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Elecciones en Ecuador: cambiar todo para que nada cambie

¿Existe alguna alternativa? Probablemente la propuesta ecosocialista de Yaku Pérez, candidato del partido Pachakutik, brazo político del movimiento indígena. Aún así, esta campaña electoral ha demostrado varios vacíos importantes en temas cruciales.

Quito, Ecuador

Quito, Ecuador.Imagen de Patricio Sánchez en Pixabay

El próximo 7 de febrero más de 13 millones de personas están habilitadas para ejercer su derecho al voto en Ecuador. En menos de diez días, como cada cuatro años, se elegirá: presidente y vicepresidente; 137 asambleístas (15 nacionales, 116 provinciales, y 6 del extranjero); y 5 parlamentarios andinos por un periodo de cinco años. Según las encuestas, la contienda electoral se disputa entre dos candidatos, a pesar de que se inscribieron 16 binomios presidenciales (solo una candidata de sexo femenino). 

En el Ecuador, en cada contienda electoral aparecen nuevos y antiguos salvadores de la patria, personajes que, a través del discurso y con escasas propuestas reales, aseguran tener la pócima mágica para refundar el Estado que siempre está inconcluso, y para recuperar la patria que siempre parece haber sido secuestrada. 

Los favoritosson: Andrés Aráuz, pupilo del expresidente Rafael Correa, quien ocupó durante 10 años diferentes cargos públicos; y Guillermo Lasso, banquero y empresario que ha pretendido llegar al poder ejecutivo en dos ocasiones anteriores. Si las encuestas son acertadas, el futuro del país se disputará entre dos candidatos que, bajo ningún contexto, representan una opción viable. Aráuz y Lasso encabezan las encuestas, aunque estas señalan, a su vez, un alto porcentaje de indecisos. Hace pocos días la encuestadora Cedatos reveló que el porcentaje de indecisos asciende al 62 por ciento. Esta población es la que definirá en los próximos días el futuro político del país.

Esta campaña electoral ha demostrado que, como en todas las ocasiones anteriores, los candidatos prometen cambiar el sistema y construir días mejores. En esta ocasión los candidatos se enfrentan a una sociedad que está más preocupada por los casos de corrupción que por la pandemia. Durante el 2020, las diferentes encuestas reflejaron que las principales preocupaciones de los y las ecuatorianas son: la crisis económica, la corrupción, el desempleo, la atención en salud y el temor a contagiarse por el virus. En este contexto, los candidatos presidenciales han orientado su campaña desde el discurso del cambio. Ambos candidatos, de una u otra manera, pretenden romper con el sistema actual.

Aráuz es frontalmente contrario a la gestión del régimen de Lenin Moreno. La bancada correísta sufrió una fractura radical a raíz de la llegada de Moreno al Palacio de Carondelet, sobre todo porque el Gobierno de Moreno ha invertido bastantes energías en denunciar casos de corrupción del régimen anterior, incluido al expresidente Correa. Ante este escenario, Aráuz ha asegurado que no indultará a Rafael Correa por la sentencia judicial que pesa sobre él, debido a que los jueces (aparentemente de manera natural) revisarán la sentencia. Es evidente que las demás personas, de la línea correísta, que han sido sentenciadas por diversos casos de corrupción, tendrán la misma suerte. Esta es una de las pesadas herencias negativas que tiene el candidato correísta. 

Por otra parte, Guillermo Lasso no es una mejor opción. Este candidato se ubica al otro lado del espectro en términos ideológicos, aunque es necesario aclarar que la izquierda en el Ecuador no está representada por el correísmo. El Gobierno de Rafael Correa demostró en estos años que no era realmente de izquierda (socialismo del siglo XXI), sobre todo en lo referente a los derechos de la naturaleza (manejo de los recursos naturales) y a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. 

En estos temas, por citar un ejemplo, la gestión que tuvo el correísmo fue nefasta. En estos términos, ambos candidatos se parecen. Guillermo Lasso es, al igual que Correa, cercano al Opus Dei y comparten las mismas opiniones sobre temas tan urgentes, tales como la despenalización del aborto por violación, sin ningún criterio técnico ni de salud pública, sino basado en sus creencias personales y religiosas. En este sentido, para los grupos feministas a favor de la despenalización del aborto, estas dos opciones electorales (sabiendo que Aráuz mantendría la postura de Correa) resultan impensables. 

Una vez más, las y los ecuatorianos volveremos a las urnas para elegir por el mal menor. En los mismos términos que el Perú de 2011, que como bien señaló Vargas Llosa, tuvo que elegir entre el sida y el cáncer. A mis ojos, cualquiera de las dos opciones es una sentencia de muerte política.

¿Existe alguna alternativa? Probablemente la propuesta ecosocialista de Yaku Pérez, candidato del partido Pachakutik, brazo político del movimiento indígena. Aún así, esta campaña electoral ha demostrado varios vacíos importantes en temas cruciales, tales como: violencia de género, derechos humanos, derechos humanos de las personas en condición de movilidad humana, entre otros.

Revisar los principales discursosde los candidatos me hace pensar en el novelista francés Jean Baptiste Alphonse Karr, a quien imagino expresando «plus ça change, plus c’est la même chose» (cambiar todo para que nada cambie, expresión retomada por Lampedusa en El Gatopardo). En el Ecuador, en cada contienda electoral aparecen nuevos y antiguos salvadores de la patria, personajes que, a través del discurso y con escasas propuestas reales, aseguran tener la pócima mágica para refundar el Estado que siempre está inconcluso, y para recuperar la patria que siempre parece haber sido secuestrada. 

Una vez más, las y los ecuatorianos volveremos a las urnas para elegir por el mal menor. En los mismos términos que el Perú de 2011, que como bien señaló Vargas Llosa, tuvo que elegir entre el sida y el cáncer. A mis ojos, cualquiera de las dos opciones es una sentencia de muerte política.

Feminista, docente en la Universidad San Gregorio de Portoviejo, Ecuador.

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