Omar Rincón, director del proyecto Fesmedia de la Fundación Friedrich Ebert, es una de las voces más autorizadas y críticas sobre lo que está ocurriendo en los medios de comunicación. Omar es profesor del Centro de Estudios en Periodismo y la Maestría en Periodismo de la Universidad de los Andes de Colombia. EL COMEJÉN quería preguntarle si hay una implosión, una revolución o una banalización de los medios. Nos sorprendió con su perspectiva. Una perspectiva que realza el trabajo y la historia local. Nuestro portal toma nota de las observaciones de Omar Rincón.
¿Cómo se puede hacer periodismo independiente hoy en día?
No solamente es posible, sino que es la única forma. Los medios de comunicación se volvieron actores políticos. Ellos están actuando en favor de su agenda, que básicamente es la agenda de los dueños de los medios. Por ejemplo, El País de España es para hacer negocios. El New York Times ya decidió que no es un medio de comunicación sino una plataforma tecnológica y son anti-Trump. O los medios en Colombia que son pro Uribe y Duque. En Argentina son anti-Fernández, en Brasil son anti-Bolsonaro, y Bukele en El Salvador dice que los enemigos son los medios, son actores políticos. Entonces el periodismo independiente es el único periodismo posible para hacer hoy, y tenemos excelentes periodistas que han tenido que ir a la independencia como mainstream porque no hay otra forma para narrar el periodismo que queremos.
¿Qué consejo daría a quienes queremos hacer nuevos medios, nuevas formas de comunicar como EL COMEJÉN?
Mantener agendas diferentes, fuentes diferentes, responder al público que dice ¿y a mi qué? Hay que llegar al corazón de esa audiencia. Hacer estéticas y narrativas desde el territorio y la comunidad en la que habitan. Yo diría que por ahí hay que seguir experimentando, a ver cómo logramos volver a encantar con esta pasión de contar historias.
¿Cómo cree que están las relaciones entre el poder y el periodismo hoy en día?
Las relaciones entre poder y periodismo están mal. Decía mi amigo Pere Ortín que poder es la capacidad de definir lo real y lo real hoy lo definen los algoritmos de Facebook, Google y las redes digitales. Segundo, el poder del periodismo era poner a hablar a la política en sus términos y casi que, desde el Watergate, tumbar presidentes. Ahora los presidentes ignoran a los medios, las investigaciones de corrupción y no pasa nada. Y no solamente con Trump, con Bukele en El Salvador, con Uribe y Duque en Colombia o Bolsonaro en Brasil. No le hacemos ni cosquillas al poder. El poder del periodismo, que era poner a conversar a la sociedad, tampoco lo está logrando porque la conversación social se está yendo por las redes digitales sin periodismo. Entonces, el periodismo debe abandonar la idea de que también es poder, que es poder de conversación social, que es poder democrático, libertad de información, y comenzar a pensarse que es un actor más en el ecosistema de micropoderes, de “wikipoderes” para poner una conversación de gueto en la cual actuar.
¿Qué debería aprender hoy un estudiante de periodismo?
Un estudiante de periodismo debería aprender menos teorías de periodismo del siglo XX. Adiós a las “w” y no porque no deba aprenderlas, sino que no son la columna vertebral del periodismo. Adiós al periodismo de denuncia como el del Watergate que tumba presidentes porque no está sirviendo. Denunciar, denunciar, denunciar, no sirve para nada. Tiene que explicar y comprender qué es lo que está detrás de la denuncia, por qué la corrupción sigue siendo tan fuerte y no pasa nada. Por qué la violencia contra las mujeres sigue ocurriendo y no pasa nada, por qué el cambio climático continúa y no pasa nada. Ese periodismo de denunciar y denunciar no funciona. Esa idea gringa que nos vendieron del nuevo periodismo de Gay Talese y ese tipo de cosas. Ese periodismo no se lee ni le hace beneficio a nadie ni molesta a nadie.
Tienen que aprender que esas reglas del periodismo clásico siguen existiendo, pero se trata de un periodismo que era blanco, occidental y masculino. Tenemos que hacer periodismo feminista, afro, del sur, indígena, de territorio. Que tenemos que innovar en formatos y formas de contar. Entonces tenemos que cambiar eso para los estudiantes de periodismo. Tendrían que aprender las cinco reglas del periodismo básico de rigor que son: 1. diversidad de fuentes, datos, documentos. 2. Que la información tiene sentido en contexto. 3. Que un periodista lo que brinda es criterio de interpretación de la realidad y no una homilía cural de lo bueno y lo malo. 4. Narración adecuada, es decir, un buen lenguaje y 5. La audiencia. La agenda la determina la audiencia y no la determina uno en abstracto. Es más, yo diría que hay que cambiar las fuentes, hay que cambiar las agendas. Ya no hablar de política, economía, deportes, sino hablar de medio ambiente, feminismo, ecología, y desde ahí hablar de política, de justicia, de deporte y de cultura, y no seguir con las agendas del siglo XX que no conectan con la ciudadanía. Y lo que tienen que aprender es a narrar. Ser un narrador social que es capaz de llegar a la ciudadanía con la forma de contar. Aprender a contar de una buena forma, fascinante y bella para que provoque esa conexión con la ciudadanía.
¿A qué se refiere cuando habla del periodismo domesticado y el periodismo bastardo?
Lo que pasa es que una buena definición de periodismo es algo muy perruno, algo de perros. Los periodistas eran unos perros, que se la pasaban conquistando. El #MeToo no nos ha tocado tanto, pero parte de ser buen periodista era conquistar chicas y chicos, y decían que el periodismo era un perro guardián de la democracia. Hoy en día ya no es guardián de absolutamente nada. Hoy en día el periodismo se volvió el perro domesticado, el perro que bate la cola cuando su amo, que es el dueño del medio o el político de turno, el Trump de turno, o el Uribe de turno o el PP de turno, le bate la cola cuando le dan algo y por una galletica son capaces de informar lo que les digan. Es un perro domesticado que está totalmente fregado.
Hay perros que se creen muy brillantes como el “oenegero” que es un periodismo que milita, por ejemplo, en el medio ambiente y cree que el medio ambiente es lo máximo, pero nunca tiene una noción estructural de la sociedad y creen que ese periodismo “oenegero” de medio ambiente y derechos humanos es una maravilla, pero es militancia, que también puede funcionar. O el periodismo que llama Caparrós “caniche” que es el periodismo muy bien hecho, muy bien investigado, muy bien narrado, pero que no ofende a nadie. No pone a conversar a nadie. Y el periodismo que no ofende a nadie, que no molesta al poder, que no ofende ni siquiera al público y que no pone a conversar entonces es un periodismo que por muy bien investigado y narrado que esté no llega.
Está el periodismo de perros callejeros, que se la pasan buscando el sensacionalismo, la sangre, el semen, la magia y que le va bien en las redes. Y luego está, por llamarlo de alguna manera, el periodismo Rottweiler, que es el periodismo del yo donde yo soy el experto, yo soy la noticia, el “yornalismo”. Entonces la raza perruna, que es era el periodismo que metía miedo, es una raza domesticada que no sirve para nada.
Cuando hablo del periodismo bastardo, lo que estoy diciendo fundamentalmente es que el periodismo tiene que salir de su campo. No hablemos más de periodismo, vayamos a la intemperie y tengamos muchas, muchas incidencias sucias, aprendamos de la música, de la comida, del arte, de la calle, de los indígenas, de los afro, de las mujeres, de todo. Saquemos muchas herencias, miremos a muchas partes. Las mezclamos bastardamente y las mezclamos narrando localmente. Lo que nos hace genios es narrar para nuestra comunidad en sus estéticas, en sus narrativas, en sus formas de ser. Pero la incidencia tiene que ser de todas las cosas que nos atraviesan en un momento dado. Lo bastardo es que tenemos muchas incidencias culturales, narrativas, estéticas, políticas, ideológicas, filosóficas, y las mezclamos intelectual y narrativamente desde el territorio que habitamos.
Un libro y película que recomienda para el tema de los medios de comunicación.
Yo diría que hoy en día es clave, por ejemplo, leer The Game de Alessandro Baricco, un libro absolutamente fascinante sobre cómo estamos en una cancha totalmente novedosa, lo que yo llamo la cancha de la “coolture” de la cultura cool y es que jugamos el partido del periodismo en esa cancha o lo perdemos. Y no recomendaría una película, recomendaría una serie que porque se sale del molde, que es Black Mirror, que es una serie que todo periodista debería ver.