Fue en septiembre del año 2018. Se había nombrado una delegación para que fuera a visitar, a nombre de las y los excombatientes de las FARC, al Naya, una región que parece haberse quedado en el siglo XVII.
A las tres y media de la madrugada salimos del ETCR en un carro que nos llevó hasta el Despunte. A partir de ahí, el viaje sería en mula. El camino hasta El Playón sería de ocho horas en mula, por un terreno quebrado de difícil acceso hasta para las mulas. Después de tres horas de camino, saludando a mujeres embarazadas con niños, viejitos, todos montados en mula, vimos delante de nosotros un hombre con algo cruzado en la espalda. Nos fuimos acercando para darnos cuenta que era un fusil. El hombre tenía pantalón militar, una reata llena de proveedores. No miró para atrás, no saludó. Lo pasamos, y extrañados nos preguntamos quién sería.
“De los chongos”, respondió el arriero que nos acompañaba. “Son los que están protegiendo los chongos: las cocinas donde preparan la pasta de coca, que es transportada por esta ruta para salir para Buenaventura”.
Después de cinco horas, ya con las piernas adoloridas de hacer fuerzas en las bajadas y las subidas, descansamos a la orilla del camino. Pasó un hombre indígena, pequeño de estatura, cara bronceada del sol, con una gran carga en la espalda.
– Buenas, compañero! ¿Para dónde va con esa maleta tan grande?
–A llevar cartas y huevos
– ¿Cartas y huevos? – Y ¿desde dónde viene?
– desde la carretera y voy para el pueblo a unas doce horas. Pero no se asuste, lo he hecho desde hace años, dos veces por semana.
Solo treinta segundos de charla te cambian la mirada. Un hombre adulto indígena con no más de metro y medio resultó ser un héroe para la gente del Naya; en su espalda viajan las razones de amores, de noticias urgentes y quién sabe qué otra cantidad de secretos. Un WhatsApp humano, dirían los más jóvenes.
La explicación que encontramos para llevar a cabo semejante esfuerzo durante tantos años, es que no hay otra forma de entrar algo tan delicado como los huevos por estas trochas; una mula no tiene la delicadeza de cuidarlos, así que a la espalda ha sido la forma más efectiva para transportarlos.
El hombre, sin saber con quiénes estaba hablando, nos contó que desde que se firmó el Acuerdo de Paz con las FARC, la carretera se puso insegura. En esta región, nos dijo, la falta de infraestructura para sacar alimentos ha obligado a los campesinos a cultivar coca para sobrevivir, lo cual ha destruido la cultura campesina. Antes, las FARC controlaban la región, la ruta y la seguridad de la gente. Pero ahora hay mucha banda que atraca en el camino y diferentes grupos armados que quieren controlar la ruta:
– No se sabe ya quién es quién, y el ejército no hace nada. No sé por cuánto tiempo más voy a poder hacer estos viajes al Naya, esta vaina me está como asustando ya.
Mientras seguimos al señor de los huevos, los campesinos lo ven desde lejos y gritan emocionados al viento:
– ¿Me trae algo?
Si se acerca, es porque hay noticias; si sigue derecho, toca esperar la próxima entrada.
Ojalá no le pase nada al señor de los huevos.