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Mujeres que se atreven a describir lo indescriptible

No me resultó extraño descubrir que fue una mujer la primera que se atrevió a poner en palabras lo inefable: el orgasmo femenino.

Ilustración de Cami Marín

Ilustración de Cami Marín

En esta serie de palabras inconexas pero fascinantes he abordado ya algunas historias ligadas con “fetiche” y “sempiterno”,  y en esta tercera entrega ha llegado el turno para “inefable”. Una palabra que por definición plantea una cuestión contradictoria y podría romper con el planteamiento de esta serie. 

Episodio 3 – Inefable 

Algo tan increíble que no puede explicarse con palabras

¿Puede existir algo que se le escape al diccionario?  ¿Algo tan extraordinario que nos haga enmudecer? ¿Cómo describes un corazón roto por la soledad? ¿Cómo nombras ese miedo que te acompaña cada vez que abandonas tus sueños? ¿Cómo explicas la sensación de descubrir tu propia esencia en la mirada de un hijo? Hay experiencias capaces de penetrar las capas más profundas de tus sentimientos y, sin embargo, pueden ser indescifrables. También cabe la posibilidad de que un mismo acontecimiento, trascendental y determinante para varias personas, pueda ser descrito de maneras muy diferentes, y entonces nos encontraríamos ante múltiples realidades, cada una validada por palabras tan distintas como insuficientes.

Durante siglos la literatura ha liderado la difícil tarea de encontrar el tono y la combinación adecuada de palabras para dar voz a las fantasías, realidades, ambiciones y esperanzas de la humanidad. Un buen escritor o escritora tiene la capacidad de conducirnos exactamente hacia aquella frase que genere una sensación sublime o aterradora; el sinónimo, el adjetivo o el verbo perfectos para cautivarnos y obligarnos a llegar hasta el final. Y si hiciéramos una encuesta rápida para averiguar cuál es la situación más complicada a la que se enfrentan, me atrevería a asegurar que la respuesta sería “describir una relación sexual”. Tanto es así que desde 1993 la prestigiosa revista británica Literary Review entrega sus premios al ‘Peor sexo de ficción del año’. No es broma. Si la escena resulta de mal gusto, superficial, redundante o monótona, clasifica en el ranking.

Ahora bien, alguien podría decir -y con toda la razón- que este acto de pedantería intelectual es absolutamente subjetivo. Los lectores estamos en nuestro derecho de echar a volar la imaginación con la dosis de erotismo que consideremos oportuna y de cerrar el libro en cuanto un párrafo intente tomarnos el pelo con descripciones extravagantes, inverosímiles o absurdas. Cada cual decide hasta dónde considera que una serie de palabras ha sido la más acertada para describir ese momento culmen en una relación de pareja. 

Yo misma me atrevería a revelar que Los diarios, de Anaïs Nin y El amante, de Marguerite Duras marcaron un punto de inflexión en mi relación con los libros y francamente no me interesa saber si alguna de estas dos escritoras se ha llevado el premio de la revista Literary Review. Para mí fue absolutamente delicioso leerlas. Y, curiosamente, siempre que me he enfrentado a una escena sexual cuidadosamente escrita, me doy cuenta de que es una mujer quien lo consigue. Marvel Moreno en Barlovento, Goliarda Sapienza en El arte del placer o Idea Vilariño con sus poemas. El listado es largo.

Por eso no me resultó extraño descubrir que fue una mujer la primera que se atrevió a poner en palabras lo inefable: el orgasmo femenino. Fue en el siglo XII cuando una monja, Hildegarda von Bingen, dedicó un pasaje de su libro de medicina Causa et Curae a explicar en detalle cómo nuestro placer está estrechamente relacionado con el cerebro y qué mecanismos se activan en nosotras en el momento más intenso de un encuentro sexual. 

Adelantada a su tiempo, Santa Hildegarda ha trascendido como compositora, poeta, mística, filósofa y naturalista. Una mujer tan extraordinaria que se merece todos los brindis posibles ya que fue ella quien describió en detalle las propiedades del lúpulo, una planta fundamental para fabricar la cerveza con el aroma y sabor que conocemos hoy. De un placer a otro: del sagrado deseo que habita en el cuerpo femenino, incluso antes de que pudiera describirse, a la fantástica explosión de sabores que se esconde en una cerveza fría, Hildegarda parecía destinada a conocer los mejores secretos de la vida.

Poco queda de la periodista que fue, pero insiste en escribir. Ganó el premio Simón Bolívar de Periodismo en 2000 por la serie de reportajes "Ciudad Botero". Trabajó para "El Colombiano" de Medellín y realizó reportajes para "El Tiempo" de Colombia. Fue editora de la redacción Barcelona del "Periódico Latino". La gran mayoría de sus trabajos recientes se pueden ver en el portafolio: http://www.behance.net/ZulmaSierra.

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