La situación que afecta al mundo entero con la pandemia ha impactado también gravemente al mundo del libro y la lectura en nuestra región. Hoy predomina la incertidumbre. El mercado editorial ha tenido que paralizar toda su actividad y no se sabe bien cómo va a poder salir de esta situación.
En los últimos años, hasta antes de esta emergencia sanitaria, la industria editorial en Chile, sobre todo la industria independiente, había logrado un gran desarrollo que había permitido multiplicar y diversificar sus actores. Hoy, sin embargo, la escena se ve paralizada, no se avizora un camino para seguir y se desconoce si llegarán ayudas económicas de algún tipo. Hasta ahora, los únicos recursos que se han anunciado son fondos concursables.
Por otro lado, la contingencia ha generado una rápida migración hacia el mundo digital y muchos sectores (editoriales, librerías, bibliotecas) que antes se resistían al mundo virtual debido a temores respecto a la seguridad para la industria del libro, han comenzado a probar y ver cómo pueden participar e interactuar en este ambiente. Muchas librerías han tenido una actitud decidida y se han reconvertido, comenzado a vender a través de su página web, utilizando sus redes sociales o simplemente mediante el uso del teléfono, contactándose con la enorme población que busca algo que hacer en su largo período de confinamiento.
Para las bibliotecas, la situación ha sido similar en cuanto a la incertidumbre que existe. Aquí también algunas de ellas han reaccionado muy rápidamente y han comenzado a prestar servicios en este estado de emergencia. Las soluciones más simples han venido de la mano del uso de sus redes sociales, contando cuentos, acompañando a la gente con historias, emitiendo antiguas grabaciones con actividades de la biblioteca o haciendo recomendaciones de libros.
Otras bibliotecas han ido mucho más allá y han desplegado una variedad de servicios tales como servicios telefónicos de referencia o de cuentacuentos, entre otros. En esta línea, de ir un paso más allá, la Biblioteca de Godoy Cruz, en Argentina, quizás la más representativa en este sentido, ha estado llevando libros físicos a las casas con un sistema de cuarentena para los libros antes de entrar a casa, teniendo que gastar unos días de espera para que puedan ser leídos. Del mismo modo, cuando los libros son devueltos, la biblioteca debe dedicar tiempo y esfuerzo para volver a trabajar con esos libros.
Otro caso emblemático extraordinariamente destacado en la región ha sido el de la Biblioteca Nacional del Perú, la que ha desarrollado un extenso programa de extensión cultural digital, con narración oral, cuentacuentos, programas para niños, charlas sobre literatura, historia o filosofía, cine fórum, conversatorios en torno a bibliotecas, lectura y comunidad. Para ello ha utilizado Facebook, Zoom o podcasts en Spotify, además de multiplicar los esfuerzos, utilizando el teléfono, el correo o WhatsApp. Y junto con ello, están desarrollando una gran estrategia nacional para las bibliotecas públicas del Perú, una vez que ese país salga de la cuarentena.
Otras bibliotecas han ido mucho más allá y han desplegado una variedad de servicios tales como servicios telefónicos de referencia o de cuentacuentos, entre otros.
Asimismo, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe – CERLALC está renovado el esfuerzo que hizo hace algún tiempo, a partir de otras catástrofes naturales, en un documento llamado “La fuerza de las palabras. Protocolo para una intervención cultural en situaciones de emergencia”, enfocándolo hoy a las nuevas circunstancias.
Naturalmente, las bibliotecas digitales como la Biblioteca Pública Digital de Chile han tenido un protagonismo inigualable. Si bien el año pasado ya había sido la biblioteca pública chilena que más libros prestó en el país, hoy ha cobrado una importancia fundamental, porque es prácticamente la única biblioteca que está abierta y disponible.
Esta catástrofe mundial nos obliga a pensar y a repensar el rol del bibliotecario y de la biblioteca, que más allá del espacio de la biblioteca, más allá del contenido de los libros, debe estar enfocado más que nunca en la comunidad a la cual sirve. Y debe redoblar sus esfuerzos para pensar como brindar sus servicios de lectura, de información, de apoyo al desarrollo económico, emocional, social y cultural de su comunidad.
Nuestros países están acostumbrados a verse afectados por desastres naturales; convivimos con tormentas, terremotos, maremotos e inundaciones. Y siempre las bibliotecas han estado allí, para acompañar a sus comunidades.
Si bien hoy existe una enorme incertidumbre, donde probablemente los presupuestos en cultura de este y el próximo año se verán muy afectados, es al mismo tiempo una oportunidad de replantearse la forma en que estamos haciendo nuestro trabajo en bibliotecas. La pandemia nos ha puesto ante la encrucijada de llegar a usuarios que no pueden ir a la biblioteca. Y tal vez esta tragedia se ha convertido en una oportunidad para recobrar y rediseñar todos nuestros esfuerzos para que, estemos o no en situaciones de excepción, podamos llegar a más miembros de la comunidad, con mejores servicios y de manera más fructífera para todas y todos.