La cosa está tan jodida en Panamá que ni a los comunistas les interesa llegar al poder, escribió Rubén Blades en su portal, a propósito de las revueltas sociales que sacuden al paraíso fiscal. En Panamá, igual que en Colombia, gobierna una élite proverbialmente corrupta y excluyente. En Panamá, igual que en Colombia, la riqueza queda en manos de unos “señores» mientras la mayoría se empobrece. Laurentino Cortizo, el empresario ganadero que gobierna a Panamá, tuvo que ceder ante la ira pública. Iván Duque, el desorientado presidente de Colombia, reprimió y judicializó al estallido social.
El próximo 7 de agosto el tándem formado por Gustavo Petro y Francia Márquez, está llamado a hacer un clic sobre el teclado de Colombia. Pasaran del campo de la agitación y la promesa al campo resolutivo. Estarán al mando de un país que reúne, como pocos en el mundo, una sumatoria de problemas que a menudo desembocan en violencia y asesinato. El nuevo gobierno hereda un rompecabezas estructural, endémico, que no se resolverá con meras intenciones o una varita mágica. Sobre esto hay que tomar conciencia para no defraudar. El Pacto Histórico no escribió el Genesis de Colombia, pero le toca padecer las Crónicas. Lidiar, como dicen en el Caribe, con un verguero.
El Pacto Histórico es un tren con muchísimos vagones en los que viaja gente variopinta. Sin esos vagones y sin toda esa complejidad humana era imposible alzarse con el triunfo. Esto hay que entenderlo, sobre todo los fanáticos que, anidan en sus ardientes neuronas, utopías decimonónicas. Es bueno soñar con algo para estimular la lucha, pero empuñando la palanca de freno a fin de que el tren no acabe descarrilado, precipitándose hacia el abismo, como ha ocurrido en otras latitudes. Petro y Márquez forman un equilibro perfecto. La racionalidad y la prudencia de él, con el entusiasmo y el callejeo de ella.
A Colombia hay que enderezarla primero para luego cambiarle el rumbo. El Pacto Histórico tiene cuatro años para hacerlo. En las primeras de cambio Petro lo está haciendo bien. Nombrando ministros sobre la base de sus destrezas. El momento no está para cuotas e improvisaciones. La columna vertebral del nuevo gobierno la componen funcionarios que conocen las entrañas del sistema y saben qué teclas hay que oprimir para enderezar la economía, crecer y poder repartir riqueza entre los millones que sobreviven de milagro.
Enderezar a Colombia implica también un giro cultural. Revertir el listón de valores que predomina en el país. Esto lo tiene muy claro Gustavo Petro, un hombre alejado de la frivolidad, y seducido por las personas que desarrollan proyectos, ideas y conocimiento en medio de la adversidad. Nombrar en la embajada de Washington —coto reservado tradicionalmente a la élite bogotana— a un afrodescendiente de la provincia, no es un mero simbolismo, sino un acto adrede contra la excluyente hegemonía cultural del país. Petro, en un gesto valiente, escogió a mujeres y hombres indígenas para que nos representen en el concierto de las naciones (Leonor Zalabata) y tomen el mando de las instancias de gobierno que tratan sobre el espinoso tema de la tierra (Giovani Yule) y el dolor de las víctimas (Patricia Tobón). Petro fue más allá. Por primera vez en Colombia una persona (Patricia Ariza) que modeló su ideología en el Partido Comunista, asume como ministra sin renunciar a sus convicciones. Estas son mis cartas, este es mi juego, revela Petro. El origen étnico, el color de la piel, la inclinación sexual o la visión cosmogónica no son razones para que no nos tomen en serio o nos devalúen como ciudadanos.
El nuevo gobierno no tendrá la acostumbrada “luna de miel”, ni los “cien días” que por regla general se otorga a los poderes entrantes. Petro, desde la noche en que resultó electo, es blanco del sistema oligárquico y mediático del país. La punta de lanza contra el nuevo gobierno lo sintetiza la revista Semana. En ese laboratorio de propaganda política se prepara cada día la artillería que se va emplear contra el “cordobés”, la curiosa manera que la revista emplea para referirse al presidente electo. El objetivo es el de enturbiar el ambiente político, entorpecer la gobernabilidad, desanimar a los votantes, alimentar las contradicciones en el seno del Pacto Histórico y establecer una especie de orden del día o temática paralela a la del gobierno liderado por Petro. Una maliciosa, pero eficiente estrategia, como la empleada por los diarios El Mercurio y La Tercera de Chile contra el novel gobierno de Gabriel Boric y la Constitución que se votará el próximo 4 de septiembre. El Pacto Histórico debe pensar en un alternativa mediática, virtual, moderna, gratuita, popular, masiva y envolvente que, sin perder el espíritu critico, acompañe la gestión del gobierno.
Hagamos clic: pasemos al modo institucional, pero sin olvidarnos del activismo.