De la revuelta a la pandemia en Chile no puede explicarse por generación espontánea, para la desventura de muchos reconocidos opinólogos, seudoentendidos y “especialistas” de todas las raleas que pueblan las franjas prime de los noticieros y los matinales de televisión. Los eventos en cuestión no vendrían a corroborar sus decires, sobre todo porque la revuelta y la pandemia y sus consecuencias no podían preverse un año atrás, de ahí que las hipótesis sobre lo que en teoría ellos ya sabían, solo alcanza para constituir un estridente flatus vocis del palco a la galería.
En épocas de poca creatividad y mucha vocinglería, donde basta con aplicar un ‘pos’ o ‘post’ para estar a la moda, vale la pena repasar ciertos pasajes de la historia reciente que posibilitan visibilizar la realidad hoy más urgente. Los desequilibrios fraguados durante los 17 años de dictadura militar pinochetista no fueron confrontados en los penosos 30 años de transición de “gobiernos democráticos”. La privatización de sectores estratégicos para el desarrollo del país y el ajuste político económico “en la medida de lo posible” cocinado entre las élites, fueron minando el discurso que construyó sobre la arena la guarida de los “Jaguares de América”. En contraprestación se llenaron, gradualmente, los diques del inconformismo y se llegó a la convicción plena entre las chilenas y los chilenos de a pie que en este país “está mal pelao el chancho”.
La consigna “no son 30 pesos, son 30 años” se tomó las gargantas y lo muros.
La consigna “no son 30 pesos, son 30 años” se tomó las gargantas y lo muros. Una vez más los estudiantes asaltaron el mapa político nacional evadiendo los torniquetes del metro e inauguraron el punto de partida de multitudinarias marchas que no han cesado desde el 18 de octubre de 2019. Pensionados, desempleados, mujeres, migrantes, trabajadores de todos los sectores poblaban la Alameda y junto a ellos, otros y otras se confrontaban hasta muy entrada la noche con las fuerzas especiales de carabineros de Chile en la Plaza de la Dignidad.
Las élites chilenas acostumbradas a las cocinas de los clubes los fines de semana intentaron un nuevo golpe de mano a espaldas de los movilizados y fruto de una reunión entre pares elaboraron entre gallos y medianoche lo que nominaron “Acuerdo por la Paz Social y Nueva Constitución”. Evento que acentuó las diferencias y término en el resquebrajamiento del naciente Frente Amplio.
La movilización persistente se significó como: El despertar de Chile. Despertar caracterizado por un altísimo costo en el movimiento social. Alrededor de 2500 personas permanecen hoy en las cárceles chilenas invisibilizadas en su condición de prisioneros políticos. Más de 400 personas sufrieron heridas oculares, en muchos casos mutilación total y ceguera permanente. A esto se suman alrededor de 191 denuncias de violencia sexual, además de otros apremios constitutivos de torturas, penas y tratos crueles inhumanos y degradantes según el Instituto Nacional de Derechos Humanos.
La magnitud de la inconformidad solo fue menguada por la emergencia sanitaria mundial del nuevo SARS asociado al coronavirus. La radicalización de la protesta social llevo incluso al fortalecimiento de la hipótesis de que la nueva -y para aquel entonces lejana- pandemia del COVID-19 era una estratagema gubernamental, de la clase política, para la desarticular el movimiento. Hoy se sabe que no es así, el colapso de los sistemas sanitarios en algunos países europeos y de nuestra América lo han demostrado. Y muy a pesar de que según el ministro de salud Jaime Mañalich el sistema de salud chileno “es uno de los mejores y más eficientes del planeta”, la erosión del mismo en el momento actual es evidente. A la fecha se reportan 9730 contagiados y 126 fallecidos detectándose en promedio 478 casos nuevos al día según los informes diarios del Ministerio de Salud.
Vale decir que los informes oficiales sobre el manejo de la pandemia han sido reiterativamente cuestionados, en tanto se señala la poca claridad respecto del ascenso en los porcentajes en la curva de contagios, lo que pone en evidencia la incapacidad del sistema sanitario de procesar test de diagnóstico por día. El panorama es aún más desolador si se tiene en cuenta las denuncias de funcionarios y organizaciones del sector salud respecto a la escasez de insumos de protección básicos para el personal sanitario en los establecimientos sanitarios.
Así las cosas, en un Chile de calles con pocos transeúntes, de comunas en cuarentena selectiva y de múltiples crisis latentes y manifiestas, asistimos a un nuevo periodo de incubación de enfermedad biológica, desequilibrio mental y malestar social. El plebiscito fruto del “acuerdo de marras” previsto para el 26 de abril, se postergo hasta el 25 de octubre. El inicio del año escolar hasta ahora no ha podido ser, las medidas económicas para paliar los efectos de la pandemia siguen como las serpientes picando los pies de los históricamente descalzos. Mientras tanto el Señor Presidente, baja de su Olimpo solo para recordarle al mundo que no se le llama Plaza de la Dignidad a su Plaza Italia, mientras se hace una foto en el recién enrejado y lavado monumento al General Baquedano.
Entretanto una imagen, como pájaro agorero, recorre rauda las redes sociales, recordándole a todos el proceso social en suspenso: “Cuando pase el coronavirus…¡Te vamos a volar la raja!”.