El virus del otro
“El odio hacia los asiáticos no puede ser el legado de la pandemia”. (Cynthia Choi, fundadora de STOP AAPI HATE)
La xenofobia viene arraigada a la conducta humana desde hace mucho tiempo. Ni la Antigua Grecia con todos los valores de los que hacía alarde como la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, se salvó de esta posición primitiva de excluir al otro. De hecho, el origen de la palabra viene del griego xénos (extranjero) y phóbos (miedo).
La globalización nos ha mezclado de forma asombrosa y nuestros avances tecnológicos nos han permitido ser testigo de ello en tiempo real. Pero ese miedo arcaico de muchos grupos humanos a perder cierta identidad, la necesidad de subir o mantener un status económico, social o político ha exacerbado los odios y la discriminación.
A pesar de las lecciones aprendidas en guerras pasadas que nos mostraron lo inútil que es la violencia para resolver conflictos en nuestras diferencias, este fenómeno de exclusión lejos de desaparecer parece estar en auge, y sigue siendo alimentado por muchos líderes políticos alrededor del mundo. Las detonantes son las crisis económicas que nos golpean cada tanto en nuestros modelos imperfectos sumidos en un mundo superpoblado con recursos escasos.
Estamos estupefactos viendo como un virus invisible nos tiene encerrados, usando una mascarilla todo el tiempo, extremando medidas de aseo; con grandes problemas migratorios, recesión, desempleo en muchos sectores y sistemas hospitalarios colapsados. Un drama tan fuerte que ni las economías ricas han podido salir victoriosas. Se puede decir que nos une un sentimiento a nivel global y es el miedo.
“El otro se ha convertido en un potencial portador del virus con el que tengo que mantener la distancia, radicalizando la expulsión de lo distinto, lo que agrava nuestras crisis sociales”, reflexiona el filósofo surcoreano Byung Chul Han.
El coronavirus se suma a nuestra historia de elementos mortíferos para la humanidad en las que se destaca la viruela, la gripe, la tuberculosis, la malaria, la peste, el sarampión y el cólera.
En el fascinante libro Armas, Gérmenes y Acero, Jared Diamond explica la forma en que sociedades que han desarrollado mayor conocimiento han conquistado y exterminado a otras. Dedica un capítulo a “El regalo mortal del ganado”, una explicación de cómo las enfermedades representan la evolución en marcha, y los microbios se adaptan por selección natural a nuevos huéspedes y vectores. Podemos entender cuan aterradora solía ser una epidemia antes del nacimiento de la medicina moderna.
En siete años la peste bubónica mató a la cuarta parte de la población de Europa, con índices de mortalidad del 70% en muchas ciudades. Al final de la Primera Guerra Mundial una gripe mató a 21 millones de personas. Muy probablemente la del Sars Cov-2, no será nuestra última pandemia y nadie puede predecir a ciencia cierta cuándo y dónde surgirá la próxima.
En el Reino Unido se han reportado agresiones que van más allá de los insultos e incluyen violencia física como palizas propinadas en las calles. En Rusia la policía hacía redadas para obligar a los chinos a hacer confinamiento sin importar su historial de viajes.
En Sídney, Australia, se registró vandalismo en contra de la población asiática con casas pintadas con mensajes como: “Muerte a los que comen perros”, “Perras asiáticas que trajeron el coronavirus aquí”, “Váyanse y mueran”, “Vuelvan a China”, “Malditas inmigrantes”, toda esta violencia verbal y escrita acompañada con palizas en las calles. Human Rights Watch advierte sobre el incremento del racismo contra los asiáticos en todo el mundo por la Covid-19.
En India el discurso de odio y mentiras en contra de los musulmanes se agudizó con el del miedo al contagio por Covid-19, en los que fueron víctimas hasta socorristas que fueron acusados de propagar el virus. El “coronaterrorismo” fue usado por el mismo Gobierno indio con el anuncio del contagio masivo de varios musulmanes luego de una congregación religiosa masiva en Delhi.
En Estados Unidos el 16 de marzo de este año (2021), ocho personas murieron, en ataques a tres salones de masajes asiáticos en la ciudad de Atlanta. Los crímenes de odio van en aumento ante la ausencia de control de las redes sociales contra el contenido ofensivo y la falta de inversión de los gobiernos, en educación para frenarlos.
¿Por qué odian a los chinos?
La xenofobia de Estados Unidos hacia los asiáticos no es nueva. Desde hace más de 150 años se habla del “peligro amarillo”. Con la excusa de su “falta de pulcritud” se extendió en San Francisco una campaña xenófoba que sentó las bases en 1882 para prohibir la inmigración por raza con la Ley de Exclusión China. Esta ley era apoyada por trabajadores que temían una invasión de mano de obra extranjera y una caída en los salarios. Esta discriminación creó una sociedad en la sombra.
Con el ataque de Pearl Harbor en 1941, el “peligro amarillo” lo heredaron los japoneses. La indignación en Estados Unidos no se hizo esperar y empezaron las quemas a sus viviendas y asesinatos. Esos niveles de odio y racismo se pueden ver en la película Little Boy (2015), en la que un niño de ocho años desea con todas sus fuerzas que regrese su padre de la guerra contra Japón durante la Segunda Guerra Mundial, y así se hace amigo del japonés Hashimoto, quien aguanta con estoicismo el repudio de todo el pueblo solo por ser japonés.
En 1942 Roosevelt emitió una orden de internamiento contra personas sospechosas de simpatizar con el “enemigo”. Esta política de segregación también perjudicó a italianos y alemanes que de igual manera fueron recluidos en campos de internamiento no sólo en Estados Unidos.
Esta realidad no fue ajena ni a Barranquilla, mi ciudad natal. En este lugar del Tercer Mundo los estragos de la xenofobia despojaron a los alemanes, italianos y japoneses de sus propiedades obligándolos a huir de Colombia. Este hecho detuvo el desarrollo vertiginoso de esta ciudad a orillas del mar Caribe, que había visto nacer a SCADTA (Sociedad Colombo- Alemana de Transportes Aéreos), la primera aerolínea de América. Los que se quedaron estuvieron retenidos durante dos años en el Hotel Sabaneta de Fusagasugá.
Con grandes conflictos por resolver, como la crisis climática, la falta de agua, el hambre, los conflictos internos que obligan a la migración masiva de personas y las nuevas enfermedades como producto de todo lo anterior, más que certezas surge una pregunta: ¿Cómo la humanidad escribirá esta parte de la Historia?
Hay un proverbio chino que reza: “O el viento del Este se impone al viento del Oeste o el viento del Oeste se impone al viento del Este”.