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¿Qué se hizo el “Che” Guevara?

En los tiempos que corren no puedes dejar que tus tácticas de lucha se ralenticen. Puedes, eso sí, sobrevolar la realidad con la lentitud de un cóndor, pero has que tu táctica de lucha política tenga la velocidad de un halcón para que puedas pillar algo.

La Habana. Imagen de Ba-Su en Pixabay.

La Habana. Imagen de Ba-Su en Pixabay.

Tatuaje. Así era el apodo del ladrón que realizó el tatuaje sobre mi brazo izquierdo. Me fue rompiendo la piel con una aguja de coser. Como lo hacían los marineros en la cubierta de los bajeles, los buscavidas en los burdeles de mala muerte o los condenados que esperaban en los calabozos el encuentro con la horca. La sangre se mezclaba con la tinta. Con papel higiénico iba curando las milimétricas heridas. Cuando Tatuaje acabó su obra me pasó un trozo de espejo para que la viera. Miré hacia el pedazo de espejo y sonreí cuando distinguí la icónica imagen tomada por Korda: Ernesto Guevara De La Serna, más conocido como el “Che”. Tatuaje honraba a su apodo. Era un artista tatuando y robando baratijas en las calles de Bogotá. Aquello ocurrió en 1997 en la estremecedora Cárcel Modelo de Bogotá. Fue el año en que se conmemoró el 30º aniversario de la muerte del “Che”. El mismo año en fueron encontrados sus restos, sin las manos, en una pista abandonad de Vallegrande, Bolivia. 

Este año, 2021, se cumple medio siglo de la publicación de Las venas abiertas de América Latina, el legendario libro de Eduardo Galeano. Un manual para indignarse o dar la vida por una causa. Como lo hizo el médico Guevara. La Latinoamérica que describió Galeano poco o nada se parece a la de hoy. En El Alto, por ejemplo, la más grande conglomeración indígena del continente, los chicos lucen camisetas y zapatillas piratas de las marcas globales mientas escuchan música desde las aplicaciones de sus móviles. El castellano gana terreno al aimará. El Alto se creó hace unos 35 años. En La Higuera, el antiquísimo y pobre caserío boliviano en el que el sargento Mario Terán ejecutó al “Che” con una ráfaga de carabina M-2, habitan un poco más de cien parroquianos. Cuando mataron al “Che” El Alto no existía, era una extensa y yerta explanada a más de cuatro mil metros de altura. La Higuera quedó como un hito atascado en el tiempo, mientras El Alto es un fotograma en que las imágenes pasan velocísimas. La juventud boliviana sabe más de la vida del argentino Lionel Messi que de su compatriota guerrillero. Son los mismos jóvenes que se armaron en barricadas contra los golpistas que en noviembre de 2019 desalojaron del poder a Evo Morales. ¿Cómo te explicas esto, Comején?

No te voy a decir, nostálgica Termita, que antes las cosas eran mejor que ahora. No me tomes por tonto. En los tiempos que corren no puedes dejar que tus tácticas de lucha se ralenticen. Puedes, eso sí, sobrevolar la realidad, planeando como un cóndor, pero haz que tu táctica de lucha política tenga la velocidad de un halcón para que puedas pillar algo. No puedes conformarte con el póster del “Che” que tienes fijado en la pared de tu habitación o tatuado en la pantorrilla derecha (sí, la derecha). Cuando sales de tu casa con rumbo a la manifestación observas que, salvo aquel viejo cascarrabias que militó contigo en la fábrica que cerraron en el siglo pasado, nadie luce camisetas o pósteres del guerrillero argentino. 

Se veían “Ches” en el barrio latino de París del 68; en la carrera 30 de Bogotá por allá en el 71; en la plaza Tlateloco aquella vez que dispararon; en los primeros años del Foro de Sao Paulo; incluso en las manifestaciones del 15M en Barcelona o en las plazas de Tunicia durante la primavera árabe. Las imágenes del más famoso guerrillero no se vieron -o se vieron pocas- en las revueltas callejeras de Quito, Santiago o Cali. En Argentina, donde nació, escasean. Lo que no afloja ni escasea es la revuelta latinoamericana. Lo que ocurre es que los símbolos, los referentes, las fuentes de inspiración van cambiando. Rapidísimo. Entre los chicos y chicas de la primera línea se observaron dorsales del América de Cali, viseras alusivas a un desconocido cantante de hip hop o pancartas con frases que le escucharon a la abuela antes de que se la llevara la peste. 

En el siglo veintiuno nada solidifica. Nada dura. Las ideas nacen y mueren pronto.  

Esto era lo que quería decirte, Comején, este 8 de octubre de 2021. Cincuenta y cuatro años después de la ejecución de Ernesto “Che” Guevara en una escuelita de Bolivia.

Escritor y analista político. Blog: En el puente: a las seis es la cita.

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