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Periodismo callejero y estallido social

Unas nuevas maneras de construir opinión pública se asoman en el horizonte. Unas narrativas de las barriadas, de viejos dolores, de exclusiones, de injusticias enquistadas estimulan el ejercicio creativo de estos periodistas alternativos, todos quieren asegurar un vagón en este tren de cambios que ha impulsado el paro nacional.

Performance en Cali, Colombia.

Performance en Cali, Colombia. Imagen de Ana de Poética

“No es un paro, es un estallido. Por eso encuentra resonancia en el país y en el mundo, por eso ilumina y suena confuso porque es polifónico, todos tenemos algo que gritar. Y duele, claro. Crecer duele”. Felipe (primera línea) Loma de la dignidad

“Nos mean y los diarios dicen llueve”. Anónimo, citado por Eduardo Galeano

“El Canal 2, Canal de Nuestra Gente, es el único que está informando lo que realmente está pasando en Cali, en sus calles, en este movimiento de resistencia” . Palabras de un conductor de taxi

Ha sido llamado de distintas maneras este movimiento de protesta nacional que ha sacudido y puesto a temblar la estructura gubernamental en Colombia. Los grandes medios de comunicación que, en épocas pasadas, se unían alegremente al coro descalificando la protesta social, estigmatizándola por estar “infiltrada” por cabecillas de grupos guerrilleros o por significar un peligro que podría hacernos caer en “otra Venezuela”, contemplan impotentes como ese antiguo dominio hoy se escurre entre sus manos, y nada pueden hacer para sostener al Gobierno de Duque. Asistimos a una revolución mediática: han sido los medios informativos alternativos los que han inundado las redes y le han contado al mundo lo que pasa en nuestro país.

Algunos, como José Alberto Tejada, director de Canal 2, están recogiendo el fruto de un trabajo paciente y laborioso de varios años, y se ha agigantado frente a las comunidades –de barrio, de comunas- que han llevado la peor parte en la represión despiadada por parte de las autoridades policiales, con aval del alto gobierno. Exponiendo su propia vida, Tejada y el periodista Jonathan Buitrago, han estado en el teatro de los acontecimientos, cubriendo “en vivo”, persiguiendo con sus cámaras los excesos de la policía, grabando los disparos de policías y de civiles, interrogando y dándole voz a quienes están poniendo el pecho en los distintos puntos de la resistencia. 

Él presenta de manera descarnada los hechos y demuestra lo que verdaderamente pasa en las marchas, en los bloqueos y en las refriegas con la policía. En la emisión central de su informativa brinda, además, otras caras de la moneda al invitar a analistas políticos, intelectuales y profesionales para analizar los pormenores de las reivindicaciones y los alcances del paro nacional. Es de tal valía esta labor de Tejada que es recibido con alborozo por los jóvenes de Puerto Madera-Calipso, Puerto Resistencia, La Luna, La Loma de la Dignidad, Paso del Aguante, entre otros, que se las arreglan para mantener viva esta explosión de esperanza, creatividad y de liderazgos nuevos. 

Hace escasos cuatro días recibió un regalo inusual, como reconocimiento al riesgo de la infatigable labor periodística que ha desplegado en su propia voz: “Tenemos el gusto de informarle a la comunidad que Ana y Cositas de Lola -que es la empresa que ella maneja- ha liderado desde hace varios días una campaña con la comunidad para dotar a dos periodistas del Canal 2, (Jonathan Buitrago y Alberto Tejada) de dos chalecos antibalas de seguridad, dos caretas y dos cascos”. Luego, a manera de pedagogía ética, como uno de los baluartes de este periodismo alternativo, Tejada explica que son chalecos antibalas originales y, por esto, los costos son mayores, “a nuestra gente hay que rendirle cuentas precisas, claras y oportunas”. Nada parecido a lo que se cocina y se reparte descaradamente en las altas esferas. 

“La comunidad nos pide que estemos presentes…uno se siente comprometido a ver cómo los acompaña…nos tocó, alcanzamos este pedazo de historia, mi querido Rubén, así que cada uno tiene lo que tiene para aportar y esta es mi decisión: yo aporto contrainformación”, me dice Tejada antes de emprender otra ronda de sus visitas nocturnas. Luego lo veo transmitiendo en vivo, en medio de los jóvenes. Están disparando y se escucha su voz dando tranquilidad y brindando compañía, sin que su compañero deje de enfocar con la cámara la arremetida, en este caso no se sabe si policial o de civiles.

Los canales de televisión que siempre arrasaban en sintonía, y los grandes diarios cercanos al gobierno, son ahora sobrepasados por la información “en tiempo real” que circula por las redes sociales. Se han visto muchas escenas sobre la policía que llega a amedrentar, a perseguir y a golpear a los manifestantes, muchos de estos simplemente sacan sus armas “no letales”, apuntan sus celulares y comienzan a dejar registro de lo que está pasando. Hacen primeros planos de los detenidos, les piden que digan a gritos sus nombres y su número de cédula y en segundos esta información se riega y llega hasta los confines del viejo continente. 

El gobierno se ve a gatas, ya no puede imponer su verdad a punto de propagar noticias falsas, rumores venenosos, ni llenar de miedo a la ciudadanía –como lo hicieron con el plebiscito de 2016-, lo que muestran de manera sesgada es rápidamente desmoronado por las imágenes, los mensajes y los videos que se multiplican en WhatsApp, Facebook, Instagram, Twitter y YouTube. Todos hemos tenido nuestros dispositivos electrónicos “a reventar” por la cantidad de mensajes –en especial, material fílmico- que ha circulado. Leer la información, ver los videos, verificar las fuentes, contrastar y compartir solo información verificada y confiable se ha convertido en un ejercicio obligado. Un sano y enriquecedor ejercicio de lectura crítica que le ha dado un matiz de seriedad y madurez a este beligerante movimiento social.

Esta difusión masiva sobre el paro en redes sociales ha llegado hasta fuentes internacionales, e inclusive el influencer mexicano Luisito Comunica llegó a la ciudad de Cali el 28 de mayo, el día que se cumplió un mes de paro, con el propósito de conocer y reportar lo que sucede en el país, desde la belleza de los lugares turísticos y le deliciosa comida que siempre hay, hasta acompañar a todos los jóvenes y ciudadanos que salieron a manifestarse. Es gratificante saber que quienes están en las calles no están solos porque hay muchas personas que quieren apoyarlos para hacer que su voz sea más fuerte.

Es maravilloso, lo digo con emoción, descubrir la cantidad de jóvenes que en la reportería gráfica han encontrado, desde hace años, una herramienta para aportarle a la construcción de la paz y se han unido de manera entusiasta al paro nacional. Ana María Ramírez C. es una de ellas. Al escucharla hablar se siente de cerca lo que palpita en el alma de esta juventud indignada y rebelde. No se deja llevar por apasionamientos y hace un interesante análisis del momento histórico que estamos viviendo: “El arte como herramienta para el ejercicio político” y por ello su dedicación a la fotografía, pero también comenta “Sacar de ese estado apolítico a la juventud es la prioridad” y la tecnología es la forma más eficaz de llegarles.

El rostro de Ana dibuja el gozo que le produce hablar de este experimento social que ha acercado a tantas voluntades dispersas. Con voz serena enfatiza “los que nada tienen que perder…los que antes consumían su vida en las esquinas, los que vivían al vaivén del azar, del porro, de la salsa, de la parranda y del gatillo, que podía venir de cualquier lado…ahora reclaman con grito herido oportunidades para tener una vida digna”. Expresadas en una ebullición de manifestaciones culturales que han pintado de jolgorio e identidad esta búsqueda airada por sentirse parte de un proyecto nacional incluyente, basado en la igualdad, la justicia y la democracia, dice. La solución no será repentina, ni de tajo. Deberemos hilar delgado, si queremos acariciar cambios trascendentales. 

Es también Alexander Almeri recuperando los saberes de lo nuestro en las ollas de la resistencia, las estaciones de policía -antiguos CAI- convertidos en bibliotecas, las bandas de música de todo tipo percusión, folclóricas, sinfónicas, raperas y salseras-, la discusión alrededor del fogón sobre artículos de prensa, los fragmentos y las citas literarias, los destellos de humor que recuperan el legado de Jaime Garzón, las composiciones de jovencitos y jovencitas que se unen al reclamo popular, todo un reto para registrar las experiencias en estos puntos en sus podcasts lo que sucede en la ciudad.

Con el espacio que ha ganado el periodismo callejero otro será el cantar para los políticos acostumbrados a llevar como borregos a los jóvenes a votar. Vendrá la factura de cobro para quienes le han faltado a sus electores y han dado la aprobación de leyes que sirven a los intereses de unos pocos. Este periodismo alternativo, que no le debe nada a nadie, ha ido delatando a los alcaldes y gobernadores que no tienen autoridad moral para sentarse a negociar. ¿Se le puede creer a un ladrón, a un mentiroso? No es gratuito que los alcaldes que han tenido una actitud conciliadora -y que no tienen rabo de paja-, como el de Jamundí, hayan sufrido el ataque de manos oscuras contra sus sedes de gobierno.  

Por este tiempo no hay horarios de trabajo para estos reporteros. Se sale a la calle y no se sabe a qué horas podrán regresar a casa. De este tamaño es el compromiso de personajes como Buitrago, Tejada y Ana. Unas nuevas maneras de construir opinión pública se asoman en el horizonte. Unas narrativas de las barriadas, de viejos dolores, de exclusiones, de injusticias enquistadas estimulan el ejercicio creativo de estos periodistas alternativos, todos quieren asegurar un vagón en este tren de cambios que ha impulsado el paro nacional. 

Es un nuevo amanecer, nadie quiere perdérselo. Todos quieren ser parte de esta construcción colectiva que reclama la participación de todos.

Nació en Armenia, Quindío. Licenciado en Ciencias Sociales y Especializado en Derechos Humanos en la Universidad de Santo Tomás. 30 años como profesor y rector rural. Fue elegido como mejor rector de Colombia en 2016 por la Fundación Compartir. Su propuesta innovadora en el colegio rural María Auxiliadora de La Cumbre, Valle del Cauca es un referente en Colombia y el mundo.

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