Carlos Arturo Velandia, conocido en el mundo de la guerrilla del Ejercito de Liberación Nacional (ELN) como “Felipe Torres” posee una historia singular: estudiante de la Universidad Industrial de Santander (UIS), alzado en armas, jefe guerrillero, prisionero político, exiliado, investigador de la Escola de Cultura de Pau de la Universidad Autónoma de Barcelona, constructor de paz, rockero, cocinero y escritor. Es de las personas que más conoce el mundo de la guerrilla camilista porque vivió en sus entrañas. EL COMEJÉN lo entrevistó para saber sobre su vida, sobre la vida del proceso de paz con las FARC y las vidas del ELN. Esto fue lo que nos contó.
La paz en un trino, un título original para un libro. ¿Explícanos el por qué de este titulo y qué pueden encontrar los lectores entre sus páginas?
Tengo la buena o mala costumbre de escribir todos los días. Ideas sueltas, pequeños textos y a veces largas diatribas, que en su mayoría tienen que ver con mi preocupación y oficio. La paz en mi país. Un tema árido y muy difícil de vender, quizás de los más impopulares que existen. Pero encontré entre las redes sociales que teniendo una cuenta de Twitter puedo escribir y publicar en vivo y en directo, sin costo alguno. Al comienzo con la incertidumbre de si me leerán o no, pero esto dejó de importarme hace tiempo y de la preocupación pasé a escribir pequeños editoriales con 280 caracteres, lo cual me obliga a hacer una economía de palabras, difícil para un colombiano dado que somos tan “hablantinosos”, y escoger una a una para componer una frase inteligible, inteligente, y gramaticalmente bien escrita.
Escribir para publicar, así sean pequeñas piezas comunicacionales como un tuit o trino es exigente, es como ponerse una corbata, debo buscar que sea atractiva y que me luzca. Por eso la ortografía es muy importante, porque un error es como un remiendo en la corbata. Pero ahí no queda el asunto, un trino es tan efímero como un chicle que se mastica, se le saca el dulcito y la menta y luego se tira; después nadie lo recuerda ni le importa. Pero cuando uno escoge un problema o un asunto tan enjundioso como hacer la paz para terminar una guerra como tema, lo que diga, aunque sea en trinos, es muy importante, porque se está jugando uno la credibilidad, la posibilidad de influir y el respeto. Además, en mi condición de promotor de paz designado por el presidente de la república, me he puesto en la tarea de divulgar hechos de paz, de reconciliación, de convivencia pacífica, y también de educar sobre “hacer las paces”, lo cual no se agota en un mensaje o un texto corto o largo, es una actividad, en mi caso es un oficio.
El año pasado con motivo de la celebración del Día Internacional de la Paz, que se celebra todos los 21 de septiembre, la ONU en sus redes sociales hizo una campaña titulada #100MensajesDePaz, en la que pedía a las gentes producir pequeños mensajes respondiendo a la pregunta ¿Para usted qué es la paz? Entonces me di a la tarea de producir cien mensajes, uno diario pero conectado con los siguientes. Para ello elaboré un libreto que titulé “Hacer la paz es” y desarrollé con este titular cien piezas con los 240 caracteres y la adición de imágenes, acudiendo a los recursos pedagógicos de un maestro de escuela que hace cuadros con colores y texto. Además, quería explicar sobre las complejidades de las negociaciones de paz, tales como qué y quienes son las partes de un conflicto y de una negociación, qué es una mesa de diálogos, qué es el acompañamiento internacional, los tiempos, la agenda, arquitectura de proceso, qué es mediación, como se hace un acuerdo, que es verificación… en fin, toda una cátedra sobre diálogos y negociaciones de paz, la cual adquiere coherencia y sentido si se juntan todas estas piezas en un solo texto.
Así nació La paz en un trino, en un intento de hacer perenne lo que está destinado a ser perecedero, o lo que es peor, a ser olvidado.
¿Cómo ha transcurrido tu vida luego de la vuelta a Colombia? ¿Hubo un impasse legal que te afectó? ¿Cómo se resolvió esto?
Tras salir de prisión, luego de diez años de cautiverio, asumí el exilio como la única alternativa que tenía para preservar la vida y seguir en la brega por el fin de la guerra y por ayudar a hacer las paces en mi país, pero siempre con la ilusión de regresar en cuanto hubiera una oportunidad, y esta se dio cuando Juan Manuel Santos llegó a la presidencia y dijo que se disponía a buscar la solución del conflicto a través del diálogo.
Atrás dejaba siete años lejos de Colombia que viví las 24 horas con mi mente en ella, se puede decir que nunca deshice la maleta. Mi estancia en Europa era solo transitoria. Unos pocos meses después, tras mi llegada, recibí amenazas contra mi vida y conminaciones a abandonar el país, pero había regresado para quedarme, y acudí al gobierno para pedir la protección a que tienen derecho todos los ciudadanos. Me pusieron un escolta para resguardar mi seguridad. Tiempo después y luego de tener un ritmo de actividades y apariciones en público, con publicaciones, entrevistas, conferencias, foros y múltiples interacciones con distintos sectores de la sociedad y las llamadas “personalidades democráticas”, fui capturado en el aeropuerto El Dorado de Bogotá al descender del avión que me traía de Barcelona, adonde fui a hacer unas conferencias por invitación de un grupo de amigos comunistas catalanes. La sorpresa fue brutal, porque la policía migratoria tenía montado un set de televisión en la pasarela, que conecta el avión desde la puerta hasta el ingreso a los edificios del aeropuerto, para registrar en vivo y en directo mi captura, la que fue divulgada como la captura de un terrorista responsable del secuestro masivo de setenta personas.
Tuve la oportunidad de enviar un breve mensaje de texto a un amigo, antes de que me requisaran mi celular, quien dio la alarma, con lo cual se produjo una cascada de reacciones, en su inmensa mayoría en mi favor, clamando por mi libertad inmediata y elevando sus voces de protesta por lo que lucía una arbitrariedad; toda vez que la sociedad y el Gobierno me conocía como un vocero para los diálogos de paz y negociador de paz, que se había jugado por el fin de la violencia en Colombia y por alcanzar un acuerdo de paz definitivo.
Al leer la orden de captura quedé estupefacto, porque me sindican de ser coautor intelectual de un hecho del conflicto armado, producido por un grupo guerrillero en el año 2000 con el que no tengo ningún tipo de contacto, y cuando llevo seis años de estar preso para la fecha de ocurrencia. Además, sin funciones de mando ni comando, porque con mi captura he dejado de ser comandante del ELN. Mis funciones cesaron cuando fui capturado en 1994 y sin la posibilidad de ejercer ningún tipo de actividad orgánica, así lo establecen los estatutos y reglamentos, además no fui ni postulado ni elegido para ser parte de la comandancia en 1996 en el III Congreso del ELN, por sustracción de materia, para ser comandante se necesita estar libre, activo y junto a las tropas guerrilleras, así rezan los reglamentos.
En fin, la acusación, la apertura del proceso en mi contra y la captura ocurrió cuatro días antes de la firma del cese del fuego definitivo entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC-EP; la noticia cayó como un baldado de agua fría, porque quedaba establecido que no había seguridad jurídica para los ex insurgentes. Así lo expresó el comandante Timochenko en su discurso de firma del acuerdo de fin de la confrontación militar, ante el presidente Juan Manuel Santos, seis jefes de Estado más y el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, quienes asistieron a la ceremonia de la firma. Preguntó Timochenko si la captura mía era un anuncio de lo que podría ocurrir con ellos, una vez dejaran las armas? No sé si es una pregunta
La presión sobre el gobierno llevó al presidente a firmar un decreto en el que me designa Gestor de Paz, para seguir ayudando a hacer las paces, mientras discurre el proceso judicial. Esta medida me devolvió la libertad. El decreto ha sido renovado por el actual gobierno del presidente Iván Duque. El proceso está en la fase de visto para sentencia, y estoy a la espera de un fallo absolutorio que ponga fin justo a este exabrupto judicial.
La violencia se ha incrementado y extendido en Colombia ¿Qué pasó con el acuerdo de paz con las FARC EP?
A partir de mis experiencias de estudios de paz puedo asegurar que en Colombia al terminar el conflicto con las FARC-EP ha estallado el postconflicto, en una combinación de violencia contra líderes y lideresas sociales territoriales, asesinato de excombatientes firmantes de los acuerdos, un bajo ritmo en la implementación de los acuerdos, fenómeno de resurgencia y retorno a la violencia por parte de pequeños grupos de excombatientes. Pero ese estallido del posconflicto discurre en medio del cumplimiento cabal de los acuerdos, por parte de la inmensa mayoría de los excombatientes firmantes, y de la implementación de los mismos por parte del gobierno, cumplimiento no exento de críticas y una actitud poco colaborativa de las fuerzas políticas que apoyan al gobierno, que en algunos casos es vista como boicot al proceso de paz.
Sin embargo el acuerdo final, firmado el 24 de noviembre en el Teatro Colón de Bogotá, ha permitido que cerca de 14.000 alzados en armas las hayan dejado, que hoy reconozcan el estado social y de derecho, que hagan lucha política sin armas, que gracias a esa paz se preserve la vida de muchos seres humanos que antes se perderían, que muchos territorios con sus gentes se estén recuperando para una vida sin violencia, para una mayor presencia del Estado, para la ampliación de los mercados y para su articulación con el resto de la geografía nacional.
Un aspecto capital del acuerdo final de paz es el avance del sistema de verdad, justicia, reparación y no repetición, con el funcionamiento de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), encargada de hacer justicia en nombre de las víctimas, aplicando la noción y enfoque de justicia transicional, que permite pasar de la guerra a la paz sin que haya impunidad. Los hechos del conflicto calificados como crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad están siendo abordados por esta jurisdicción especial. Por su lado la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV), está desarrollando un trabajo extraordinario de acopio de verdad sobre lo ocurrido en más de cincuenta años de conflicto armado, para proferir en algo menos de seis meses, cuando concluyan los tres años de funcionamiento, el informe final. También la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, realiza su trabajo para dar respuestas frente a la desaparición de más de 80.000 personas desaparecidas en medio del conflicto; cifra colosal que habla por sí misma de la dureza del conflicto armado en nuestro país.
Puedo decir, desde una perspectiva crítica, que el acuerdo final ha traído más paz, se han preservado miles de vidas, el conflicto armado interno ha entrado en su fase final, quedan remanentes del viejo conflicto, como es la confrontación con el ELN que sin lugar a dudas terminará más temprano que tarde en una mesa de diálogo y negociación. Esta es una signatura pendiente que debemos superar. No faltarán los problemas, pero así son las paces, imperfectas.
Vuelven las aspersiones aéreas con glifosato a los cultivos ilícitos que se han disparado en las selvas de Colombia. ¿No había un plan de sustitución en los acuerdos de paz? ¿No es volver al kilómetro cero?
En 2014 cuando existían las FARC- EP y sus fuerzas ocupaban vastos territorios, se ejercía un control al punto que las áreas sembradas de coca no sobrepasaban las 40.000 hectáreas, cifra que se quintuplicó en solo cuatro años, luego que las guerrillas devolvieran al Estado los territorios ocupados por ellos; ¿qué ocurrió?, que el Estado no llegó a estos territorios, quedaron sin ningún tipo de presencia de autoridad y control, y empezaron a ser disputados por organizaciones criminales, grupos delincuenciales, mafias y por el mismo ELN con quien la confrontación con el Estado sigue vigente. Por otro lado, la subida en la producción es la respuesta a una alta demanda, principalmente en Estados Unidos y en Europa, al parecer las políticas públicas de salud y acción punitiva contra la importación de narcóticos están haciendo agua, y naufragan en un mar de corrupción, inacción y decisiones equivocadas, entre ellas las fumigaciones a los cultivos de coca.
En Colombia las fumigaciones han fracasado desde hace más de cuarenta años, tiempo en el que los gobiernos y los gringos han experimentado con la más amplia y sofisticada gama de productos químicos, que lo único que han logrado es contaminar suelos, vertientes de aguas y producir afectaciones a la salud humana, a la fauna y flora nativas.
El fracaso ha sido demostrado hasta la saciedad, pero más pueden las presiones de la industria química, de la banca formal que se lucra con los flujos de dineros del narcotráfico; que la presión de quienes propugnan por soluciones globales al problema del narcotráfico y consumo de sustancias psicoactivas, y de la sustitución de cultivos de coca por desarrollo rural humano, sostenible, legal y rentable.
Esto último es el propósito y contenido del acuerdo de paz en materia de cultivos de uso ilícito y narcotráfico, que no ha tenido desarrollo satisfactorio, habida cuenta que el programa de sustitución voluntaria de cultivos carece del ímpetu y respuesta institucional acorde con el esfuerzo de los campesinos cocacultores. En fin, las fumigaciones son un deja vu de un fracaso anunciado.
El tema del ELN parece estar en un cul de sac. ¿Qué piensas al respecto?
A raíz del ataque del ELN a la Escuela de Cadetes de la Policía en Bogotá, ocurrida el 17 de enero de 2018, en el que murieron veintitrés jóvenes estudiantes y más de setenta heridos, el gobierno suspendió los contactos con el ELN y trazó una línea roja, al establecer como requisito indispensable el cese de toda acción bélica y hostil por parte de la guerrilla para abordar el fin del conflicto armado mediante el diálogo, medida que ha sido interpretada por la dirigencia “elena” como una precondición inaceptable. Así las cosas, tenemos una situación de “no diálogo, no proceso”, es decir, de un bloqueo que no permite avanzar en ninguna dirección. Es como un coche varado en medio de una autopista que, si no se le da arranque, terminará por ser aparcado en la berma, para que el tráfico en la autopista continúe su flujo en condiciones de normalidad. Con esta metáfora quiero decir que, si no se resuelve el conflicto armado con el ELN por la vía del diálogo para un acuerdo político, tendremos un conflicto armado marginal, con tendencias a la degradación, que hará parte del paisaje, pero que no impedirá que la vida de los colombianos continúe. Es decir, Colombia puede convivir con ese conflicto. La historia nos ha demostrado que Colombia fue capaz de convivir durante más de cincuenta años con la guerrilla más belicosa y letal, una guerrilla que tenía presencia en todo el territorio nacional y con una capacidad de desestabilización enorme, de esa misma manera podrá coexistir con un conflicto menor, regionalizado y sin opciones de afectar la seguridad nacional, ni la gobernanza de manera estructural.
Lo mejor que nos puede pasar es que se de una flexibilización de las posiciones, para que se produzca el encendido del coche, para el desbloqueo. Creo que el ELN debe dar el primer paso con cese permanente del fuego y las hostilidades, que deberá ser respondido con reciprocidad por el gobierno; para que las partes busquen en el diálogo la salida que ponga fin al conflicto armado y propicien la construcción de paz por parte de la sociedad y del Estado. Esto puede ocurrir, siempre y cuando la voluntad sea mayor que la terquedad y el calculo electoral, en el que parece pueden caer las partes, dado que en este año se instalará en el país una coyuntura electoral, para elegir parlamento y presidente en el 2022.
Creo que aún estamos a tiempo, creo que un proceso que se inicie en este gobierno puede tener continuidad en el siguiente, pues no tendrá oposición, creo que este conflicto es posible resolverlo con la lógica de que el final de la guerra es asunto de los guerreros, es decir, las partes, y la construcción de paz es un asunto de los ciudadanos; pero el primer escalón hacia la paz es superar el conflicto armado. Así podremos acercarnos al anhelo de todos los colombianos de tener una paz completa.
Finalmente, ¿qué libro y qué filme recomendarías a los lectores de EL COMEJÉN para entender lo qué ocurre en Colombia?
Para quien quiera hacer un poco de turismo inteligente por la historia de Colombia, recomiendo Historia mínima de Colombia, de Jorge Orlando Melo; en su versión corregida y ampliada. Para los estudiosos e investigadores recomiendo los doce ensayos de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, publicados como Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia, uno de los trabajos ordenados por la mesa de negociaciones de paz de La Habana: seis ensayistas escogidos por las FARC y seis por el Gobierno intentan explicar el origen del conflicto armado; buenísimos todos, no tienen desperdicio. Igual recomiendo dos películas: Cóndores no entierran todos los días, de Francisco Norden, y La estrategia del caracol, de Sergio Cabrera; ver estas dos películas es como comer bocadillo con queso, o su equivalente al postre catalán de “mel i mató”.