Se llamaba Yordan Tovar, tenía 29 años. Era directivo del Sindicato de Trabajadores Campesinos Agrícolas del Putumayo y miembro activo del movimiento Marcha Patriótica. Fue asesinado el pasado 16 de enero, cerca de las 7:30 de la noche, en el corredor Puerto Vega-Teteyé, en Puerto Asís (Putumayo).
En Internet circula solo una foto suya. Era moreno, tenía los ojos oscuros y almendrados, el pelo muy corto, la nariz ancha y los labios carnosos. Las noticias no cuentan si tenía pareja o hijos, si vivía solo o con algún familiar, pero estoy segura que son muchas las personas que lloran su ausencia y la injusticia de su asesinato.
El rechazo a las fumigaciones indiscriminadas sobre sus campos, que agudizan la crisis ambiental y económica, es una de sus principales exigencias desde hace años.
Michel Forst, Relator de Naciones Unidas, sostuvo en febrero de este año que Colombia es uno de los países más peligrosos del mundo para la defensa de los derechos humanos. Las cifras solas no muestran la tragedia humana que hay detrás de cada caso. Por eso un grupo de columnistas hemos querido recuperar los rostros y las vidas de algunos líderes asesinados, y contar la historia de uno de ellos.
Yordan era directivo de Sintcacfromayo, una de las tantas organizaciones campesinas que exigen agua potable para los habitantes de la región y defienden su territorio del saqueo de las multinacionales. El rechazo a las fumigaciones indiscriminadas sobre sus campos, que agudizan la crisis ambiental y económica, es una de sus principales exigencias desde hace años.
A Yordan lo mataron en enero. Según los registros, es la víctima número 21 en el listado de líderes sociales asesinados en 2020 en Colombia. En mayo, la cifra ya superaba los 100. Mientras escribo estas líneas los datos continúan en asenso, y para cuando se publique esta columna dentro de unos días la cifra será mayor.
Como Yordan, miles de líderes sociales en Colombia protestan, gritan, reclaman y exigen al Gobierno de turno que proteja su territorio y no lo deje a merced de la explotación petrolífera y del narcotráfico. Lo hacen desde hace más de 40 años y desde entonces los están matando.
No hay proceso de paz que valga, no hay partido que los defienda, no hay guerrilla que los ampare. Los están matando y los seguirán matando porque así son las cosas en Colombia. Persecución y muerte para todo aquel que piense que tiene derecho a vivir, a estudiar, a trabajar honradamente, a tener una vejez tranquila. Muerte para todo aquel que piense que se puede exigir lo que es un derecho en muchos otros países sin que les cueste la vida.
Son tantos los líderes sociales asesinados en Colombia, que no todos caben en la portada de El Espectador, que hace unos días cedió su primera página para publicar los nombres de los 442 muertos registrados desde que se firmó el Acuerdo de Paz con las Farc en 2016. Los nombres anteriores a la fecha no caben en la página. Tristemente harán falta toneladas de papel para escribir la historia de cada una de ellos.
La Red de Derechos Humanos del Putumayo ha denunciado el asesinato de Yordan y, según las noticias, la organización afirma que llevan meses emitiendo alertas ante las amenazas que sufren los líderes de la región. Señalan, además, que “ni el Gobierno nacional ni departamental han adoptado medidas preventivas para defender la vida e integridad de los mismos”.
Y no lo van a hacer. Porque así son las cosas en Colombia. Todo aquel que decida enfrentarse al expolio de los recursos naturales será tachado como guerrillero. Aquel que decida llevar la denuncia ante el inoperante y cómplice sistema judicial será tildado de comunista, de facineroso y enemigo de la patria. Y lo peor, estas etiquetas servirán como justificación para asesinarlos y llenar los ríos con su sangre.
Espero que esta campaña por la defensa de los líderes sociales pueda tener algún eco, un efecto, por pequeño que sea. Espero que algún día ser defensor de la tierra, del agua y de la vida deje de ser motivo para el asesinato y sustento de la impunidad. #LaHuellaDeLosLíderes