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¿La independencia de los buenos contra los malos? La mía es la «matria» iberoamericana

Con todo el amor que siento por Colombia y su cultura, fue la injusticia y desigualdad que han generado sus élites las que expulsaron a toda mi familia porque no les daba ni la más mínima oportunidad de cubrir lo básico para vivir y prosperar.

Migración

Migración. Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Como persona de clase trabajadora y con dos “matrias”(Colombia de nacimiento y Asturias y Barcelona en España, de crecimiento y formación), puedo identificarme con las ideas de libertad que representan las independencias de América Latina, concretamente la de Colombia que se inició el 20 de julio de 1810. Sin embargo, no me siento representado por una celebración falsa que han hecho las élites criollas de América. Está claro que el 12 de octubre tampoco es un día para celebrar nada, como ya muchos pedimos desde España. No caigo ni quiero caer en simplificar en buenos (América) y malos (europeos, concretamente españoles), por varias razones:

  1. España no existía como la conocemos hoy. Fueron las coronas (de Aragón y especialmente la de Castilla) y las élites de esa sociedad, que también oprimía y explotaba a los pueblos que conforman lo que conocemos como el Estado español.
  2. Las independencias de América Latina, fueron hechas por los criollos (nietos e hijos de españoles) que crearon Estados nación con la misma estructura que había impuesto la monarquía española. Los colombianos llevan más de doscientos años celebrando cada 20 de julio y cada 7 de agosto la idea de “libertad e independencia de España” con toda la parafernalia posible. Con cuentos, leyendas y mitos simplistas para justificar el poder de sus élites sobre los territorios que domina política, social y económicamente. Y que, a su vez, estas élites llevan reprimiendo a sangre y fuego, estos dos siglos, cualquier movimiento o movilización social y popular que levanta su voz contra las injusticias, la explotación y el racismo y clasismo de las sociedades y Estados como el colombiano.
  3. No quiero caer en repetir una historia simple, que compra el discurso de las élites colombianas para no cuestionar su poder y no querer ver cómo han entregado o dejado expoliar, en dos siglos de “libertad”, esas tierras a las élites estadounidenses y europeas y a sus multinacionales. Con todo el maltrato a la naturaleza y a los derechos humanos de sus gentes.
  4. Como español, asturiano, catalán y colombiano, hijo y sobrino de migrantes colombianos en el Estado español, no puedo sentirme identificado con quienes acusan “a todos los españoles” de ser culpables de una historia cruel que se repitió y se repite en todo el mundo. Porque mis vecinos, mis compañeros del colegio, de instituto, de universidad y de trabajo; mis amigos y amigas; las gentes con quienes compartí militancia, con quienes paramos desahucios, quienes nos acompañan en actos de solidaridad por la Paz en Colombia, por Gaza, contra la guerra, el expolio, quienes salvan vidas en el Mediterráneo y acogen a los refugiados; quienes viajan a Colombia como acompañantes de paz, denuncian la violación de derechos humanos y reciben a exiliados políticos; quienes acogen a familias migrantes como una más, como lo hicieron con la mía, y además sus tatarabuelos nunca viajaron a conquistar pueblos; muchos en estas tierras también sufren la monarquía española, los abusos de las multinacionales españolas, europeas y estadounidenses y algunos reciben represión de las élites españolas. Todos ellos y ellas no son mis enemigos, sino mis aliados.
  5. De hecho, por más que haya nacido en un país como Colombia y en mi pasaporte español indique eso, tengo más que ver con alguien de Vallecas, La Latina, Nou Barris, La Marina, Sants o Pola de Siero (Asturias) que con alguien de algún barrio rico del norte de Bogotá, que ni sé cómo se llaman. Porque sí tendría algo que ver es con los barrios populares de Bogotá, Bucaramanga y Cali más que con el barrio Salamanca de Madrid o Sarrià de Barcelona.
  6. Aunque haya tenido expresión popular colombiana en mi casa (mi familia viene de un barrio humilde de Bucaramanga), con la que puedo emocionarme y dar todo el apoyo, como siempre lo he dado, las luchas de mi “matria” de origen, para lo bueno y para lo malo, me queda físicamente muy lejos. 
  7. Con todo el amor que siento por Colombia y su cultura, fue la injusticia y desigualdad que han generado sus élites las que expulsaron a toda mi familia porque no les daba ni la más mínima oportunidad de cubrir lo básico para vivir y prosperar. Con todas las dificultades, algunas ni las puedo imaginar, mi familia colombo-española es una familia mestiza más de España, donde se ha podido construir poco a poco, con sus más y sus menos, como otra familia trabajadora más de este país. Por lo que el amor y sentimiento de pertenencia pesa mucho a favor de los pueblos de España.
  8. Porque movilizarse por una Colombia y una América Latina más justa e igualitaria, es hacerlo también de la mano con los pueblos de España contra la monarquía y por una república justa, solidaria y plurinacional. y viceversa. 
  9. Finalmente, no hace falta recordar que pese a la dureza de la historia, el expolio de la monarquía y las élites españolas en América, continuadas por los élites colombianas en alianza con las estadounidenses, el exterminio casi literal de las comunidades precolombinas se dieron en el norte. Lo que conocemos como América Latina no es más que, para lo bueno y para lo malo, la mezcla de las culturas previas a 1492 con las culturas africanas (esclavitud del continente madre de la humanidad y olvidado durante siglos) y la cultura latina (concretamente la española mestiza) llevada a esas tierras. A todo eso, sin dejar de obviar todo lo que significó la lengua y la religión impuesta, pero es en Latinoamérica donde hay aún otras lenguas y religiones, cosa que en el norte del continente americano casi no se puede decir lo mismo. Y si nos acercamos a las calles, fiestas y a la actual música pop en España, la presencia latinoamericana es la mayoritaria: cumbia, salsa, merengue, bachata, reguetón, etcétera. ahora se mezclan con la rumbita, el flamenco y demás, siendo uno de los últimos mejores ejemplos, “El madrileño” de C-Tangana. Toda una mezcla que celebro porque la historia ya no se puede cambiar, pero sí los modelos que, en diferentes grados, nos oprimen en uno y otro lado del océano. Yo quiero reivindicar que el mestizaje de América ya forma parte del mestizaje de la actual España y que los dos tienen su lados históricos y actuales menos amables, por supuesto. Sin embargo, creo que nuestros pueblos están más cerca de lo que nos han hecho creer en uno y otro lado del Atlántico y por eso, creo que mi “matria” es, cómo decía Saramago, la Iberoamericana y es la que celebro y con la que me identifico. 

Asturiano de origen colombiano, adoptado por Cataluña y ciudadano de Berlín. Pertenece a la generación perdida e indignada antes del 15M. Cine, periodismo, política, radio, migración y segundas generaciones. Colaborador de medios y proyectos en Berlín y Barcelona.

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