El lenguaje político en Noruega es bastante directo. Al mejor estilo de las lenguas germánicas las cosas se llaman por su nombre, sin eufemismos. La derecha se asume como derecha y la izquierda como izquierda. El centro no existe. Después de cada elección los partidos moderados simplemente deben decidir si aseguran la mayoría parlamentaria para uno u otro lado. Aun así, no deja de sorprender que el periódico de toda la izquierda se llame “La lucha de clases”, Klassekampen.
El nombre, con una evidente carga ideológica, parece no encajar en una de las sociedades europeas más avanzadas donde la idea de la lucha de clases se difumina entre elevados niveles de ingreso, acceso universal a todos los derechos fundamentales y una tradicional sensación de igualdad. Si hay algún país donde los Bolsonaro, los Duque, los Uribe, los Bukele pudieran tenerla fácil para declarar el fin de la lucha de clases es este. Pero la realidad noruega contradice la falaz tesis de la ultraderecha populista. El bienestar no llega como milagro por la ilusoria ausencia de la lucha de clases, todo lo contrario, se alcanza gracias a ella.
La prensa de los partidos de izquierda se hizo aún más importante en la sociedad noruega después de su destacado rol en la lucha contra la ocupación alemana, en la Segunda Guerra Mundial. En 1969 la juventud socialista declaró su carácter revolucionario marxista leninista y decidió crear su propio órgano informativo, Klassekampen.
El surgimiento de la prensa en Noruega data de finales del siglo XVIII. La tradición protestante hizo que hasta en los fiordos más remotos los noruegos y noruegas aprendieran a leer. La prensa moderna apareció a finales del siglo XIX, de la mano de los nuevos partidos políticos y del asociacionismo, como se le llama al surgimiento de organizaciones variopinta, sindicatos, clubes de pesca, de deporte, de historia, de solidaridad, una abigarrada red de organizaciones sociales que se mantiene hasta hoy. Al quedarse sin el control de su propio Estado, con la institucionalidad atada a la corona sueca tras el fallido intento de independencia de 1814, los noruegos optaron por organizar la sociedad civil. Fue en ese mismo periodo de la historia en el que se forjó el mito fundacional de lo que hoy es la nación noruega, desde el queso marrón y el esquí, hasta la celebración del 17 de mayo: el día de la Constitución. La organización social de base, el trabajo voluntario o dugnad y la prensa hacen parte de esa identidad nacional.
La prensa de los partidos de izquierda se hizo aún más importante en la sociedad noruega después de su destacado rol en la lucha contra la ocupación alemana, en la Segunda Guerra Mundial. En 1969 la juventud socialista declaró su carácter revolucionario marxista leninista y decidió crear su propio órgano informativo, Klassekampen. Poco después se constituyó el Partido Comunista de los Trabajadores, AKP m-l, que tomó el control del periódico. La lucha contra el revisionismo y el socialimperialismo se priorizó en sus páginas y hasta bien entrados los ochenta defendió el régimen de Pol Pot. Todos los partidos tenían sus órganos informativos, pero Klassekampen se destacó por el enorme trabajo voluntario, el dugnad, que lo llevo a convertirse en semanario en 1973 y en diario a partir de 1977. Hasta le día de hoy mantiene sus seis entregas semanales. En Noruega la prensa descansa los domingos, la edición más importante es la de los sábados.
Es el canal natural de las organizaciones sociales, de los activistas, de los académicos progresistas, de la solidaridad internacional. En sus textos se proponen debates y nuevas ideas. A diario, entre la edición física y la edición electrónica, suma 124.000 lectores.
La exigencia de haberse convertido en un diario tensó al extremo la idea del trabajo voluntario como columna vertebral de Klassekampen. Varias crisis económicas y los cambios políticos a finales de los 80’s pusieron en duda el modelo de órgano informativo de partido. Una nueva dirección en el periódico, no sin conflictos con la dirigencia de AKP, logró posicionar la idea de construir un diario de toda la izquierda. Esto implicaba profesionalización periodística, amplitud en los análisis y cambios en la estructura de propiedad del periódico. Sigurd Allern y Paul Bjerke fueron los abanderados de esa transformación.
En buena hora. Hoy Klassekampen es un diario riguroso, que ofrece un contrapeso real a los medios de información tradicionales. Logró conservar la mística militante sin pertenecer a un partido político. Sus páginas son de obligatoria lectura para políticos, empresarios y activistas. Es una fuente fiable de información de calidad para el ciudadano común que lo encuentra en los quioscos de las principales ciudades. Es el canal natural de las organizaciones sociales, de los activistas, de los académicos progresistas, de la solidaridad internacional. En sus textos se proponen debates y nuevas ideas. A diario, entre la edición física y la edición electrónica, suma 124.000 lectores.
La edición noruega de Le Monde diplomatique circula con Klassekampen una vez al mes, tienen su propio magazín literario e incluso otorgan un premio anual a la cultura, el Premio Rinoceronte, que es al mismo tiempo el símbolo reconocible del diario.
En marzo de 2007 desapareció el partido AKP para dar paso a Rødt, El partido rojo, un proyecto exitoso de la nueva izquierda radical. Hoy la propiedad del periódico se comparte entre Rødt, la Asociación de Amigos de Klassekampen, dos casas editoriales, tres sindicatos y algunos accionistas menores. El reconocimiento del papel de Klassekampen en la sociedad noruega hizo que, a pesar de los dos periodos de la derecha en el gobierno, pasara de recibir un apoyo estatal de 37 millones de coronas en 2015, a 44 millones en el 2018. La edición noruega de Le Monde diplomatique circula con Klassekampen una vez al mes, tienen su propio magazín literario e incluso otorgan un premio anual a la cultura, el Premio Rinoceronte, que es al mismo tiempo el símbolo reconocible del diario.
La historia de éxito de Klassekampen es la historia de una visión amplia del movimiento social y político de izquierda. Sin ceder principios, aumentando en calidad y conservando la mística, se ha logrado construir un canal eficaz que haga contrapeso a la gran prensa sin ser voceros irreflexivos de algún aparato partidista o tendencia ideológica. Klassekampen es sin duda un ejemplo de prensa de izquierda que debería ser analizado por movimientos y partidos en diferentes partes del mundo.