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“La extrema derecha 2.0 es un fenómeno nuevo”: Steven Forti

El populismo es una característica, un estilo, un lenguaje, una retórica, una manera de hacer política que lo empapa todo. ¿Quién no es populista hoy? Vivimos en una época populista, en un momento populista. El populismo más que un sustantivo es un adjetivo. Un adjetivo que marca esta época y fortalece la idea de que no hay izquierda ni derecha.

Jessica González, Yezid Arteta y Steven Forti

Jessica González, Yezid Arteta y Steven Forti

Una leve llovizna cae sobre Barcelona. He quedado con Jessica González en Vía Laietana, cerca a la Jefatura Superior de Policía de Cataluña. La sede policial fue atacada la noche anterior por un grupo de personas, en su mayoría jóvenes. Lanzaron adoquines y partes del inmobiliario urbano destruido. Barcelona está caliente. Las protestas comenzaron por el encarcelamiento de un rapero, pero continuaron por múltiples razones. 

Cientos de contenedores de basura fueron incinerados y numerosas tiendas fueron saqueadas. Es una violencia nihilista de origen variopinto. Los vecinos y comerciantes están enfadados por los daños. En las tertulias de TV y en las páginas de los periódicos se debate sobre estos acontecimientos.  

Desde que fue elegida diputada al Parlament de Catalunya la agenda de Jessica ha engordado. Le he dicho que la representación política hace que la vida transcurra a una velocidad cinematográfica. Ha llegado en volandas a la cita. Yezo, me dice con la voz agitada y su desparpajo caribeño, voy a ritmo de mapalé. Ha terminado un programa on line con el periódico El Tiempo y nos dirigimos a casa de Steven Forti, una de las personas que más ha estudiado y sabe sobre las movidas de la extrema derecha en Europa. Salvados, el programa más visto de la TV española, lo invitó a propósito del surgimiento del partido Vox.  

Hemos llegado a Poble-Sec (Pueblo Seco), un barrio popular al que han llegado oleadas de inmigrantes por su cercanía al puerto. Allí nació Joan Manuel Serrat, el popular cantante e hijo de la clase obrera catalana. Steven vive en el ático de un edificio sin ascensor al que hay que llegar por una escalera estrechísima. Nos recibe con una sonrisa. Luce un afro y una camisa que lo hacen ver como un guitarrista de rock de los setenta. ¿Toman café o té?, nos pregunta. Sí, respondimos al unísono. Nos invita a pasar a la cocina para prepararlos. Con las tazas nos volvemos a la sala. Es un ático modesto. Tomamos asiento sobre el sofá que rodea una mesita sobre la que hay cerros de libros. Comenzamos a hablar sobre lo que él ha llamado: extrema derecha 2.0. 

Fascismo
Fascismo. Imagen de Anett Kazimierska en Pixabay

“Es un concepto divertido en cierto sentido, comenta Forti, aunque la política de la extrema derecha no tenga nada de divertido. ¿Cómo llamar a ese fenómeno que hoy encarna Trump, Salvini, Bolsonaro, Vox? ¿Qué nombre le damos?, ¿fascismo?, ¿posfascismo?, ¿derecha radical populista?, ¿nacional populismo? Conceptos que no nos permiten entender los alcances de esta nueva derecha, cuáles son sus características y cómo frenarlas y combatirlas. El fascismo es una ideología que nació en Italia y fue derrotada política y militarmente en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial. En España y Portugal hubo regímenes que abrevaron en ese fascismo, pero luego se fueron transformando. Desde entonces han surgido grupos fascistas o neonazis ultraminoritarios que se “autoguetizan” por su indumentaria, su lenguaje, etcétera. Esto quiere decir que la extrema derecha que vemos hoy día no cabe dentro de esta categoría, lo que no significa que sean menos peligrosos o menos simpáticos, son otra cosa. Los conceptos políticos hay que precisarlos.” 

Steven hace una pausa para encender un cigarrillo que ha liado con sus manos. ¿Puedo fumar aquí junto a ustedes? Jessica y yo no fumamos, pero no nos incomoda que él fume mientras charlamos. Steven da una calada al cigarrillo, bota una voluta de humo y prosigue: “Entonces, ¿cómo llamamos a este nuevo fenómeno que no es fascismo? El concepto de populismo tampoco ayuda porque es una característica más. Son extrema derecha, aunque algunas veces lo nieguen y digan representar el sentido común de la gente. Es una extrema derecha nueva con respecto al pasado. Por eso la llamo 2.0 para decir que es un fenómeno nuevo, distinto al pasado, lo que no significa que no haya elementos de continuidad.” 

«No es que la gente sea ahora más racista que hace 15 años. La gente ahora se siente legitimada a decir lo que quizá pensaba antes, pero tenía vergüenza en decirlo. Ahora ve que lo dice Trump y se anima a decirlo. La astucia que tienen estos lideres de la extrema derecha es que dicen las cosas sin decirlo del todo.»

Jessica ha sacado un cuaderno de su mochila arahuaca para tomar nota. Interpela a Forti: ¿No es mejor llamarlos populistas? Steven se levanta del sofá, va hasta la puerta que conduce a una pequeña terraza para lanzar una bocanada de humo. Desde el vano de la puerta responde: “El populismo es una característica, un estilo, un lenguaje, una retórica, una manera de hacer política que lo empapa todo. ¿Quién no es populista hoy? Podemos debatir si el Covid ha cambiado algo de esto, ¿pero hasta hace un año quién no era populista? Hay diferentes gradaciones y en el fondo diversas ideologías: progresistas, conservadoras y un largo etcétera. Vivimos en una época populista, en un momento populista. ¿Macron no es populista? Lo es y representa al establishment. ¿Pedro Sánchez no ha sido populista en algunos momentos? En sus campañas electorales, claro que lo fue. Mateo Renzi lo hizo y lo sigue haciendo en Italia. Hablar sólo de populismo no aporta nada. Macron, Grillo, Salvini, Trump, Bolsonaro, Podemos han sido populistas. El populismo mas que un sustantivo es un adjetivo, un adjetivo que marca esta época. Luego hay diferentes gradaciones o declinaciones de ese populismo, sobre todo en lo ideológico.”

La agitación y la propaganda, conocida como Agipro en el historial comunista, es una herramienta que el fascismo y el nacionalsocialismo emplearon con eficacia. Le pregunto a Steven qué relación ve entre las técnicas propagandistas aplicadas por Goebbels en Alemania y la extrema derecha de nuevo cuño. “Hay diferencias históricas -explica Forti con vehemencia- pero guardan dos elementos de continuidad con el fascismo de entreguerras. El primero es que saben utilizar las nuevas tecnologías. En los años veinte utilizaron la radio y la cinematografía. Una cosa era hablar en un mitin de cientos de personas que dirigirse a millones por la radio. El segundo elemento tiene relación con los llamados 11 principios de Goebbels, sobre todo eso de repetir machaconamente un discurso, como lo hacen Trump y Salvini sobre la inmigración. La extrema derecha 2.0, utiliza las nuevas tecnologías y las redes sociales en el avance de su proyecto y en el auge de su retórica. Es más lista que la izquierda en el uso de estas herramientas del sigo XXI”.

Recordé entonces un artículo de Santiago Giraldo, director del master de periodismo de la UAB, que publicamos en una edición de EL COMEJÉN sobre la aplicación Tik Tok. ¡Claro! exclama Forti, y recuerda que Salvini fue el primero en usar políticamente el Tik Tok en Italia. “No sólo es el uso de las nuevas tecnologías, prosigue, sino la capacidad que tiene la extrema derecha de influir en el curso de los resultados electorales como ocurrió con Cambridge Analytica. Los datos es la gran batalla del siglo XXI, no nos engañemos. Perfilar datos y targetizar la propaganda les ha funcionado en algunos casos, pero no siempre. Todo esto cuesta. Hay millonarios que les dan dinero para esto”. 

Forti empieza a armar otro cigarrillo mientras sigue hablando en un castellano enriquecido a pesar de no ser su lengua materna. Es un historiador joven con mucho peso argumentativo. Ha empleado años de su vida escudriñando los laberintos de la extrema derecha. Un tema que me recuerda al desaparecido Xavi Vinader, mi entrañable camarada y amigo, considerado como una de las voces más expertas de Europa sobre los entresijos de la extrema derecha, lo mismo que el escritor sueco Stieg Larson. 

«La izquierda comunista aún no ha superado el post 91. Salvo en Grecia y España, la izquierda socialdemócrata ha virado hacia el centro. Hay sectores de la población que se encuentran desprotegidos. Allí, la extrema derecha rojipardista le dice a la gente que la izquierda los ha abandonado. La clase trabajadora ya no es lo que era antes. ¿Qué es la clase trabajadora? Es un espejismo.»

“Olvidaba una cosa -Forti piensa lo que va a decir-, otra característica de esta extrema derecha es la de marcar la agenda política. Los tweets de Trump eran pensados para poner a todo el mundo a hablar sobre ellos. Abascal lo intentó hacer cuando plantearon el uso de armas en España, un tema del que nadie habla en este país. Consiguieron que se debatiera en las tertulias por una semana, pero al final lo dejaron porque al público no le interesó ese tema”.

“Cogiendo de ese hilo – Jessica mira sus notas y se dirige a Forti- creo que si bien el tema del uso de las armas no interesó al publico español, hay un asunto que si les ha funcionado: el racismo. Allí han encontrado un filón para arremeter contra la inmigración. Mucha gente se cree lo que dicen. En el racismo y la homofobia tienen un filón y lo están explotando”.  

“Jessica -explica Forti- no es que la gente sea ahora más racista que hace 15 años. La gente ahora se siente legitimada a decir lo que quizá pensaba antes, pero tenía vergüenza en decirlo. Ahora ve que lo dice Trump y se anima a decirlo. La astucia que tienen estos lideres de la extrema derecha es que dicen las cosas sin decirlo del todo. Unas veces lo dicen claramente, en otras ocasiones dicen y no dicen, pero dejan entender. Salvini o Trump dicen: los inmigrantes llegan aquí, son delincuentes y roban. Lo dicen tomando estadísticas falsas. Es una manera sutil de decir que no soy racista, pero quiero la tranquilidad para mi familia, para mis hijas. Esto es racismo implícito. De esta manera convierten a personas en racistas sin quererlo”. 

Traigo a colación el acto de la falange realizado el pasado 13 de febrero en el Cementerio de la Almudena de Madrid, en el que una chica culpabiliza a los judíos de los males del mundo. Una perorata antisemita en toda regla. Llamó la atención que los dirigentes de Vox condenaran las palabras pronunciadas por la chica. Al respecto Forti dice que “la extrema derecha lo primero que niega es ser fascista. Muchos de ellos lo creen así. El nacional socialismo alemán era racista. ¿Podemos afirmar que todos lo votantes de Hitler en los años 32 y 33 lo eran? ¿Todos los votantes eran xenófobos y antisemitas? Evidentemente que había gente que sí lo era, pero muchos votaron por otras razones. Lo mismo ocurre con los votantes de Vox. ¿Los podemos tildar a todos de fachas o racistas? Vox es el segundo partido con más votantes entre la clase trabajadora y pobre de Cataluña.” 

Foto de Diego Gonzalez en Unsplash
Foto de Diego Gonzalez en Unsplash

En la Pobla de Mafumet en Tarragona -menciono a guisa de ejemplo- donde se localiza el polígono petroquímico más activo del sur de Europa ganó Vox. Clase trabajadora apoyando la retórica de la extrema derecha, algo que también ocurre en Francia e Italia.  

“Esto no se puede circunscribir a determinadas clases, es un fenómeno más grande, que va más allá. A mí lo que me preocupa es cómo combatirlos. No basta decirle a alguien que eres un facha o un nazi, eso en realidad no aporta nada. Vox tiene once escaños en el Parlament de Cataluña, tiene más curules que la fuerza de izquierda de la que yo hago parte y represento”, replica Jessica. ¿Cómo enfrentar esa retórica en el Parlament? es una de las asignaturas que debe afrontar Jessica en el hemiciclo catalán en su condición de diputada. 

Hacemos una pausa para tomar agua e ir al baño. La llovizna ha cesado y Steven aprovecha para fumar un cigarro en la terraza. Volvemos a la sala y retomamos el diálogo. Llevo la conversación a la otra orilla del Atlántico. Latinoamérica. Las dictaduras del Cono Sur que no lucían esvásticas, ni hacían saludos nazis, sin embargo, los métodos que empleaban eran igual o peores que los ejecutados por el fascismo: detenciones en masa, torturas, asesinatos, desapariciones. 

«Hoy día el rojipardismo se manifiesta a través de una extrema derecha que emplea una retórica de extrema izquierda o socialista. Diego Fusaro es un caso emblemático, es un Don Nadie que defiende que Salvini cierre los puertos y que los inmigrantes que hay en Europa son el ejército industrial de reserva, descontextualizando un término marxista, al tiempo que defiende a Chávez, Evo, Maduro.»

Forti sacude la cabeza y expone: “Guardando las distancias geográficas y demás, hay métodos que son inaceptables hoy día por una gran parte de la población de Europa Occidental. En los años 30 hubo un racismo biológico que venía del darwinismo social y el colonialismo, hasta desembocar en la solución final. Luego de mayo del 68, Alain de Benoist entiende que, para que la derecha tradicional saliera de las catacumbas, debía conquistar la hegemonía cultural. Benoist leyó a Gramsci desde la extrema derecha. Después de Auschwitz pensar en un racismo biológico era un disparate que no funcionaría, ni crearía consenso. La solución es la de reemplazar al racismo biológico por el racismo cultural, es decir, que les respetamos las costumbres a la gente de África, pero allá en su país, no queremos que vengan aquí a traernos sus costumbres, que no nos invadan con su cultura. Por eso es imposible pensar hoy en una réplica de la toma del Palacio de Invierno en Europa Occidental porque la hegemonía cultural imperante no lo permitiría.”

Steven Forti está en sus dominios y prosigue: “El fascismo quería una sociedad totalitaria, un régimen a partido único, con la gente encuadrada en organizaciones de masas, con un partido que poseía fuerzas paramilitares y se proponía crear un hombre y una mujer nueva (el nuevo alemán, el nuevo italiano). Estas características no las tiene ninguno de los partidos de extrema derecha de Europa por más racistas y radicales que sean. Vox no propone crear un español nuevo, no se proponen encuadrar a la población en organizaciones de masas, no plantean un régimen de partido único, quizá en veinte años digan que sí, pero en este momento no lo están proponiendo.”

“La Hungría de Orbán -continua Forti- es el modelo más radical de la extrema derecha. Quizá lo que buscan es vaciar a la democracia de su contenido. Que la democracia representativa quede como un cascaron vacío, dejando un espejismo de democracia, una falacia. En Hungría hay elecciones, pero los colegios electorales están organizados para favorecer al partido de Orbán, hay medios de comunicación, pero libres como tal, ninguno. Orbán lo llama una “democracia iliberal”, aduciendo que hay varias formas de democracia y no sólo la liberal. No tiene un objetivo, al menos ahora, de exterminar a una población por su raza u opinión política como ocurrió en Europa en los años 30, o los 60 y 70 en América Latina. Lo que hacen es aprovechar las grietas de las democracias liberales. Grietas que se han agrandando en los ultimas décadas a consecuencia de la hegemonía neoliberal, la crisis de los partidos y la política, los cambios rápidos de nuestra sociedad y el efecto de la tecnología en el mundo del trabajo. El objetivo es el de crear regímenes semiautoritarios como el de Orbán en Hungría o el de Polonia. Hasta ahora estos regímenes no tienen un modelo fuerte al que puedan mirar. El único modelo es Hungría y parcialmente Polonia que va por la misma senda. En donde hay juego democrático le apuntan a crear el caos o amplificarlo en donde ya lo hay como ocurre con el manejo de la pandemia. Insuflar más rabia y frustración en la gente por una razón u otra o cabalgar esa rabia y dirigirla hacia unos temas y señalar unos responsables: los inmigrantes, la izquierda, los partidos, la clase política, la casta.”

“Otra de las características de esta extrema derecha 2.0 es el tacticismo -advierte Forti-, es un punto clave. Tanto que hoy pueden decir A, y mañana B. Decir lo contrario, y no les pasa factura. Salvini hace unos años quería salir de la Unión Europea y del euro. Ahora mismo está apoyando a Draghi que es europeísta. Dentro de un año Salvini puede volver a la posición anterior.” 

Propongo cambiar de tema para ir concluyendo. Le pregunto a Steven sobre Diego Fusaro, su paisano italiano que defiende el rojipardismo. El Viejo Topo, una revista respetable que admiramos desde EL COMEJÉN publicó un texto muy debatido entre la izquierda. Forti reacciona como si una avispa le hubiera clavado el aguijón. “El rojipardismo es un fantasma”, afirma sin titubeos. 

«El momento populista que vivimos desde hace una década ha fortalecido la idea de no estar ni en la izquierda ni la derecha, como lo intentó Errejón en España para atraer más gente. De todo esto se alimenta el rojipardismo.»

“Un fantasma -continua- que viene de finales de siglo XX hasta la actualidad. Nace en la Francia de los 90 cuando algunos dirigentes del Partido Comunista Francés dialogaron con líderes del Frente Nacional. Se empieza desde entonces a sacar ese monstruo. Los extremos que se tocan. Comunistas que se hacen nacionalistas y una extrema derecha que puede tener un componente social. El término “nacionalbolchevismo” nació en la Alemania de Weimar alrededor de 1919. Nace en un contexto particular: la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la situación económica y la confusión ideológica después de la guerra. Fue un grupúsculo residual, uno de sus principales defensores fue Ernst Niekisch y otros personajes con trayectorias extrañas.”

“Hoy día -Forti vuelve a la carga- el rojipardismo se manifiesta a través de una extrema derecha que emplea una retórica de extrema izquierda o socialista. Diego Fusaro es un caso emblemático, es un Don Nadie que defiende que Salvini cierre los puertos y que los inmigrantes que hay en Europa son el ejército industrial de reserva, descontextualizando un término marxista, al tiempo que defiende a Chávez, Evo, Maduro. Habla de la élite mundialista y especula con la teoría del complot. El rojipardismo no es una corriente política real. Es la manera como la extrema derecha se esconde detrás de una retórica izquierdista. Hay sectores que compran ese discurso, como Juan Antonio Llopart en España. Hoy vivimos en una gran confusión ideológica porque los grandes partidos e ideologías tradicionales que marcaron el siglo XX padecen una crisis profunda o han implosionado. El momento populista que vivimos desde hace una década ha fortalecido la idea de no estar ni en la izquierda ni la derecha, como lo intentó Errejón en España para atraer más gente. De todo esto se alimenta el rojipardismo. Las sociedades están muy deshilachadas y carecemos de lideres de opinión como los que había hasta los años 90.  Los editoriales de la gran prensa no pesan, son un saludo a la bandera.”

“A esto – Forti mira a Jessica y luego a mí- se junta la crisis de la izquierda. La izquierda comunista aún no ha superado el post 91 y la socialdemocracia ha girado hacia el centro. Hay sectores de la población que se encuentran desprotegidos. Allí, la extrema derecha rojipardista le dice a la gente que la izquierda los ha abandonado. La clase trabajadora ya no es lo que era antes. ¿Qué es la clase trabajadora? Es un espejismo. ¿Una mujer migrante qué es? Es migrante, mujer y cajera de un supermercado. ¿Cuál es su identidad? Hay una izquierda que vive del mito de una clase obrera que en realidad no existe como tal. Irrumpe entonces una modalidad de izquierda que no es capaz de entender la complejidad de nuestras sociedades multiculturales. Si no entiende esto, no le queda más remedio que simplificarse como lo hace la extrema derecha.

“La desconfianza hacia los partidos y las instituciones es un fenómeno que crece en forma exponencial. ¿Quién se carnetiza hoy en un partido y paga cuotas como ocurría antes? La política para muchos sectores sociales es visto como algo sucio, corrupto, algo que no sirve de nada».

Jessica mira la hora en su teléfono móvil. Tiene una cita en el barrio El Raval con un grupo de jóvenes filipinos de segunda generación. La han invitado a presenciar una obra de teatro que han montado. El argumento es crítico. Las madres de estos jóvenes lo están pasando mal porque la mayoría de ellas trabajan en los hoteles. Son las que limpian. Les pagan una miseria por la limpieza de cada habitación. Los hoteles están en mínimos por la peste. Viven del turismo. No hay turistas en Barcelona. Jessica comenta: “El otro problema es el lenguaje, a veces no nos entienden. ¿Qué ha pasado? ¿Qué se nos ha perdido por el camino? ¿Qué no estamos comunicando?”

“Tienes razón Jessica – agrega Steven -, la izquierda empezó a tener un problema desde la derrota de los 70. Antes se entendía lo que la izquierda decía. Toni Negri todavía se entiende, dependiendo de qué libro. Son teóricos que emplean un lenguaje para illuminatis, ideas que sólo las entienden los que las estudian. Hay maneras de hablar a la gente, muy diferentes a la retórica de la extrema derecha, pero lo tienes que trabajar. Podemos lo consiguió en sus inicios. Logró comunicarse y seducir a la gente, pero luego las instituciones lo desgastaron. Prometer y gobernar son dos cosas diferentes.” 

Rossana Rossanda
Rossana Rossanda con Marco Panella, Toni Negri y Jaroslaw Novak. Imagen de Nortes.

Cuando empiezas a gobernar te vas centrando. No sólo tienes que hablar a tu gente, sino que tienes que representar a toda la ciudadanía. Ciudades como Barcelona, Bogotá, Nápoles, Santiago, Oporto, Atenas Sao Paulo, Madrid o Buenos Aires poseen una realidad compleja. No se puede cambiar todo de la noche a la mañana. Los cambios son lentos. En un pueblo pequeño lo puedes hacer, conseguir cambios rápidos, pero es muy difícil hacerlo en las metrópolis. Los indignados, los cabreados quieren los cambios para ya. Cosa que no se puede hacer, lo cual deriva en frustración, desilusión. Vox está recogiendo la ira que en su momento capitalizó Podemos. Me cuesta aceptar esta realidad. El camino no puede ser la violencia nihilista. Pienso en lo que está ocurriendo en Latinoamérica. En las posibilidades que la izquierda tiene en Colombia, el único país del Sur en los que no han sucedido cambios estructurales desde que nació como república. 

Steven concluye: “La desconfianza hacia los partidos y las instituciones es un fenómeno que crece en forma exponencial. ¿Quién se carnetiza hoy en un partido y paga cuotas como ocurría antes? La política para muchos sectores sociales es visto como algo sucio, corrupto, algo que no sirve de nada. ¿Cómo vincular o hacerle creer a esa gente que crea en la política? Si la gente desconfía de todo no le queda otra alternativa que quebrar vitrinas o quedarse en casa viendo series”. 

Pienso que la izquierda es capaz de crear una alternativa más allá de la violencia sin sentido y la apatía. El neoliberalismo hizo crisis. Hay que pensar en una nueva economía. Steven Forti propone nueve acciones para combatir a la extrema derecha 2.0. En este enlace las puedes leer y la adenda del exdiputado comunista, Ramón Mantovani. 

No tenemos más tiempo. Haremos un segundo tiempo. Vuelvo a la calle con Jessica. Vamos de prisa. Los chicos de Filipinas la esperan. La dejo en la puerta del teatro. Me voy de vuelta a casa. Antes de tomar el tren de cercanías en la Estación de Francia paso por el colmado latino de la Vía Laitena para llevar unas arepas de maíz. Elijo tres paquetes de cinco unidades que no sean de la marca Goya. Me he unido al boicot contra esta compañía desde que apoyó abiertamente la reelección Trump. No concibo que un empresario haga dinero con los inmigrantes al tiempo que apoya a un gobernante que los demoniza.  Subo al tren, tomo asiento y saco de mi bolso El tiempo de las amazonas, el prodigioso libro de mi paisana Marvel Moreno. Buen viaje, Comején. 

Escritor y analista político. Blog: En el puente: a las seis es la cita.

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