fue arrastrada al abismo de la crisis económica con la que el nuevo milenio recibió a Argentina. Uruguay se convirtió también en un país fuertemente expulsor, por lo que aún, cerca del 20% de los nacidos en este país, viven fuera de él.

La conducción del Estado por parte del Frente Amplio sacó al país del abismo y dejó un Estado fuerte y un sistema social dirigido a la población más vulnerable. Sin duda, también quedaron aspectos por mejorar. El manejo de la política respecto a temas como la llegada de grandes multinacionales como Monsanto o el desarrollo de macroproyectos de explotación primaria fueron puntos en que fue necesario dialogar mucho. No todo el mundo quedó conforme y las protestas no se hicieron esperar.

En términos generales, Uruguay logró consolidarse como uno de los países con mejor nivel de vida en la región y un alto nivel de distribución de los ingresos per cápita. La formalidad laboral y la capa media también ocuparon lugares de privilegio respecto de los vecinos y la política de alianzas comerciales más allá de la vecindad salvó al país de repetir la debacle del 2001-2002, cuando la economía argentina se vino abajo gracias al equipo de demolición que Macri puso frente al ministerio de economía.

Cuando llegó la pandemia la economía cerraba su 16avo año de crecimiento continuo, con un poco menos de velocidad, ya que el mundo entero sintió las consecuencias de la guerra económica entre China y EEUU, mientras Brasil caía y Argentina yacía en el fondo, pero aún así Uruguay siguió creciendo.

La gran capa media se sintió un poco más solvente de lo que realmente era y se decidió por girar a la derecha y el 1º de marzo entró en el Gobierno Luis Lacalle Pou, delfín del tradicional Partido Nacional o Partido Blanco. Neoliberal por ADN y arrogante aldeano global.

Doce días después de ponerse la banda presidencial llegó oficialmente la pandemia al país con cinco casos importados de la añorada Europa. El mundo ya había visto qué pasaba cuando no se actuaba a tiempo. A mediados de marzo, España e Italia estaban en medio del horror. 

El Gobierno uruguayo actuó con poca decisión y sin un mensaje claro en momentos en que cada día contaba. Eso es algo que ahora se puede disimular gracias a los resultados que el Gobierno de Lacalle sale a mostrar con orgullo. Lo que permitió que un país con una población sensiblemente envejecida (más del 20% pasa de los 65 años) no fuera presa de la tragedia que vivieron otros lugares, no fue otra cosa que el sistema de seguridad social que dejó el Frente Amplio. 

Es verdad que el Uruguay no declaró la cuarentena obligatoria, pero cuando Lacalle anunció que no se iba a declarar, la gran mayoría de la población ya estaba en aislamiento voluntario, y así duró poco más de un mes, justamente el mes más determinante en el inicio de los contagios. Eso fue posible gracias a que la gran mayoría de los trabajadores y las trabajadoras del país pudieron hacer uso del seguro de desempleo o seguro de paro. 

Es cierto que Luis Lacalle manejó la pandemia, pero la manejó en el vehículo de alta gama que le dejaron sus predecesores.

El nivel de interacción social disminuyó ostensiblemente gracias a que no fue tanta la gente que debió salir a buscar su sustento en las calles como en otros países, y había un mínimo de garantías para que los estudiantes pudieran continuar asistiendo de manera virtual a sus clases con equipos propios entregados por el Estado con el Plan Ceibalita. 

Esto no significa que la crisis no haya llegado, claro que llegó, hay casi 50.000 personas comiendo en ollas populares y más de 100.000 puestos de trabajo se perderían desde el inicio de la pandemia.

Seguramente al actual gobierno se le pueden atribuir aciertos en el manejo fronterizo, con una Argentina en una difícil situación y con Brasil como el epicentro del Covid-19 en el mundo. Es cierto que Luis Lacalle manejó la pandemia, pero la manejó en el vehículo de alta gama que le dejaron sus predecesores. Para la muestra está el botón de la vecina Argentina, donde Macri había acabado hasta con el Ministerio de Salud y por muy buenas que sean las intenciones de Alberto Fernández, no ha podido darle forma a una estrategia sólida contra la pandemia. Eso no puede quedar por fuera de los balances.

Periodista, ilustrador y artista visual de Caras y Caretas.

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