«En el hotel te dejo lo que te mereces». Eso decía el último mensaje enviado por el asesino. Se lo mandaba a su esposa y se refería a su hijo muerto bajo la cama de un hotel en la Avenida Paral·el. Podría ser el espeluznante relato de una serie de ficción, pero se trata de una noticia que sacudió la prensa, la semana pasada en Barcelona. Me dio asco y miedo seguir leyendo. La realidad es que 39 menores han sido asesinados desde 2013 por este tipo de violencia machista. 39 menores y sus 39 madres, que han quedado muertas en vida.
Recibo un audio por WhatsApp de mi pareja. Me dice que, en la misma noche, en la misma calle, dos tipos desconocidos, con menos de una hora de diferencia, se le acercaron, le dijeron estupideces, intentaron tocarla. Asco y miedo a seguir escuchando. No había ningún motivo, simplemente se creían con derecho a molestarle. Asco del privilegio que adquirimos los que nacimos con pene y crecimos preocupados por tenerlo más grande que el vecino. Miedo al pensar hasta dónde puede llevarnos esta cultura patriarcal de la que somos víctimas y victimarios, pero que nunca es comparable al que sienten tantas mujeres, en tantas situaciones que yo no he vivido. Terror escalofriante, el de la mujer de Martín Ezequiel Álvarez Giaccio, el asesino de esta semana que le dejó el mensaje: “te arrepentirás” mientras salía a dar un paseo con su pequeño de dos años.
Escribo este texto a ver si logro convivir mejor con este hombre miedoso que también soy, que me dejo ser. Este que le tiene miedo a la muerte, a la enfermedad, a la soledad, y asco a las cucarachas. El que llora con una bonita historia en un Podcast, pero a veces le da miedo expresar su amor.
Para quitarme la cagalera, unas veces escribo y otras veces bailo. El jueves pasado, después de casi dos años sin ver una orquesta de salsa en vivo, tendría que haber bailado con el amigo con el que me encontraba, pero el miedo no me dejó. Miedo machista, a parecer maricón.
¿Cómo podemos los hombres hablar de feminismo sin miedo a ser juzgados por otros hombres malcriados? Este verano compré mi primer libro específico sobre el tema, llegando 11 ediciones tarde a la Teoría King Kong de Virgine Despentes. Supongo que antes, el miedo no me dejó. Miedo a perder mi pedazo de poder y tener que preocuparme más por los cuidados, los afectos y no solo las tareas productivas que se me asignaron al nacer. Despentes explica que a un hombre de verdad se le exige reprimir sus emociones, acallar su sensualidad, no mostrar debilidad, vestirse con colores discretos, no pedir ayuda, tener que dar siempre el primer paso, valorar la fuerza, no escuchar.
El pasado 9 de marzo una niña de once años fue tiroteada por su padre en Madrid, después de que el hombre intentara incendiar la casa en la que estaban la menor y su madre, que también terminó muerta. El pasado 17 de mayo un niño de siete años fue asesinado, también junto a su madre, en Mallorca. Aunque nos cueste aceptarlo, y estos no dejen de ser casos extremos, no son casos aislados. En España en 2021 van 56 feminicidios. En Colombia, en 2020, fueron 630. El problema no son ellas, somos nosotros.
Hace unos meses, haciendo un taller en un colegio de Viladecans, -a media hora de Barcelona- una niña de 11 años le gritaba a un chico: “¡machista de mierda!” a lo que el niño, con rabia -y el mismo miedo de siempre- le respondía: “¡y tú eres una feminista!”
Nos va a tocar a los hombres, de una vez por todas, amarrarnos los pantalones para también hablar de feminismo. Explicarles a nuestros hijos, a nuestros estudiantes y nuestros amigos -ahora que volvamos al estadio- que como diría Virgine Despentes, “el feminismo es una aventura colectiva, para las mujeres, pero también para los hombres y para todos los demás. Una revolución, una visión del mundo, una opción en la que no se trata de oponer las pequeñas ventajas de las mujeres a los pequeños derechos adquiridos de los hombres, sino de dinamitarlo todo”.
Mi papá tuvo la decencia de enseñarme con ironía que el cementerio está lleno de valientes. Quizá fue de las lecciones más importantes, naciendo en un país que prepara a sus hijos para la guerra. Tocará decirles a los buenos padres de mi generación, -y a malditos cobardes como el asesino del hotel en Paral·lel- que cambien el miedo al feminismo por el feminismo contra el miedo.