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¿Por qué los comejenes no dejan de crecer?

Cuando hay un proyecto, el instrumento de cohesión, esta página web, no es el objetivo, sino la herramienta, como antaño lo fueron los libros, los pasquines, las panfletarias populares, los carteles, las emisoras clandestinas.

Diseño de Camila Marin. Historiadora del arte y artista radicada en Pereira, Colombia.

Hay luz al final del túnel. Llevo todo un año hablando mal de Internet. He señalado que no es democrática, que sus principales dominadores, las redes sociales, no dejan espacio para la discusión plural y crítica y que la red de redes es solo un proyecto político y económico que proyecta la expansión ideológica del neoliberalismo absolutista. También he escrito aquí, en EL COMEJÉN, que las empresas concentradoras de la atención y de los contenidos (las multimillonarias y omnipresentes GAFAM) tienen la capacidad para desdibujar la crítica, para normalizar las consciencias y para contrarrestar, canalizar y volver sistémicas, casi antes de su aparición, todas las protestas sociales que usan sus mismos canales como mecanismo principal de transformación social.

¿Cómo explicar entonces que EL COMEJÉN, después de un año pandémico, no solo se mantenga con vida, sino que su vida se haya multiplicado y se haya expandido cada vez a más lectores, a cada vez más lugares? ¿Cómo explicar que, en un canal como Internet, dominado por proyectos absolutistas, EL COMEJÉN tenga cada vez más solicitudes de futuros comejenes que quieren ser parte del proyecto?

Son las mismas preguntas que realizan muchos de los estudiantes de periodismo cuando intentan crear un medio nuevo y, luego de la primera edición, del primer número, deciden cerrarlo. Lo que les pasa a los estudiantes es la misma historia de más del 90% de las publicaciones que nacen y mueren en el mundo justo después de ese fatídico primer número.

En realidad (espero), no hay una contradicción evidente entre las críticas a las diez grandes plataformas monopólicas y las posibilidades que Internet brinda para la construcción de proyectos colectivos. De hecho, EL COMEJÉN es una red social. La diferencia es que es una red social real, no una plataforma de explotación de contenidos producidos por el usuario que se apodera del concepto de red social. Por eso difiere de un proyecto que nace meramente en la virtualidad y que, normalmente, decae después de la emoción inicial de los trending topics. Lo normal es que los proyectos nativos de lo digital también decaigan porque debajo de la emoción inicial no hay ningún impulso racional, un leitmotiv transversal que cohesione el trabajo colectivo voluntario. 

Ese elemento transversal articulador (o un objetivo, en términos de la movilización social) es la primera clave de éxito para que un proyecto pueda sobrevivir a la primera edición. Si no se tiene un objetivo también se puede contratar a Juan José Rendón, Juan Carlos Vélez, Iván Redondo o Miguel Ángel Rodríguez para, luego de perder los escrúpulos, ver cómo se gana —o se pierde— una campaña electoral en función de la fabricación de un punto emocional: el miedo, el odio, la venganza, la esperanza, el fantasma del chavismo o del comunismo… que también terminarán por diluirse, poco a poco, días después de la votación.

En lugar de contratar a hechiceros de la comunicación política, EL COMEJÉN buscó un objetivo. Recogió un contexto y una necesidad. La concentración mediática y la pérdida de libertad en los medios colombianos llegó a un punto de no retorno. Había una red social real previa —que casi siempre existe y comparte lecturas de la situación— y rápidamente se construyó un consenso liderado y bien articulado por el grupo editor y coordinador del proyecto. Leyeron, con experiencia (porque la universidad de la vida también es importante), el momento y crearon un instrumento cohesionador. Cuando hay un proyecto, el instrumento de cohesión, esta página web, no es el objetivo, sino la herramienta, como antaño lo fueron los libros, los pasquines, las panfletarias populares, los carteles, las emisoras clandestinas. El instrumento siempre cambia con el tiempo, con la tecnología, pero debe aprovecharse como lo que es, sin más florituras (no hace falta recordar lo que pasa con el periódico al día siguiente de su impresión).

Consensuado el proyecto, cohesionado y convencido el grupo y lanzada la primera acción (el primer número) solo hacía falta trabajo, liderazgo y compromiso. Parecen cosas simples, pero es como encontrar una mina de oro en la tercera década del siglo XXI. Mantener la cohesión y el compromiso es una tarea titánica. Para ello hace falta un liderazgo motivador que no imponga (porque al final hacemos trabajo voluntario), pero que coordine y dinamice. Que integre, tome decisiones, proponga y articule. El problema es que nunca antes la sociedad ha estado tan escasa de líderes (políticos, económicos, sociales, culturales) capaces de articular proyectos. Un buen liderazgo es la segunda pieza clave del proyecto.

El tercero es el compromiso de los comejenes. Todos nos hemos apuntado por la confianza en el objetivo. Nadie se ha equivocado en la búsqueda de la fama, de más likes o followers. Creemos en el proyecto y en la necesidad de difundir “ideas que corroen”. Así de sencillo. Pero también creemos que hemos definido una estrategia muy difícil de encontrar en el universo de la información actual: la calidad y la profundidad en los análisis. Cada comején es un experto o experta en el tema que trata. No habla de algo que no conoce (como un tertuliano a sueldo) y procura abrir espacios de diálogo sin medir los centímetros, sin contar los 280 caracteres o sin calcular el clic-bait de sus palabras en el titular. No puede haber éxito sin calidad.

Por eso nos apuntamos y por eso escribimos, con compromiso, para sumar al objetivo. Lo interesante es que las cifras, luego de un año de aventuras, indican que crecemos y que cada vez más gente, en cada vez más países, lee nuestras propuestas (otro hecho diferencial). Así que el propio impulso de la aceptación es un motor importante para alimentar el compromiso.

El último punto del éxito de EL COMEJÉN —y del que me siento particularmente orgulloso— es que el uso de las redes sociales no es nuestro centro de acción. De hecho, EL COMEJÉN funciona más por la colaboración y difusión de las redes propias y el boca a boca de cada comején que de una estrategia específica de un trabajo de redes o de un community manager especializado. Creemos que la calidad del producto, de sus comejenes, es la principal carta que jugamos a la hora de ser difundidos por la red, incluso por personas que no conocemos.

La luz al final del túnel no está en las plataformas centralizadas del capitalismo global. La herramienta de EL COMEJÉN se mueve por una infraestructura privada, las redes y los cables, y somos conscientes de que no tenemos hoy otra opción posible/viable para alcanzar el objetivo de que las ideas que corroen lleguen a más lectores y lectoras. La luz que vemos está en los resquicios que se abren a partir de la posibilidad tecnológica de transmitir un mensaje crítico y plural, alejado de grandes casas mediáticas o determinado por el alcance de una autodenominada “red social” privada.

La tecnología e Internet hacen posible que una red social real como EL COMEJÉN sea operativa. Pero sin proyecto, objetivo, compromiso y calidad, no seríamos más que una primera edición. 

Politólogo y periodista. Profesor de periodismo en la Universitat Autònoma de Barcelona

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