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“Encontré al guerrillero vivo y con un recuerdo de nuestra mamá:” Iván Guarnizo

Tengo muchas opiniones sobre el encuentro con el guerrillero que estuvo con mi mamá, pero también quiero que la gente saque sus propias conclusiones al ver la película. Podría decir que entendí el perdón de ella y también que todo el proceso ha sido una de las experiencias, aunque difícil, mas gratificantes de mi vida

Iván Guarnizo con exguerrillero de las FARC

Iván Guarnizo con el exguerrillero que secuestró a su madre. Imagen de Ivan Guarnizo

Iván Guarnizo acaba de estrenar su ópera prima Del otro lado en el prestigioso festival Internacional de documentales Hot Docs de Toronto, Canadá y próximamente en el 24 Festival de Cine de Málaga, España. Guarnizo tiene más de quince años de experiencia como director y editor. Ha dirigido videoclips y cortos documentales y ficción. Como editor destacan los largometrajes Paciente de Jorge Caballero y No todo es Vigilia de Hermes Paralluelo. Como director de fotografía realizó Rovira Beleta, crónica pendiente  de Lara Mateo RB para RTVE, y decenas de cortometrajes, documentales y videoclips. EL COMEJÉN lo entrevistó a propósito de su mas reciente trabajo. Una historia vivida en carne propia. Esto nos contó. 

¿Qué fue lo que ocurrió con tu madre?

Mi mamá estuvo secuestrada por las FARC en las selvas del Guainía. Fueron casi dos años, una época muy dura para nosotros. Sólo tuvimos una prueba de vida muy al principio de su cautiverio, una carta escrita por ella y después no supimos nada durante 18 meses. 

Algunos años después de ser liberada le diagnosticaron un cáncer relacionado con una enfermedad que sufrió repetidamente en los riñones durante su cautiverio. Después de una larga batalla, murió en octubre de 2012, muy poco tiempo después del inicio de las conversaciones de paz con las FARC. Ya muy enferma, en una de nuestras últimas conversaciones, tal vez nuestra última conversación más allá de los avatares diarios de la enfermedad, le pregunté que opinaba de los diálogos con la gente que tanto daño nos había hecho. Me dijo que había perdonado todo y que lo único que quería es que nadie más pasara por lo que ella había pasado, así que no solo estaba de acuerdo, sino que deseaba que todo saliera bien. 

Esa conversación quedó siempre rondando mi cabeza. 

Mi hermano y yo nunca habíamos hablado de su secuestro después de que la liberaron, tampoco habíamos sido capaces de escuchar profundamente lo que ella nos contaba de su vida en la selva durante esos dos largos años, de la que hablaba a menudo, las anécdotas y los guerrilleros que la custodiaron.

Aunque éramos conscientes de que nuestros dolores no eran comparables, sentíamos que nuestra vida había sido destruida y mirar a esos años solo nos causaba dolor. Era mi hermano quien había estado en la negociación del rescate que se pedía por ella, a través de conversaciones telefónicas que parecían no dar frutos y que se alargaban durante un tiempo que sentimos eterno y que escuchándolas con distancia son totalmente absurdas. Esto lo sé porque desde la segunda llamada mi hermano las grabó. Primero lo hizo porque se lo pidió la policía, pero después lo hacía para no sentirse tan solo y así poder compartir su angustia conmigo, al final sentíamos que solo entre nosotros podíamos entender lo que nos estaba pasando, y a veces ni siquiera eso.

Había sido tanto el dolor que incluso habíamos dejado olvidado el diario que por algún motivo le permitieron escribir y que por un motivo aún más extraño le dejaron traer de vuelta consigo, junto con las otras pocas posesiones de su vida en la selva, posesiones que ahora guardo conmigo. 

Ella estuvo secuestrada junto a un primo suyo, y entre los dos escribieron cada día de los 603 días que estuvieron metidos en la selva. 

Cuando se firmaron los acuerdos de La Habana y Cartagena a finales de 2016, recordé con intensidad el dolor, la desesperación y la impotencia que vivimos, pero también aquella última conversación con mi mamá. En ese momento me pregunté si sería yo también capaz de perdonar como ella lo hizo. 

Veía las imágenes de la gente vestida de blanco en las ceremonias y buscaba unas caras que no conocía, y que tal vez estuvieran allí: ¿estaban todavía vivos?, ¿estaban entregando las armas?, ¿o eran parte de aquella fracción de disidentes que se negaron al proceso de paz?, ¿se acordarían de ella de la misma forma que ella los recordaba?, ¿podría encontrarlos en algún lugar de Colombia?, ¿querrían hablar conmigo?

Este pensamiento me lanzó a la búsqueda del diario, me pareció que al no estar mi mamá era la mejor pista que teníamos. Le dije a mi hermano lo que estaba pensando y nos pusimos en su búsqueda. Encontrar el diario y leerlo nos impulsó a un precipicio. Descubrimos dos cosas fundamentales: una, que los primeros días del diario funcionaban como una especie de mapa, en donde mi mamá escribía con detalle los lugares de su periplo, desde el lugar exacto de su secuestro hasta las comunidades o campamentos en los que iban durmiendo, pero unos días después su rastro se perdía en la selva. Lo segundo fue el alias del guerrillero que más la cuidó y con el que construyó una relación casi maternofilial. Leyendo el diario descubro una vida de mi mamá que nunca imaginé, llena de tristeza y desesperanza, pero al mismo tiempo de solidaridad y cariño entre ella y sus captores.

Junto con mi hermano decidimos iniciar un viaje por selvas y montañas siguiendo el rastro de su dolor (y también del nuestro), para tratar de comprenderla, pero también para buscar al guerrillero cuyo nombre está en muchas páginas del diario y del que ella nos habló. Encontrarlo se convirtió en un deseo profundo para poder entender su perdón. 

Después de dos años de búsqueda logré encontrar al guerrillero, vivo, reintegrado y con un recuerdo muy vivo de nuestra mamá. Durante todo ese tiempo mi hermano estuvo a mi lado, siempre le agradeceré su generosidad y disponibilidad. 

El viaje y su encuentro me enseñaron muchas cosas, tantas que no sé hacer una lista concreta.

¿Por qué una película y cómo fue cuajando el proyecto?

Yo descifro la realidad a través del cine como otros lo hacen a través de la literatura o de la música, no solo es mi profesión sino es una de las cosas que me da vida, me cuesta mucho trabajo imaginarme una historia que no sea de forma visual. 

Durante el secuestro de mi mamá yo también hice un diario, pero no de forma escrita: lo hacía con una pequeña cámara de video; grabar mi cotidianeidad es algo que he practicado durante muchos años. Con esa cámara retraté, por ejemplo, la casa vacía de mi mamá, los muebles de su casa cubiertos con sábanas para protegerlos del polvo, que es lo mismo que protegerlos del paso del tiempo, para que estuvieran iguales a como ella los había dejado, que al final era como queríamos que ella volviera: igual a como la habíamos dejado la última vez que la vimos, pero el tiempo lo cambia todo, no necesariamente para peor, simplemente lo cambia, la casa ahora es diferente, el paso del tiempo es inexorable. 

Esas imágenes las rescaté cuando pensé por primera vez en hacer la película, igual que las llamadas que mi hermano había grabado y todos los demás materiales que había guardado de aquella época. El día que decidí empezar a buscar a los guerrilleros que estuvieron con ella en la selva supe que tenía que hacer una película del proceso. Empecé a trabajar con la coguionista, Nuria Polo, que me ayudó mucho a poner en orden la historia y poco tiempo después el productor, Jorge Caballero, se unió al proyecto. Decidimos grabar todo el proceso de investigación que quedó retratado en la película misma. Conseguimos financiación lentamente y fue un proceso de casi cinco años desde que por primera vez pensé en hacerla hasta verla terminada.

¿Cómo fue el encuentro con los captores de tu madre y con la selva? 

Los dos momentos fueron cruciales tanto para mí como para mi hermano.

Ir a la selva y estar en el lugar en el que ella estuvo en ese tiempo (lugar que se había convertido en una especie de territorio de nuestras pesadillas) y poder resignificarlo y habitarlo nos ayudó a comprender mejor el dolor y la vida de nuestra mamá. También hay que decir que la guerra con las FARC (aunque no solo con ellas) había convertido muchos lugares de Colombia en territorios impenetrables, territorios que empezaron a abrirse después de la firma de los acuerdos; aunque soy consciente que esa apertura no es necesariamente buena, porque la deforestación y la minería ilegal han aumentado de forma alarmante desde entonces, pero el hecho es que pudimos acceder a un lugar que antes estaba prohibido para la mayoría de los colombianos.

Tengo muchas opiniones sobre el encuentro con el guerrillero que estuvo con mi mamá, pero también quiero que la gente saque sus propias conclusiones al ver la película. Podría decir que entendí el perdón de ella y también que todo el proceso ha sido una de las experiencias, aunque difícil, mas gratificantes de mi vida

¿Te inspiraste en algún cineasta o en algún filme para hacer la tuya?

Uno siempre tiene directores o directoras en mente cuando trabaja, pero decir que me inspiré en alguno sería osado. Sin embargo, durante el proceso siempre me acompañaron las películas de Alan Berliner Nobody’s Business, Ross McElwee Time Indefinite, Laura Poitras Citizenfour o David Perlov Diaries. Y cuando grabé la selva junto con el director de fotografía, Carlos Villaoslada, tenía en mi cabeza la forma en que Apichatpong Weerasethakul filma los verdes selváticos, sobre todo en El tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas.

¿Cómo ves tú, ahora, a los guerrilleros que secuestraron a tu madre?

Esta pregunta me parece difícil de contestar sin revelar mucho de la película, creo que podría responderla una vez la gente la hay visto.

Finalmente, qué libro y que filme, amén del tuyo, recomendarías a los lectores de EL COMEJÉN para adentrarse en el drama que vivió tu madre, tú mismo y tu familia. 

Como libros yo recomendaría Ante el dolor de los demás de Susan Sontag y El año del pensamiento mágicode Joan Didion. El ensayo de Sontag me parece perfecto para entender desde una perspectiva humanista como se ha representado el dolor a lo largo del tiempo. Y el libro de Joan Didion es una obra maestra sobre el duelo y el luto que conecta con muchas de las obsesiones del dolor que la pérdida de un ser muy querido deja y que en algún momento quise retratar en la película (en nuestro caso, la pérdida temporal primero y permanente después).

Y como película recomendaría Time indefinite de Ross McElwee, un ensayo precioso sobre el duelo y la pérdida de los padres y los recuerdos que nos dejan.

Equipo de redacción El Comején.

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