Una estación de policía de Minneapolis envuelta en llamas y la sede de CNN en Atlanta tomada por manifestantes ocupan los titulares internacionales mientras se escriben estas líneas. Una vez más, la violencia inherente al sistema racista y patriarcal de los Estados Unidos se ha materializado en el asesinato cobarde de un ciudadano negro. Las protestas vuelven a Hong Kong para tratar de detener al autoritarismo Chino. En Ecuador, uno de los países más golpeados por el Covid-19, estudiantes y trabajadores retoman las calles en su lucha contra el paquete neoliberal del presidente Lenin Moreno. Receta del FMI. En Barcelona, los obreros ahora desempleados tras el cierre de la planta de Nissan, queman llantas en sus primeras protestas. Esto parece ser sólo el comienzo. Estaba cantado, la pandemia ha acelerado la crisis. La especie humana se encuentra bajo una creciente tensión desde todas las aristas posibles, al borde de la ruptura.
Se vive un estado casi permanente de malestar en la sociedad. Se sienten movimientos telúricos que nos acercan, cada vez a mayor velocidad, a un estallido. Ninguno de los modelos hegemónicos de sociedad, de aquellos formados en el siglo XX, queda en pie. Sólo quedan excepciones: la excepción nórdica, la excepción cubana y unas pocas más, no necesariamente positivas. La enorme crisis del pacto socialdemócrata europeo, con el respectivo avance de los proyectos de ultraderecha, pero sobre todo el derrumbe dramático y penoso de los Estados Unidos, son el sello de presentación del fracaso de los modelos de sociedad vencedores de la Guerra Fría. En medio de las llamas parece no haber lugar hacia donde correr. El llamado “modelo chino” que, en algunos medios se propone como alternativa, tiene protuberantes fallas y reparos.
La cultura del consumo y producción en exceso, el consumismo, es el común denominador en los diferentes escenarios de la vida humana donde se desenvuelve este drama.
La cultura del consumo y producción en exceso, el consumismo, es el común denominador en los diferentes escenarios de la vida humana donde se desenvuelve este drama. La cultura es todo lo que somos, todo lo que hacemos y lo que nos rodea. Sin embargo, la cultura hoy se reduce comúnmente a las cosas que disfrutamos, entiéndase consumimos, durante nuestro tiempo libre. Los seres humanos estamos muy ocupados produciendo. El avance del sistema capitalista, en su fase neoliberal, ha arrasado a la cultura con el torrente homogenizador y segregador del mercantilismo. Esto agrava el malestar. Nos desafirma, nos desarraiga, nos deslocaliza. La falsa ilusión de poder hacerlo todo, de tener acceso a todo, a cualquier hora, nos pone en fuga y tensión permanente. En fuga de nuestro propio entorno y en tensión con nosotros mismos. Somos simultáneamente nuestros amos y esclavos, diría Byung-Chul Han.
En El Comején nos preguntamos, entonces, sobre la cultura. ¿Cómo se crea y se resiste desde la cultura a este malestar contemporáneo? Artistas, raperas, periodistas, académicos, poetas y analistas, presentan sus experiencias y reflexionan acerca de ellas. Nos hablan desde laboratorios ciudadanos en Madrid donde se exige y ejerce el derecho a participar en la vida cultural, afrocolombianos que defienden sus tradiciones y al mismo tiempo aportan al avance científico, campesinos que reclaman su identidad, jóvenes que en las barriadas de todo el mundo transforman la rabia e inconformidad en reivindicaciones sociales, en Rap, Graffiti o Break Dance.
La interacción, la creación, la colaboración, la solidaridad y la acción que permita recomponer una identidad propia y colectiva no excluyente, es el llamado común.