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La ruta de las creencias. Un análisis del momento cubano

El fracaso continuo tiene un efecto desmoralizador, por eso la energía revolucionaria que ha logrado sobrevivir al letargo tenemos que emplearla en primera instancia en cambiar todo lo que debe ser cambiado ‒que incluye cambiar a todo el que deba ser cambiado‒ y hacer que avance el poder popular por sobre las tendencias negativas enquistadas en la sociedad y en el Estado.

Cuba

Cuba. Ilustración de Cami Marín para EL COMEJÉN

¿Qué está ocurriendo en Cuba? Noticias van, noticias vienen. La mayoría proceden de medios y analistas que observan los acontecimientos desde miles de kilómetros. En EL COMEJÉN nos gustan las ideas que corroen, las que nos hacen reflexionar. Por esta razón hemos contactado a Luis Emilio Aybar, residente en Cuba e integrante del equipo editorial La Tizza, un audaz portal creado por una red de jóvenes anticapitalistas cubanos, para que explique a nuestros y nuestras lectoras qué está ocurriendo en la Isla. Esto fue los que nos contó Luis Emilio:

Las noticias que nos llegan de amigos y familiares en Cuba es que el país ha vuelto a los días del “Periodo Especial”. ¿Qué hay de cierto en esto?

Es difícil marcar un punto final al período de especial. Ciertamente, las circunstancias más críticas comenzaron a remontarse a finales de los 90 y principios del 2000, pero la relativa soledad de un proyecto de sociedad como el cubano, la opresión internacional sobre el país, la vulnerabilidad en qué nos dejan nuestras propias fallas, y la prioridad económica a los derechos básicos ‒aun en medio de la escasez‒ son factores que han perdurado. Todos ellos se combinan y ocasionan que abunden las dificultades, y que estas afecten a casi toda la población.  

Hay que reconocer, no obstante, que desde los 90 no se vivían tiempos tan difíciles. Un país importador como el nuestro, cuya moneda no tiene convertibilidad internacional, ha sufrido un shock de escasez de divisas, ocasionado fundamentalmente por la drástica reducción del turismo a nivel internacional y nacional ‒una de las principales fuentes de ingreso‒ y también por el recrudecimiento del bloqueo norteamericano. Las consecuencias atraviesan toda la economía y en particular dificultan la satisfacción de las necesidades básicas, dado que la mayor parte de los bienes de primera necesidad son de importación o dependen de insumos externos para su producción nacional. La crisis de los 90, sin embargo, fue aún más dramática desde el punto de vista material. Solo hay que mirar que el problema de los apagones eléctricos programados diariamente nos acompañó durante años, y que sufrimos una epidemia de neuropatías relacionada con el déficit de alimentación.

Cuba logró superar el “Periodo Especial” porque se juntaron las fuertes convicciones arraigadas en la mayoría social del país con el potente liderato de Fidel. ¿Crees tú que las nuevas generaciones guardan una tabla de valores capaz de grandes sacrificios? ¿De soportar un periodo de privaciones? 

Son muchos años y, siempre que empezamos a salir a flote, viene una recaída por viejos o nuevos factores. Se ha comportado como un círculo vicioso. Un problema mayor es cuando las privaciones no se sienten como dilemas o desajustes propios del camino que elegí, del proyecto en el que creo y por el que lucho. Ahí hay una diferencia con el pasado, una diferencia que no es económica, sino política y cultural. Una diferencia que no ayuda tampoco a la solución de las privaciones, las cuales, en ese marco, no incitan a transformar, ni a crear, ni a empujar. Se trata de un fallo en la construcción y en la participación que se hace patente en expresiones como «este país no sirve» o «lo que hay que hacer es irse.» 

Este cuadro contrasta, sin embargo, con el de miles de jóvenes que han protagonizado el enfrentamiento a la pandemia, que han contribuido a salvar el país. La nueva crisis ha funcionado, al mismo tiempo, como un doloroso drenaje y como una escuela de nuevos militantes imbuidos de una fe en su propia humanidad. La idea ‒la convicción‒ de que los principios no se abandonan, opera a veces como un susurro. Hay quienes llevan un grito poderoso adentro, que los impulsa a actuar y defender esencias sin desmayo ni vergüenza, pero hay quienes “ríen sin saber que ríen” como decía Galeano, y han armado también el hormiguero de la resistencia. Solo así se puede lidiar con lo que no se tiene: llevando mucho de otras cosas.

La condición primera del bienestar es la existencia de la nación y sus valores íntimos. Esto implica un esfuerzo colectivo, no apto para quienes ya están o siempre estuvieron en la cuerda de la salida individual. Ahora, tal esfuerzo debe conducir a aprovechar el limitado margen que nos deja el bloqueo, es decir, reducir las fallas internas, qué es casi la única forma en que podremos superar privaciones en el corto y mediano plazos. Por otro lado, la gestión de la crisis no es un cheque en blanco, dónde tendremos todo el tiempo del mundo para concretar resultados. La pobre correspondencia entre las promesas y los hechos, entre los esfuerzos y los frutos, que hemos vivido a lo largo de los años, también explica la baja disposición al sacrificio en la actualidad. El fracaso continuo tiene un efecto desmoralizador, por eso la energía revolucionaria que ha logrado sobrevivir al letargo tenemos que emplearla en primera instancia en cambiar todo lo que debe ser cambiado ‒que incluye cambiar a todo el que deba ser cambiado‒ y hacer que avance el poder popular por sobre las tendencias negativas enquistadas en la sociedad y en el Estado.

“Movimiento San Isidro”, “Proyecto Archipiélago”, en fin, nombres que suenan mucho afuera de Cuba. ¿Son plataformas reales? ¿Cuentan con apoyo social? ¿Qué hay de una convocatoria para protestar el próximo 15 de noviembre?

Lo nuevo es el crecimiento ‒facilitado por el acceso masivo a internet desde 2018‒ de lo que pudiéramos llamar la contrarrevolución autóctona. A camaradas de otros lares quizás les cueste entender la peculiaridad de la oposición en Cuba. En síntesis, un gobierno extranjero ‒no por casualidad el hegemón mundial‒ crea un ecosistema dedicado a formar, estimular, financiar y respaldar mediáticamente a todo aquel que esté dispuesto a trabajar por cambiar el régimen vigente en una pequeña isla. Estos actores hablan de pluripartidismo, pero en realidad conforman un partido único opositor que tiene redes en casi todos los continentes. El imperialismo es un sistema de relaciones internacionales, así que esta eterna campaña electoral se junta con el bloqueo y su aplicación extraterritorial para cumplir un solo propósito: que Cuba fracase.

La oposición ha tenido mucho de importación y de tienda online tipo Amazon, sin almacenes aquí, pero hay que hacerse la pregunta: ¿por qué al imperialismo le resulta cada día más fácil reclutar nuevos «obreros» dentro del país? Muchas veces no tiene que pagarles ni darles una sola orden para que actúen a su favor. Una parte de los activistas de las plataformas que mencionas, y otras, tienen vínculos organizativos y financieros con aquella burocracia, pero otros sencillamente comulgan, se alinean o callan. Si ampliamos el foco veremos también que ha crecido la franja de simpatizantes, es decir, aquellos que solo expresan su apoyo y desarrollan una musculatura asombrosa en el dedo índice. 

Para argumentar el carácter entreguista de la oposición, se suele develar el origen y trayectoria de los fondos con los que cuenta, lo que se ha dado en llamar “la ruta del dinero”. Esto es útil y necesario. Sin embargo, solo vamos a comprender a cabalidad el fenómeno descrito si develamos la ruta de las creencias. ¿Por qué estas personas, que no se pierden un trabajo voluntario de los que convoca el imperio, sienten tanto rechazo al Estado cubano que son capaces de abandonar los más elementales principios patrióticos con tal de derrocarlo? ¿Por qué estas personas, formados en nuestras escuelas, habitantes de nuestros barrios, conciben a los Estados Unidos como un modelo a seguir y les parece legítima su intromisión en los asuntos internos de Cuba? ¿Por qué muchas de estas personas, jóvenes y no tan jóvenes, se sienten tan frustradas, y achacan tanto su situación al gobierno que no les importa la condición espuria de quien esté convocando a protestar o de quien inventó la última consigna? ¿Por qué comienza a encontrarse uno con personas que sienten que no hay remedio a nuestros males y no queda otra alternativa que entregarnos a los Estados Unidos «a ver si arregla esto»? En resumen, ¿por qué si todo ha estado organizado para crear una actitud patriótica, una conciencia antiimperialista y anticapitalista, un sentimiento de esperanza y confianza en la Revolución y un espíritu de participación y construcción, se obtiene lo contrario en estos sectores?

La ruta de las creencias nos lleva de los asuntos policiales o legales al problema de la hegemonía cultural y política, y esto último levanta nuestras fallas. La ruta de las creencias es incómoda, pero develarla es imprescindible para vencer. No podremos apagar a la contrarrevolución si no partimos de un buen diagnóstico, si no detectamos su creciente autoctonía. Solo perderán el lugar donde se sientan si superamos los errores que dejan sillas vacías. 

En realidad, la mejor manera de enfrentar a la contrarrevolución es hacer la revolución. Esto tiene un gran obstáculo, que es la existencia de una contrarrevolución no opositora, tan dañina como aquella. Me refiero a determinadas tendencias presentes en nuestra institucionalidad que niegan los valores revolucionarios y hacen, en la práctica, el trabajo de la derecha. Los comunistas en Cuba, por tanto, tenemos dobles y grandes desafíos; pero eso de la victoria está en el manto freático de la isla. Lo haremos brotar. 

Espero se haya entendido que los nuevos aspirantes a opresores no cuentan con el suficiente apoyo social para lograr sus propósitos, pero que van en ascenso. Tirar una foto de la sociedad cubana ahora mismo no arrojará un resultado tan preocupante como filmar un video. La foto muestra la amplia zona de la resistencia, devuelve la calma. El video da el movimiento de la sociedad, la dirección que describe, hacia donde se dirige…

No obstante, un suceso de la magnitud del 11 de julio, pequeño en comparación con lo habitual en muchos países, pero grande por su escaso antecedente en la historia de la Revolución, no se repetirá en lo inmediato, y mucho menos el 15 de noviembre. 

Sea cual sea el escenario, hay que guiarse por el video para actuar y pasar de inmediato a lo que Fidel llamó la contraofensiva estratégica.  

Equipo de redacción El Comején.

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