Contrariamente a lo que todos creemos el Islam no es el único responsable del estatuto inferior de las mujeres inscritas en las sociedades patriarcales. Colombia no podía ser la excepción. Esta situación está directamente ligada con nuestro mestizaje, con las formas culturales que se fueron desarrollando desde los inicios de nuestra República. Incluso nuestros propios grupos indígenas o clanes, también aportaron su cuota.
De acuerdo con la gran feminista musulmana Fátima Mernissi, existe una creencia contemporánea, según la cual los hombres son agresivos en su interacción con las mujeres y las mujeres son pasivas. Mernissi se refiere al Imán Ghazali, que predica que la sociedad sólo puede sobrevivir cuando se crean instituciones que fomenten el dominio masculino por medio de la segregación sexual. Espacios muy definidos entre lo femenino y lo masculino. Cada uno con sus roles específicos, en especial las mujeres confinadas, relegadas y condenadas a dos roles: al uso del Chador o ser una Odalisca, una esclava del harén. Nada que nos sea extraño en Colombia, pero con otra fachada: la Amante o la Primera Dama. El Medio Oriente no es tan lejano a nuestra civilización, por el contrario lo tenemos en nuestro ADN, algunos de nuestros clanes vienen del desierto.
Colombia es un país mestizo por excelencia, no existe realmente lo que podríamos llamar una etnia colombiana, a pesar de que hablamos de colombianidad cuando hay un partido de futbol. Definir lo colombiano no es fácil. Cuando los políticos hacen campaña exaltan una cultura sobre otra, dejando por fuera muchos aspectos que hacen a Colombia multicultural y diversa. No somos un pueblo al que sólo le gusta el futbol, el alcohol y el vallenato.
Colombia tiene un rico mestizaje, pero la mezcla que nos interesa hoy es la conformada por el indígena, español y árabe: los principales grupos étnicos que dominan y controlan el Caribe colombiano. Vamos allá sin dejar de lado el aporte africano al mestizaje, que considero el más noble de la mezcla. Pero los tres primeros son históricamente conocidos porque basan su poder en el Clan.
De este mestizaje que, podríamos considerar hermoso y que aportaría grandes beneficios a nuestra cultura, parece que solo heredamos las enfermedades culturales. Tanto las nuestras como las foráneas. El Caribe es una región de clanes, tribus, familias feudales, como lo fue y lo sigue siendo el Medio Oriente y como fueron los españoles a su llegada. Y como eran nuestras tribus indígenas. De esta forma funciona el Caribe, que está condenado a seguir comportamientos ancestrales, arraigados y destructivos para el desarrollo de la sociedad.
La fuga cinematográfica de Aida Merlano no solo destapó un entramando de corrupción en el Caribe sino también la forma fosilizada en que operan los clanes familiares en la región. Se vuelven uno solo cuando se trata de aportar a la corrupción. Poderoso mestizaje.
Pero más allá de ese entramado de corrupción los medios de comunicación han montado un reality, una telenovela como llaman ellos mismos, cuya protagonista principal es la señora Aida Merlano. Emplean el affaire como cortina de humo para tapar la gran corrupción enquistada en los clanes políticos y sus ramificaciones en la liza presidencial. No estoy tratando de sacar en limpio los delitos cometidos por Merlano, pero si tuviéramos un periodismo serio, lo lógico sería descubrir los hilos del entramado corrupto y no sólo el drama humano de Aida como mujer.
En sus entrevistas la señora Merlano asegura que fue prostituida por su familia cuando salía de la adolescencia. Fue vendida a uno de los gamonales. A uno de los señores feudales de la Costa Caribe: Julio Gerlein. Un hombre cuarenta años mayor que ella. ¿No les inquieta esto? ¿No se hacen preguntas?
Sigamos.
Aunque ella no utiliza la palabra prostitución, en su forma de expresarse deja ver que no guarda odio hacia la familia de los gamonales porque considera que es natural que en la Costa Caribe la mujer sea tratada como objeto de decoración y placer. Pero en la voz de Aida Merlano se puede palpar cierto desgarro, cierta culpa, que no pudo detectar entonces por su pobreza y juventud. En su relato se percibe una tristeza absoluta y una inmensa ansiedad. Lo que más impresiona es ver como una parte de la sociedad colombiana quiere ver a esta mujer guillotinada en la plaza pública. Merlano fue elegida como cabeza de turco para expiar los pecados de los capos de la corrupción.
Merlano, antes de escaparse, tuvo varias opciones pero no quiso aprovecharlas. Opciones como la de conseguir una rebaja de pena declarándose culpable y dejando en limpio a los verdaderos culpables. Pero, la vida es una caja de sorpresas. Quizá tenía miedo, no quería ser sacrificada. La vanidad o el deseo de venganza, vaya uno a saber, pudo influir en su huida hacia adelante. Una huida que complicó su situación legal y su seguridad. La opción de defenderse y ser escuchada no estaba en la mesa de negociación. Posiblemente la última oportunidad que le ofrecieron fue el destierro.
De este primer relato se puede concluir que Aida Merlano fue prostituida a muy temprana edad. Un objeto destinado a complacer los caprichos de un poderoso y millonario gamonal perteneciente a un clan familiar dedicado a la política. La señora Merlano fue dotada de una belleza natural que se convirtió en su ruina. Ella cuenta que quería escapar de la bestia que la castigaba y amenazaba con despedir de sus empleos a sus familiares que dependían de sugar daddy. Debía complacer a su amo, y evitar que su familia la acusara de padecer hambre y pobreza por dejar al corruptor. Su propia familia es absolutamente culpable de todo este inquietante episodio.
Con el paso del tiempo, Merlano desarrolló la astucia de la zorra, pero no la inteligencia de una mujer empoderada. No es su culpa, no tenía herramientas para conseguirlo. En Colombia hay un dicho muy popular: “La suerte de la fea, la bonita la desea”. Este proverbio aplica perfectamente para Aida Merlano. La belleza en Colombia, una sociedad corrupta y doble moral, no es garantía de éxito para una mujer. En el Medio Oriente la belleza es una maldición.
Años después Gerlein usó a su “protegida” como punta de lanza para sus intereses políticos y electorales. Un imagen nueva, relató ella. Los Gerlein eran fósiles para ese momento. El poderoso clan le enseñó todas las triquiñuelas de la política y la hizo congresista. Y así fue Aida Merlano creando su propia miseria, la misma que la llevó a la perdición.
Entonces llegó el poliamor.
A medida que Merlano crecía, el amo Gerlein le permitió cierta libertad sexual, posiblemente porque ya no podía utilizar a la menor de edad a su antojo o había madurado tanto que ya no le gustaba en ese sentido, o simplemente él ya no podía. Pero continuó siendo anillada por el clan, los dueños del poder en la costa Caribe. Es cuando Alex Char entra en el juego. Al parecer, todos los clanes y gamonales convergían en el mismo útero, como la madre tierra. Dicen los medios: que no fue uno, ni fueron dos, fueron tres y fueron cuatro e incluso cinco.
No hay necesidad de entrar en detalles, eso es morboso. Pero hay dos mujeres que producen mucha tristeza en este entramado y son la Odalisca y la Esposa. El mismo Alex Char es el resultado de unas familias, cuyos valores, no pertenecen a este tiempo, sino al feudalismo. Todos fueron sacrificados por sus familias: él, la esposa y la amante. Solo por llegar y mantenerse en la cima del poder. Un poder corrupto e inmoral.
En los videos de TikTok, se observa a Alex Char en la azotea de un edificio de Barranquilla, mirando su obra al infinito, como dueño absoluto del mundo, como el Guasón. La amante obligada a fugarse y la esposa forzada a perdonar en público a su marido. El precandidato dando explicaciones falsas. Los aliados políticos de la coalición diciendo que Merlano está herida. Los medios alimentando la ignorancia y los bajos instintos.