El senador colombiano Iván Cepeda Castro acaparó los titulares de la prensa de su país por haberle ganado una partida al expresidente Álvaro Uribe Vélez en los estrados judiciales. La prensa internacional también ha tomado nota sobre su perseverante lucha en favor de todas las víctimas del conflicto armado que aún castiga a su país. EL COMEJÉN lo entrevistó para conocer sus impresiones sobre el arresto del expresidente colombiano y qué perspectivas tiene la izquierda para las próximas eleciones legislativas y presidenciales.
¿El arresto del expresidente Uribe es un paso hacia un Estado de Derecho genuino?
Sí, yo creo que en efecto es un paso en la dirección de hacer que Colombia sea un Estado de Derecho realmente. Pero yo iría más allá. Esta es una decisión que tiene un valor democrático y que nos permite abrir paso hacia una auténtica democracia, porque el Estado de Derecho es sólo una expresión de una sociedad democrática y en ese sentido yo creo que esta es una decisión que tiene un valor jurídico-legal, un valor político, pero también un valor simbólico.
En las dos últimas décadas Uribe ha sido la representación de una especie de poder absoluto. Un caudillo que ha ejercido una influencia en muchas esferas de la vida del país y que tiene el respaldo de un sector importante del empresariado, de las fuerzas militares y por supuesto, de la clase política, especialmente de los clanes políticos en los territorios y en las regiones. También ha tenido a su lado a muchos actores ilegales, narcotraficantes y paramilitares, así que si hay alguien que podía expresar o simbolizar el poder absoluto era Uribe, quien estaba empeñado precisamente en consolidar la idea de un poder, de un Gobierno y de un Estado absolutista.
Creo que con el término polarización se ha querido banalizar esta confrontación democrática
Esa ha sido la gran contradicción, el gran enfrentamiento político que se ha presentado durante dos décadas en Colombia. El intento por sellar una guerra eterna en contra de una solución dialogada del conflicto armado, la idea de socavar lo que ha ido quedando de la constitución del 91, de la justicia y las Cortes. La lucha por mantener en la impunidad el despojo de tierras.
En fin, todo eso es lo que en esta decisión pareciera tener un momento de solución o desenlace. Por supuesto que lo que está aquí enfrentado es un modelo democrático versus un modelo absolutista, totalitario. Yo diría fascista, claro está.
¿Está la izquierda colombiana preparada para asumir con convicción el respeto por las instituciones estatales?
Yo creo que una parte de la izquierda ha ido evolucionando en la compresión de la necesidad imperativa de defender las conquistas democráticas que pueden ser en ciertos momentos relativas y formales, pero que sin lugar a dudas han abierto el espacio para que la resistencia que se ha ejercido durante tanto tiempo pueda darse en mejores condiciones. La resistencia de los movimientos sociales, de las comunidades, de los sectores alternativos. Así que creo que ha habido un aprendizaje importante en esta materia y que sin lugar a dudas cualquier proyecto futuro y concretamente ese proyecto de bloque histórico, de pacto histórico que se plantea hacia las elecciones de 2022 debe tener como componente esencial el rescate, el respeto, la defensa de la constitución de 1991, de las instituciones que pueden permitir un desarrollo de derechos y de presencia social del Estado y de la institucionalidad de la paz, por supuesto.
Yo creo que uno de los grandes fracasos de este Gobierno y de su política ha sido su orientación internacional. Ha empeñado todo su capital político internacionalmente en responderle al sector del Partido Republicano que viene del Estado de Florida
Así que yo diría que no toda la izquierda, porque hay sectores de la izquierda que siguen anclados a nociones y concepciones arcaicas de la política, pero sí hay un sector (yo creo que el mayoritario, sobretodo el que ejerce el liderazgo político) que tiene esa convicción de que es importante, indispensable el respeto de las instituciones estatales y democráticas. Sobre todo, porque la izquierda y las fuerzas alternativas y progresistas comienzan a pensarse ya como Gobierno y sería de una gran inmadurez seguir pensando que esas instituciones van a estar en manos de los adversarios políticos y no que pueden ser los organismos a través de los que se ejerza un poder político distinto, que quiera ser distinto y un programa de gobierno también distinto.
¿El arresto del expresidente Uribe alimenta la polarización o puede convertirse en un factor o puente hacia la reconciliación?
Yo diría que más que la polarización alimenta la controversia, la deliberación y las contradicciones en el plano político. Creo que con el término polarización se ha querido banalizar esta confrontación democrática, y creo que ésta es saludable siempre y cuando se de en el plano de las discusiones y de los debates públicos en los márgenes del respeto y la legalidad, por supuesto.
El desarrollo económico tiene también que ver con la democratización del acceso al conocimiento, a la educación, al mundo de las tecnologías de la información y de la comunicación
El empleo de la mentira, la utilización del chantaje, de la violencia en diversas formas, por supuesto que no es un ejercicio democrático. Creo que en últimas estamos viviendo un período intensamente democrático o intensamente laborioso en búsqueda de la democracia. Al proceso de paz se le podrán hacer muchas críticas e impugnaciones, pero lo que no se puede decir de ese proceso es que no haya sido un ejercicio deliberatorio, que no haya sido un ejercicio de permanente debate sobre el acuerdo de paz, sobre la refrendación, sobre las normas que refrendan el acuerdo.
Igual este escenario judicial es también una oportunidad para que haya una discusión que también se está presentado en la opinión pública sobre el papel de la justicia, y también en esa otra esfera como la Memoria Histórica. El negacionismo enfrentado a la afirmación de una serie de verdades de nuestra historia contemporánea que han sido sistemáticamente desconocidas. Todo eso hace parte de un ejercicio que se quiere rotular simplemente con la palabra polarización. Yo creo que está muy bien que ocurra ese debate y que éste nos conduzca a ser una sociedad más sensata y sobre todo más democrática. Yo creo que la reconciliación es posible en democracia. Lo que no es posible es tener una reconciliación sin democracia, eso es imposible. Así que, más importante que la propia reconciliación creo que es la democracia como esfera, escenario, contexto social y político en el que se puede presentar la reconciliación.
¿El repliegue geopolítico de los Estados Unidos y el fracaso de los planes de desestabilización de Venezuela han debilitado al uribismo?
Sí, yo creo que uno de los grandes fracasos de este Gobierno y de su política ha sido su orientación internacional. Ha empeñado todo su capital político internacionalmente en responderle al sector del Partido Republicano que viene del Estado de Florida y que es el que ejerce hoy en la Casa Blanca el control de la política hacia América Latina, a través del señor Mauricio Claver-Carone que es socio de congresistas como Marco Rubio y como los hermanos Díaz-Balart, que fueron definitivos en el triunfo de Donald Trump en los distritos electorales más importantes de Florida.
Creo que ese es el planteamiento que también respaldan figuras como Gustavo Petro y que de alguna manera está también presente en la propuesta que ha lanzado Humberto de La Calle
Así que esa apuesta muy dirigida también por el propio Uribe ha mostrado sus límites y fracasos, porque se ha empeñado en hacer una confrontación, no solamente contra Venezuela sino también contra Cuba, esencialmente. Y esa orientación de intentar deslegitimar a Cuba como país garante del proceso de paz ha traído un costo también.
Sin lugar a dudas ese ha sido un proceso en el que se ha debilitado al uribismo y que tiene además otros aspectos que lo demuestran, y es que al lado de esa actitud servil y abyecta con ese sector de extrema derecha de la Casa Blanca, también han surgido unos cuestionamientos muy graves, serios, ya no del Partido Demócrata y de un grupo de congresistas que tienen en su agenda la protección de Derechos Humanos en Colombia, sino en los dos partidos, cuya expresión ha sido las enmiendas que se votaron en la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
El hecho de que ahora a todo ese sombrío panorama para el Gobierno se añada ni más ni menos la circunstancia de que la Corte Suprema de Justicia ordena privar de la libertad al expresidente por hechos muy graves, y que la respuesta del Gobierno en vez de ser una respuesta de respeto a las instituciones y al equilibrio de independencia de poderes públicos es una ofensiva autocrática contra la justicia, obviamente agrava este panorama.
¿Qué reformas constitucionales considera necesarias para un país que vive un cambio generacional?
Bueno, más que unas reformas constitucionales puntuales creo que es necesario un programa que tenga en su fundamento lo que se ha llamado un pacto histórico o un bloque histórico, para decirlo en términos de Gramsci, es decir, una serie de cambios entre los cuales está el cumplimiento del acuerdo de paz en sus puntos pendientes, esas tres o cuatro reformas esenciales: la reforma rural integral, la reforma democrática, el enfoque social de los territorios y la solución del narcotráfico por esa vía y la justicia transicional. Pero al lado de ese proyecto por supuesto que está la concepción o desarrollo de un nuevo modelo económico, que está planteado en términos de una economía productiva que tenga como eje esencial del desarrollo el uso energías saludables, energías verdes para contrarrestar los efectos del cambio climático.
El desarrollo económico tiene también que ver con la democratización del acceso al conocimiento, a la educación, al mundo de las tecnologías de la información y de la comunicación, en fin, un programa que implique unas reformas de cambio histórico y de transición hacia un contexto histórico de paz total, de democracia y de equidad. Creo que ese es el planteamiento que también respaldan figuras como Gustavo Petro y que de alguna manera está también presente en la propuesta que ha lanzado Humberto de La Calle.
¿Qué película y qué libro recomienda de cara a lo que sucede en el país?
Sugiero dos películas: El huevo de la serpiente de Ingmar Bergman y de la trilogía de El Padrino, el primer episodio. A las puertas de El Uberrimo, libro que escribí al alimón con Jorge Rojas, concede algunas claves para entender la situación del expresidente Uribe.