A propósito del 8 de Marzo, en lo que va del año en Colombia han habido 37 feminicidios, en España, 12. Detrás del asesinato de estas 49 mujeres había hombres que decían amarlas y sobretodo, desearlas.
Yo supongo que tendría 10 años cuando encontré en unos cajones bajo el tocadiscos de mi padre, una revista erótica que terminé compartiendo con todos los amigos del barrio. Con ellos y con esa publicación, me identifiqué como hombre y descubrí el deseo.
Es curioso porque solo en España este portal recibe 800.000 visitas diarias en las que cada ciudadano mira 8 minutos y 4 segundos en promedio. El 30% de todo el tráfico de internet es pornografía, y aunque es dificil de calcular, algunos analistas estiman que la industria mueve al año más de 100.000 millones de dólares.
En los templos de la India, en las ruinas de las ciudades griegas, en la dinastía Chin y en Pompeya, había figuras, grabados, esculturas e imágenes sexuales de todo tipo. El rey Alfonso XIII, bisabuelo del actual monarca español, fue el padre del cine porno en el país, patrocinó e ideó las primeras cintas, protagonizadas por putas del barrio El Raval de Barcelona, y conservadas durante 60 años bajo el amparo de un cura lujurioso. La historia de la pornografía, bien podría remontarse a la de la humanidad.
Sin embargo parece que algo ha venido cambiando. En 2019, el estudio‘Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales’, elaborado por la Universitat de les Illes Balears (UIB) determinaba que, al menos en España, la edad del primer acceso a contenidos pornográficos gratuitos ha bajado hasta los ocho años.
No soy sexólogo ni experto en violencias de género, pero como dije en la anterior columna, quiero utilizar este espacio para explicar que comunicación y educación son dos caras de la misma moneda y que uno de los grandes retos de nuestra época es generar un espíritu crítico frente a lo que vemos en las pantallas.
Hablo entonces desde ahí, desde mi experiencia visitando colegios e institutos para discutir con los/as jóvenes sobre los prejuicios y estereotipos que construyen los medios de comunicación. Por este motivo, hace poco hice un pequeño sondeo informal entre profesores y como sospechaba, supuestamente, yo era el único que conocía Pornhub.
Es curioso porque solo en España este portal recibe 800.000 visitas diarias en las que cada ciudadano mira 8 minutos y 4 segundos en promedio. El 30% de todo el tráfico de internet es pornografía, y aunque es dificil de calcular, algunos analistas estiman que la industria mueve al año más de 100.000 millones de dólares. También es cierto que 3 de cada 4 consumidores, somos hombres, así que quizá, las chicas no hayan recibido con igual intensidad este tipo de “educación sexual”, pero, si mantienen relaciones heterosexuales, sí que recibirán las mismas consecuencias.
Y ¿cuales son las consecuencias? ¿qué pasa con el porno?
Pues pasa que el porno mainstream, el habitual, el que consume la mayoría de la población y por tanto los/as adolescentes de hoy, no propone ninguna implicación afectiva ni humana por parte de los hombres, un sexo que no incorpora el cuidado, que olvidó la ternura.
No hablo de la promoción de la monogamia, la reproducción o la familia, sino de saber que la sexualidad tambien tiene que ver con los afectos entre dos (o más) seres humanos con sentimientos. Aquí los hombres siempre somos activos, poderosos, dominantes y las mujeres: sumisas, bellas y débiles. La mujer como artículo de consumo siempre disponible, que cuando dice NO, en realidad quiere decir SÍ.
El problema con estos relatos de ficción, es que crean estereotipos porque en ellos no caben cuerpos gordos, con pelos, como los tuyos, ni penes normales, promedio, como el mío. Aquí el sexo termina cuando el macho acaba, ¿os suena? En este teatro, las mujeres pueden ser bisexuales, nosotros no. En esta fantasía algunas veces se violan a las chicas, nosotros, como en la calle, salimos ilesos.
Estas representaciones que se preocupan poco por el placer de las mujeres, que centran la mirada (literalmente) en los genitales y la penetración, que esconden los condones, los embarazos y las enfermedades de transmisión sexual, es además racista, porque en ellas, negros, asiáticas y latinas cumplen roles preestablecidos. Este negocio millonario, con condiciones laborales precarias, es la escuela sexual de nuestros adolescentes.
Un porno más sano y más realista que incluya la conexión y los afectos. Un negocio en el que se le pague a la gente por su trabajo.
Desde los años 80, en Estados Unidos, movimientos anti-censura liderados especialmente por trabajadoras sexuales y militantes feministas, empezaron a proponer un tipo de porno alternativo que combatiera esas producciones heteropatriarcales. Otro porno para representar otros cuerpos, otros relatos, otros/as protagonistas, otras maneras de narrar lo sexual y lo erótico, otras formas de conectar con el deseo y de producir placer. Un porno más sano y más realista que incluya la conexión y los afectos. Un negocio en el que se le pague a la gente por su trabajo. Actualmente, en España, actrices como Amarna Miller o la productora Erika Lust, llevan años hablando de porno feminista o post-porno, mientras documentales como Yes We Fuck, amplían aún más la mirada incluyendo temáticas como la diversidad funcional en la sexualidad.
En cualquier caso, insisto en que no soy sexólogo ni sé mucho de porno. Aquellas fotos de penes y vulvas -porque las vaginas no se ven en las revistas- no me enseñaron nada en su momento. No soy yo quien va a decirles ahora, a los críticos lectores de EL COMEJÉN, cómo masturbarse. Sin embargo, de lo que sí no tengo duda, es de la necesidad urgente de hablar de porno con nuestros hijos, hijas o estudiantes, antes de que sea demasiado tarde.