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El valor de contar historias en lienzos o en papel

¿Hay algo más poderoso contra un régimen que el ingenio humano elevado a la categoría de protesta?

Ilustración de Cami Marín

Black plain concrete textured background

Como si fuera un puzzle que va encajando a su antojo, las palabras de esta serie crean formas sorprendentes. Primero fue “fetiche”, luego “sempiterno”, y después vinieron “inefable” y “esperanza”, cada una con sus propias pequeñas grandes historias. Hoy viene una que me encanta por lo que esconde en su propio significado y por las lecciones que deja a su paso.

Episodio 5 – Revelación 

Manifestación de una verdad secreta u oculta.

Hoy empiezo por presentar un listado extraordinario de pasos a seguir en la visita a un museo. No lo escribí yo (¡ya me gustaría!). Lo hizo un niño de 10 años para un ejercicio de clase. El trabajo consistía en redactar un decálogo y, como podría esperarse, muchos listados incluían “no tomar fotos con el flash”, “no hablar por teléfono”, “no comer en las exposiciones” y “dejar las mochilas en los casilleros”. Sin embargo, a este niño se le ocurrió “un decálogo para disfrutar de todo el mundo del arte” con las siguientes instrucciones que transcribo textualmente:

  1. Imaginar todas las historias
  2. Mirar en detalle los cuadros y los textos
  3. Buscar el significado del cuadro
  4. Mirar el cuadro para entender la historia
  5. Disfrutar de la historia que imaginas
  6. Probar todas las historias posibles
  7. Valorar toda la creación
  8. Disfrutar del cuadro 
  9. Fijarte en el artista
  10. Valorar al artista

¡De manera que un museo es una colección de historias! ¡Qué extraordinaria manera de definir este sitio tantas veces retratado como un espacio frío, cuadriculado, exigente, silencioso y aburrido! Como una gran revelación, este decálogo me permitió entender que, aunque haya curadores expertos en montar exposiciones y especialistas en interpretar las obras artísticas, el sentido que cada uno de nosotros puede darle a cada cuadro es único e irrepetible según la historia que se haya montado en su cabeza. 

No vengo a hacer un tratado sobre apreciación artística. Solo quiero volver la mirada a esa pasión que produce lo bello, lo estremecedor, e incluso lo repugnante porque la indiferencia no cabe frente a una obra que pretende contar algo con sus colores, sus formas y sus dimensiones. De modo que aquel decálogo hecho con manos infantiles ha venido a recordarme lo importante que es imaginar, mirar en detalle, disfrutar, valorar y probar para apreciar cualquier creación humana. Desde la pintura hasta el cine, pasando por la música o la danza. En cada pequeño legado que vamos dejando, incluso en los actos más cotidianos, estamos contando una historia que puede ser interpretada de miles de maneras.

Así que no hay que complicarse mucho para impactar la realidad con grandes transformaciones. Pequeños gestos pueden suponer extraordinarias revelaciones. Ahora mismo, por ejemplo, las calles de Pekín se pueden estar llenando de hojas en blanco sin letras ni dibujos ni símbolos que puedan suponer una afrenta contra el gobierno. Papeles vacíos como símbolo de todo aquello que se quiere gritar, pero no se puede por la censura. ¿Hay algo más poderoso contra un régimen que el ingenio humano elevado a la categoría de protesta?

En una época en la que se empieza a experimentar con inteligencia artificial para producir obras artísticas y literarias, cobra mayor sentido este afán por recuperar y defender la esencia de cada palabra y de cada símbolo, como elementos indispensables para la construcción de historias. Pero no guiones surgidos de una mente robótica que articula párrafos de forma correcta, pero sin alma, sino una costura fina, tejida con delicadeza desde la creatividad más auténtica para maravillar a quienes todavía se sorprenden cuando les cuentan un cuento. Ya sea uno hecho con pinceles sobre un lienzo u otro con letras sobre una hoja en blanco. 

Poco queda de la periodista que fue, pero insiste en escribir. Ganó el premio Simón Bolívar de Periodismo en 2000 por la serie de reportajes "Ciudad Botero". Trabajó para "El Colombiano" de Medellín y realizó reportajes para "El Tiempo" de Colombia. Fue editora de la redacción Barcelona del "Periódico Latino". La gran mayoría de sus trabajos recientes se pueden ver en el portafolio: http://www.behance.net/ZulmaSierra.

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